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​El diablo está en los detalles, y Djokovic lo sabe

Djokovic
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MELBOURNE – Hacía tiempo que el tenis no veía una polémica con tan poca sustancia como la que Novak Djokovic generó con el Channel 9 australiano. Tony Jones, el presentador, no fue ni gracioso ni inteligente, pero lo suyo tampoco fue una agresión a la patria serbia, ni siquiera al jugador.
Con casi cualquier otro jugador, lo de Jones hubiera sido una tontería sin mayor importancia. Pero no con Djokovic, astuto como nadie en el circuito y hombre convencido de que el diablo está en los detalles. El serbio no improvisa ni cuando parece que improvisa, y eso no es un asunto menor cuando se está ante el tenista más exitoso de todos los tiempos y, por qué no, futuro presidente de su país.
Fue Djokovic el que se encargó de darle a las palabras de Jones una dimensión que no tienen, consciente de que el tenis, un deporte con fuerte tendencia a lo políticamente correcto, no es el fútbol, el básquet o el boxeo. En cualquiera de esos tres deportes se reirían de lo que considerarían una piel demasiado fina del serbio y un entorno excesivamente concesivo y apegado a las formas.
Otra vez: Jones quiso ser gracioso sin habilidades para serlo, pero lo que dijo, en el contexto de la broma fallida, no da para más que eso, para tomárselo en broma. ¿Debe hacer esas bromas un periodista? No, pero también valdría pensar en que se les exige en televisión a los periodistas, ¿Una pista? Sean relajados, no sean tan serios, hablen como gente normal, empaticen con el público, diviertan a la gente, aléjense de los temas áridos. Jones siguió ese guión autodestructivo y se lanzó a un mini duelo de consignas con los fans serbios.
Djokovic, un deportista extraordinario, un hombre simpático, inteligente y que logra casi siempre una gran conexión emocional con su interlocutor, es un maestro de los juegos mentales, un jugador que sabe meterse en la mente del rival durante los partidos… y antes.
En el caso del duelo ante Carlos Alcaraz por los cuartos de final del Abierto de Australia, el juego mental llega antes del partido. Djokovic pisará en la noche del martes el Rod Laver Arena como la víctima, como el agredido, como el hombre que debe ser protegido, porque cualquier frase o gesto que se interprete (que él interprete) como agresión ya sería intolerable. ¿O hay acaso una campaña anti Djokovic?
No la hay, pero si la hubiera, ya hay antídoto: Djokovic se medirá a Alcaraz surfeando una ola de simpatía autogenerada, precisamente en un país en el que son muchos los que no le perdonan lo sucedido en plena pandemia, en enero de 2022, precisamente en un estadio con gran presencia de serbios. Todo suma a la hora de lo que realmente importa: avanzar a las semifinales para mantener vivo el sueño del título de Grand Slam número 25.
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