PARÍS – Dedicado a esos que, en sus años de juvenil, le daban vuelta la cara cuando se enteraban de que era serbio. Dedicado a aquellos que en los años ’90 decidieron bombardear Belgrado. Dedicado al gobierno australiano que en enero de 2022 lo expuso sin miramientos ante el mundo. Dedicado a los muchos espectadores que, año tras año, se divierten abucheándolo en Roland Garros.
Y dedicado a no sabemos cuántos más.
«Yo voy a seguir ganando», había dicho Novak Djokovic 48 horas antes. Y lo hizo. Su 7-6 (7-1), 6-3 y 7-5 sobre el noruego Casper Ruud este domingo en París le dio un tercer título de Roland Garros y, mucho más importante, el vigésimo tercer trofeo de Grand Slam.
En esa estadística ya no hay nadie más exitoso que él en la era profesional, porque nadie gano tantas veces los torneos grandes. Quedaron atrás Rafael Nadal con 22, Roger Federer con 20, ni hablar de Pete Sampras con sus 14.
Pero siempre hay algo más, existe aún una última frontera que el serbio aspira a cruzar: la de ganar el Grand Slam, los cuatro grandes torneos en una misma temporada. El australiano Rod Laver lo hizo dos veces, en 1962 y 1969, en los inicios de la era profesional del tenis. Y desde entonces, nadie más.
En ese camino buscará también igualar y superar los 24 Grand Slam ganados por la australiana Margaret Court. Y superarlas a ella, a la alemana Steffi Graf y a la estadounidense Serena Williams, en un récord que comparten desde este 11 de junio, el de haber ganado al menos en tres ocasiones cada uno de los grandes torneos.
¿Alguien puede pensar que Djokovic no querrá sumar un cuarto en París y otro cuarto en Nueva York para ir más allá de ese récord de las tres damas y quedárselo en soledad?
Djokovic, es evidente, aspira a todo, quiere ser el dueño de todo. Y en buena parte lo es. ¿Igualar a Laver? Ya tiene la mitad del camino hecho. Londres, primero, y Nueva York, luego, dirán si puede completarlo.
«Yo tenía siete años y soñaba con ganar Wimbledon, pude visualizar cada paso en mi vida, con cada célula de mi cuerpo. A los jóvenes les digo que olviden lo que pasó en el pasado», dijo el serbio en una emotiva ceremonia de premiación en la que se extendió hablando.
«Vive en el presente, olvídate de lo que ocurrió en el pasado, el futuro es algo que simplemente va a ocurrir, pero si quieres un futuro mejor, créalo tú. Toma los medios en tus manos. Créalo. Créalo».
En una tarde húmeda y calurosa de la veraniega primavera parisina, y con el ambiente saturado de polen para dar rienda suelta a todas las alergias posibles, Djokovic ofreció una nueva lección al mundo del tenis, porque Ruud jugó mejor, bastante mejor, a lo largo de 81 minutos.
Entre las 15:11 y las 16:32, el noruego hizo de todo, pero el último golpe, una derecha invertida sin respuesta, fue de Djokovic, y le dio el tie break por 7-1 y el set al serbio. La misma vieja historia, aunque durante más de una hora pareciera diferente.
Nada de eso, Djokovic es un reloj suizo, con perdón del retirado Federer: jugó seis tie breaks a lo largo del torneo y ganó los seis sin cometer un solo error. Desde este lunes nuevamente número uno del mundo, el serbio sabe como quizás nadie cuándo es el momento de los puntos importantes en un partido.
Y no se puede precisamente decir que especule. En esos seis tie breaks, Djokovic ganó 42 puntos y solo perdió 13, con 15 tiros ganadores como parte de la estadística.
Si eres tenista y juegas un tie break, mejor que no se te aparezca Djokovic.
Es cierto que Ruud, mostró más colmillo y dureza que en otras definiciones, pero deberá seguir esperando. Ya perdió tres finales de Grand Slam (Roland Garros 2022 y 2023, US Open 2022) y la del Masters de fin de año en 2022. Seguramente llegará su momento, porque su tenis y su actitud están creciendo.
Este domingo, ese gran tenis y actitud duraron un set. Tras esos 81 minutos de alto nivel, volvió a ser el Ruud que lleva cinco derrotas en cinco partidos con Djokovic sin haber podido arrebatarle nunca un set.
La pregunta de cara a Djokovic, en cambio, es cuándo acabará su era. Y la respuesta es sencilla: falta bastante aún. La ambición del serbio, que descansa sobre el deseo de ser aceptado y reconocido como el mejor tenista que se haya visto nunca sobre la faz de la Tierra, no tiene límites. Este lunes iniciará su semana 388 como número uno del mundo, muy por encima de cualquier otro rival.
En París, ante un Ruud que lo complicó en el set inicial con una derecha seca y potente, notables definiciones en la red y una audacia desconocida, Djokovic se sacó un gran peso de encima: si en 2021 estuvo a un partido de ganar el Grand Slam, pero tropezó en el último escalón, la final del US Open ante el ruso Daniil Medvedev, en 2023 tenia la responsabilidad de ser el gran favorito ante la ausencia de Nadal, el hombre 14 veces campeón en París.
Y a lo largo de las dos semanas se notó que ese desafío le pesaba. Hubo muchos tramos de partidos en las primeras rondas en los que su nivel no fue el habitual, tuvo evidentes dificultades en el primer set de la final.
Pero cuando llegó la hora de la verdad, Djokovic fue un Djokovic «reloaded», el hombre de la mentalidad de titanio, el niño, adolescente y joven serbio que se juró que un día ganaría todo y nadie, nunca más, volvería a mirarlo haciéndolo sentir inferior.
Ya lo logró. Pero ahora quiere más.
Tras dedicarle unas frases en serbio al ex futbolista sueco Zlatan Ibrahimovic, de origen bosnio y en el box de invitados del campeón, Djokovic dejó una última palabra en el court central, un grito seco y una palabra que lo dicen todo: «¡Serbia!»