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Maria Sakkari, o el arte de ganar lo que muchas desprecian

Una crítica repetida y muchas veces agotadora. Que el calendario del tenis profesional es demasiado exigente, largo y congestionado. Así, ¿Qué tal si hablamos de que un torneo de categoría 1000 vaya justo una semana después del último Grand Slam del año?

Adiós a los puntos y al dinero en juego, dicen nomás quienes deciden abandonar.

En el papel, Guadalajara es un evento grande en el calendario de la WTA, el penúltimo torneo de este calibre de la temporada. En realidad, se trata de una semana de trabajo en condiciones inusuales (a 1500 metros sobre el nivel del mar) en un evento no obligatorio justo antes de que el tour emigre a Asia. Traducción: una semana de descanso improvisada.

Una oleada de retiradas debilitó un torneo que iba perdiendo el poder que le brindan sus estrellas. Coco Gauff, campeona del Abierto de los Estados Unidos, no quiso extender ahí su racha caliente de 18 victorias en 19 partidos; tampoco estuvo en los planes de Aryna Sabalenka, finalista en Nueva York, estrenar su calidad de número uno del mundo en tierras mexicanas. ¿Y el resto del top five? Olvídenlo. No cuenten con Iga Swiatek, Jessica Pegula, ni Elena Rybakina. Tampoco con el bloque checo (Vondrousova, Muchova, Krejickova, Kvitova). Más de la mitad de las 30 mejores jugadoras se ausentaron por una u otra razón.

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El cuadro resultante de Guadalajara fue asombroso, salpicado de nombres menos conocidos y de un par de jugadoras que ya van de vuelta. Una ex top ten como Kiki Mladenovic entró directo. Eugenie Bouchard recibió un wild card. La francesa de padres serbios viene más acostumbrada a los torneos pequeños y a las clasificaciones; la canadiense ya se comprometió a jugar pickleball profesional en 2024.

La última entrada directa fue para la jugadora canadiense Stacey Fung, quien es la 226 del ranking. Hubo un enorme abismo en este torneo donde se supone que debían estar las mejores jugadoras del mundo. Para el resto de las tenistas, apareció un abismo en forma de oportunidad.

Ons Jabeur quedó como la primera cabeza de serie en Guadalajara, pero con el mismo aspecto de fatiga e inestabilidad que durante todo el US Open, perdió en tercera ronda ante la italiana Martina Trevisan. La derrota de Jabeur despejó el camino a Maria Sakkari, segunda sembrada, que tanto adeudaba como añoraba un impulso en torneos importantes.

En cierto sentido, Sakkari llegó a México con el registro de una temporada muy buena. Siete cuartos de final, siete semifinales y una final que ya quisieran varias. Pero ningún título. Si es que la griega ha parecido curiosamente ausente del imaginario tenístico popular de este verano boreal, se debe a una simple lectura: eliminaciones en primera ronda en Roland Garros, Wimbledon y el US Open que le costaron digerir. Por eso resulta aún más sorprendente que se haya mantenido entre las diez mejores.

«Tal vez necesite parar, estoy sufriendo en la cancha, pero no puedo tomar esa decisión ahora, mi mente ahora mismo no tiene las cosas claras”, dijo en Nueva York después de que perdió frente a la española Rebeka Masarova, tapándose la cara y largándose a llorar con desesperación y frustración.

Aunque parecía estar en lo más alto de la jerarquía de la WTA a principios de 2022, desde entonces se ha visto desplazada por un nuevo grupo de talentos. Su pase a la final de Washington fue el punto brillante de su verano, aunque perdió el partido por el título ante una Gauff insurgente, otro signo de los tiempos cambiantes.

Aun así, Sakkari es demasiado buena para tener un solo título, que por cierto es un 250. Guadalajara se presentó como una oportunidad perfecta para conseguir el mayor trofeo de su carrera sin que se interpongan en el camino demasiada competencia de élite. Como subcampeona del año pasado, estaba claro que disfruta de las condiciones del lugar.

 

María Sakkari

María Sakkari en Indian Wells por David Bartholow, fotógrafo que documenta para Racquet el tour con cámaras de estilo vintage.

El universo también pareció quererlo para María Sakkari, y el cuadro se le abrió de tan buena gana como el Mar Rojo. El jueves por la tarde, su rival en cuartos de final fue Emiliana Arango, número 180 del mundo. La colombiana de 22 años, consiguió recién su primera victoria en un torneo de nivel 1000 y su primer triunfo contra una rival entre las 30 mejores. En el Guadalajara Open fue la asesina de los aliterados sueños estadounidenses: despachó a Sloane Stephens y Taylor Townsend en las rondas 2 y 3.

De Arango dos cosas que llaman la atención. Uno: es la rara entusiasta de la gorra para atrás en la WTA, lo cual es maravilloso. Dos: es dura. Durante las rondas clasificatorias del US Open sufrió una fea caída, se golpeó la cabeza, se levantó y estuvo a punto de ganar.

Esa misma terquedad brilló en el repertorio defensivo de Arango el jueves, cuando luchó, usó el slice y depositó la pelota en lugares atípicos. Este enfoque de bajo ritmo y pocos errores obligó a María Sakkari a terminar los puntos en sus propios términos, y no siempre estuvo a la altura de la tarea. Cuando Sakkari se tambaleó mientras servía para el partido con 5-2 en el segundo set, hizo pensar que se podría ver una sorpresa alarmante. Pero no, sobrevivió a la enemiga desconocida por 6-3 y 6-4.

El momento en que María Sakkari ganó el Guadalajara Open

Se enfrentó luego en semifinales a Caroline García, que venía saliendo de una mala racha. Dicha prueba de fuego superada, su favoritismo pesó demasiado en la final contra Caroline Dolheide. Un condimento: el partido tuvo a la argentina Gabriela Sabatini como la invitada más especial.

María Sakkari ganó. Se lanzó al suelo y se emocionó. Y en su discurso miró a Sabatini y le agradeció. “Gaby, gracias por estar acá hoy. Sé que jugaste con mi mamá, sé que eras mucho mejor que ella. Ella te admira mucho, siempre habló muy bien de ti», recitó la hija de Angeliki Kanellopoulou, una ex 43 del mundo de los años 80. Sabatini hizo un esfuerzo por no largarse a llorar.

«Me reencontré a mí misma. Volví a encontrar la felicidad y el goce», dijo ya con el sobrero charro sobre su cabeza, icono popular de la cultura mexicana y un infaltable en las premiaciones de los torneos de México.

El vuelo directo de Nueva York a Guadalajara cambió las lágrimas de impotencia, por el llanto de alegría y satisfacción. Y cuando la gente admire ese glorioso trofeo en su estantería durante años, nunca jamás recordarán cómo era el cuadro del primer torneo grande que ganó.


Esta pieza fue originalmente publicada en inglés para On Court de la revista Racquet (racquetmag.com) dos días antes del triunfo de Sakkari en Guadalajara. Fue traducida al español y actualizada para los lectores de CLAY

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