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Pocos torneos, divertirse y disfrutar el penthouse: Nick es feliz con la fórmula Kyrgios

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HALLE, Alemania – Nick Kyrgios golpea durísimo. En especial con su servicio, la bola aparenta viajar más rápido que lo habitual. Celebra enérgicamente cuando mete un tiro ganador. Insulta cuando la pelota se le va fuera. Y se tira al suelo cuando gana un tiebreak.

Ese trata sólo de una práctica.

Enfrente tiene a un jugador junior sin ránking profesional. Por cierto, su tocayo Godsick, es hijo de Tony, mánager de Roger Federer, y de la ex tenista Mary Joe Fernández. Invitado por el torneo para servir de sparrings.

No hay fans. No está la televisión. El espectáculo no es para nadie que haya pagado una entrada para verlo. Ellos no tienen acceso a los entrenamientos. El show es para él.

Algunas de sus frases, emitidas a todo pulmón, son notables. Otras, seguro lo son también, pero son imposibles de captar por el periodista, debido al registro de habla del australiano, de marcado acento aussie y plagado de slangs. Lo que sea, provoca sonrisas en la cancha de al lado.

Error no forzado.

“What the fuck am I’m doing!”.

Genialidad.

“I’m so good, honestly!”.

Muestra una faceta políglota también: “¡DALEEEEE!”, “¡VAMOS!”, “¡FORZA!”

Si no, se aburre: “No puedo jugar tenis por más de dos horas. Necesito pasarlo bien en la cancha. Busco hacer cosas que me gusten, porque no puedo tener a alguien que me tire pelotas todo el tiempo. Prefiero jugar puntos o tiebreaks”.

Sea antes de presentarse en el Court Central de Wimbledon, o en su casa de toda la vida en Canberra, el entrenamiento en cancha tiene que ser un recreo.

También en un torneo “pequeño” como el de Halle. Bien puestas las comillas, claro, porque el evento en que juegan siete Top 20 le da 500 puntos y un cheque por 400 mil euros a quien logre ser campeón en la OWL Arena, un estadio para 12.000 personas.

Pero a la vez, es un evento con mayoría de espectadores locales y mucha prensa regional, donde los tenistas y quienes los acompañan se hospedan en el hotel de la calle Roger Federer, ahí nomás a 10 metros de las canchas. No tiene la locura de un Grand Slam, con agendas ocupadísimas y recintos ubicados en ciudades de millones de habitantes.

Una semana “refrescante”, como considera Kyrgios, donde viene a mostrar lo que la gente paga por ver. Si no está Federer, el diez veces campeón, y del que se esperaba contar cuando arrancó la venta de tickets, entonces la gente se ampara en Kyrgios. Quieren tiros de fantasía, saques por abajo y passings de derechas planas que vuelen como cohetes. También, aunque reprochen y abucheen, polémicas con el juez, raquetas destrozadas.

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Cuando juega Daniil Medvedev, quien en Halle reestrenó su condición de número uno del mundo, el estadio no se llena. Cuando juega Kyrgios, de 27 años, sí.

Con un tenis eléctrico y la mezcla deseada de habilidad y sentido de la entretención, llega a confesar: “Jugué tan bien que hasta me llegué a sentir mal”. Lo sufrió esa vez el español Pablo Carreño Busta. Hizo 39 winners y cuatro errores no forzados.

Kyrgios destruye una raqueta tras perder un set, mientras el públicho lo abuchea / SEBASTIAN VARELA

 

Arcilla incompatible

Post pandemia, Kyrgios encontró la fórmula: calidad por sobre cantidad.

Quitando a los que están desaparecidos por lesión, o a quien las reglas de vacunación los han excluido de ciertas competencias, el australiano es el tenista que menos torneos acumula en 2022.

A la gira sobre hierba, llegó con sólo cuatro eventos en el año. En Stuttgart suma el quinto. Tres veces menos que el promedio del top 100. Y aún así, tras hacer semifinales en Halle, este lunes aparecerá #45 del escalafón. El ránking jamás le importará. ¿O acaso habrá un torneo que le negará una invitación si la necesita?

“Le estoy probando a la gente que las cosas se pueden hacer a tu propia manera. Estoy orgulloso de lo fuerte que trabajo cuando no estoy en el circuito. En casa, practicando con tipos que ni siquiera tienen ránking, y luego vengo acá, a los estadios más importantes del mundo y le gano a los mejores”, comentó después de vencer a Stefanos Tsitsipas.

Otra de la fórmula Kyrgios: cambiar la gira de arcilla por semanas en la costa este australiana. Tiempo con la familia y los amigos, en vez de estar con la ropa manchada con tierra naranja. Tomar sol en la terraza de su nuevo penthouse de US1,6 millones, en vez de hacerlo en una cancha de polvo de ladrillo.

Si no es en el espectacular barrio de Kensington (Sydney), donde vive con su novia Costeen Hatzi, cuyo nombre se tatuó, es en su Canberra de toda la vida. Como ha descrito, su lugar favorito en el mundo.

Lugares donde escapa del desgaste mental que le significaría estar de gira por Europa tres meses. La tierra es incompatible con su tenis. No la necesita. Este año jugó en la arcilla de Houston porque ya estaba por Estados Unidos, ¿Pero viajar a Europa? Sólo para el césped.

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No como a otros de sus colegas a los que ni siquiera conoce.

“Los europeos pueden jugar sobre arcilla todo el año y terminar top 70. Ven a sus amigos y a su familia. Si en Australia existieran seis torneos sobre césped, nunca saldría de ahí. ¿Por qué saldría de Australia? Ni siquiera conozco a algunos jugadores del top 100. ¿Cómo es posible? Hay tipos que ves su registro sobre hierba y dura, y con suerte ganaron un par de partidos. ¿Cómo puede haber jugadores del top 100 que no sepan jugar dos de tres superficies? No tiene sentido”.

Nick Kyrgios /  TERRA WORTMANN OPEN, ATP500 – Mathias Schulz

 

Show, su remedio para el tenis

“El tenis ha sido tan plano por tanto tiempo. Literalmente hago un saque por abajo, nada muy loco, y el público enloquece. El tenis está tan acostumbrado a ver lo mismo siempre. Cuando llega alguien como yo y hace las cosas de manera diferente…es todo lo que se necesita”. Kyrgios juega por y para la galería.

Matías Campodónico (25), argentino fanático del tenis que reside en Irlanda, lo disfrutó desde las tribunas. Había programado una visita a Halle para ver a Federer. Cuando el suizo confirmó que recién volvería en octubre a Basilea, publicó las entradas en la reventa. Hasta que la organización invitó al australiano: “Él es suficiente para motivarme a venir acá. Siempre quise ver su show, que es más que un partido de tenis. Se divierte y la pasa bien, es feliz con lo que hace. A veces pareciera que es un estúpido por cómo se le escapa la cabeza, pero en realidad tiene mucha carisma. Es auténtico y eso gusta a los seguidores del tenis como yo”.

Así siempre fue Nick Kyrgios, de extremos opuestos. “Soy muy emocional. Siempre he sido así. Y la razón por la cuál es muy difícil cambiar mi comportamiento, es porque he ganado demasiado. En todas las categorías: a los 12, 14, luego en junior fui número uno. Luego, a este nivel, sigo ganando, y viene gente tipo: ‘tienes que cambiar tu comportamiento’, y yo: ‘wow’”.

Kyrgios, se toma una pausa en su discurso siempre acelerado.

“Gano mucho… entonces… no lo sé».

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