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Shelton y sus imitadores envían a Federer y Nadal al museo del tenis

Rafael Nadal podría volver y ganar otros cinco títulos de Grand Slam más. Podría, incluso, recuperar el número uno del mundo, pero nada importaría a la hora de una certeza: su era terminó, el tenis que creó junto a Roger Federer ya no existe, enterrado por Ben Shelton y su legión de imitadores.
El tenis de hoy es también el de Novak Djokovic, libre para ser más Djokovic que nunca. Y es, sobre todo, el de una serie de jóvenes que miran con distancia, a veces con desdén, aquella era de «peace and love», de paz y amor, aquella deportividad de tono clásico que impulsaron el suizo y el español y que impregnó por años al resto de los jugadores y a todo el circuito.

Cuando Shelton, zurdo como Nadal, simula atender un teléfono al ganar un gran punto o un partido, está haciendo algo que Nadal y Federer jamás hicieron ni harían. Ellos creían que el respeto al rival era sagrado.

Cuando Daniil Medvedev se enfrenta al público, está haciendo algo que Nadal y Federer jamás hicieron ni harían. Si había problemas con el público, el que se encargaba era el tío Toni. Que le pregunten a los espectadores de Roland Garros lo que dijo de ellos en los primeros años de la saga nadaliana. Y en el caso de Federer, lo suyo fue más sencillo: jamás jugó con el público en contra.

Cuando Djokovic derrota a Shelton en las semifinales del US Open y su primera reacción es simular que atiende un teléfono, está haciendo algo que Nadal y Federer jamás hicieron ni harían. Burlarse de un rival los hubiera enviado, como en la antigua democracia ateniense, al ostracismo. Con el aval entusiasta de sus familias al completo.

Cuando Carlos Alcaraz gana un gran punto, uno de esos espectaculares de los que sólo él es capaz, e infla el pecho orgulloso haciendo señal de que está esperando la ovación, hace algo que Nadal y Federer nunca hicieron ni harían. El festejo era con ellos mismos y con su gente en la grada. Arengar a las masas no formaba parte del menú de ambos. Mucho menos presentarse como jugadores con «cabeza, corazón y cojones».

Y cuando el padre de Shelton critica en público a Djokovic y lo acusa de ser un mal deportista y poco educado -“Es tanto el deseo de Novak de ser querido… Quiso burlarse de Ben al final, no fue solo una imitación de Ben-, el tenis entra claramente en otra era.

«¿Y qué? El deporte es entretenimiento, no somos robots», dice el australiano Nick Kyrgios, que pasa mucho más tiempo fuera de los courts que en ellos. Pero Kyrgios tiene una ventaja a la hora de imponer su visión: el 2023 forma ya parte de la era en la que no existen ni un Federer ni un Nadal capaces de frenar la tendencia. El tenis es ya otra cosa.

Así, Djokovic puede ganar el US Open y poner a todo su equipo -entrenador, preparador físico, fisioterapeuta, sparring. etc- a hacer 24 flexiones de brazos en el estadio Arthur Ashe por haber ganado 24 títulos de Grand Slam.

¿Es eso malo en sí mismo? No, es solo muy diferente, con muchos puntos de contacto con los ’70 y ’80 de John McEnroe y Jimmy Connors, entre otros. Y es ideal para estar era de tenis en grageas, en clips de medio minuto con grandes golpes, explosiones de enojo o situaciones insólitas. El de las redes sociales, que es por donde casi todo pasa hoy en la vida. También en el tenis.

Federer y Nadal, al museo.

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Ex jefe de Deportes de DPA y de La Nación, ex presidente de la International Tennis Writers Association (ITWA). Autor de "Sin Red", un viaje por el mundo siguiendo a Roger Federer y Rafael Nadal, y de "Enredados", sobre el equipo argentino de Copa Davis. Cubrió más de 60 Grand Slams y entrevistó a los principales protagonistas de la escena del tenis en los últimos 30 años.