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Rebaño de cabras: Serena Williams no corre sola por ser la más grande

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The greatest of all times y el icono de una cabra. Así se popularizó en la era de los emojis por la generación que nació y creció digitalmente con ellos. El chivo (en inglés goat) es el símbolo que aparece siempre en la discusión por la sigla que el idioma anglosajón le da a ese título intangible que reconoce a la figura más grande de una disciplina.
Nació con Muhammed Ali en 1992, el más grande del boxeo. Lonnie Ali, su señora, usó la sigla para inscribir una empresa que funcionara como paraguas para todas las propiedades intelectuales del ex deportista, que se usaban con propósitos comerciales.
En el tenis, en tanto, es una discusión eterna sin indiscutidos.
Entre los hombres, la conversación ha copado titulares, preguntas en conferencias de prensa, debate en redes sociales. Los hombres acaparan mayor protagonismo en este deporte, sí, pero en particular, la discusión por quién es el mejor de todos se da con mayor insistencia porque los candidatos compartieron época.
El cabrito se fue viralizando en el tenis gracias a Nadal, Federer y Djokovic, los tres tenistas más grandes de todos los tiempos (cuarto queda definitivamente Rod Laver) que han roto casi todos los récords y han desatado las pasiones entres los seguidores del deporte. Es fácil compararlos entre sí.
En las mujeres es diferente, porque el podio, o si se quiere, el cuarteto, la componen campeonas de diferentes épocas, y como el tenis evoluciona rápido, se complejiza esa carrera, sin embargo, estas semanas en Flushing Meadows, con el retiro de Serena Williams a los 40 años, se ha dado por sentado que es ella la más grande de todas.
Ya con su currículum de tenista profesional cerrado, se debe refrescar el debate y no ignorar a las leyendas del pasado. El tenis femenino vivió una edad de oro en los 80, con un circuito de rivalidades sabrosísimas, absolutamente incomparable con el nivel y la competencia de hoy, que por estas semanas, con la efervescencia por Williams, ha quedado en un segundo plano.
El enorme estadio Arthur Ashe lleva llamándole como The greatest. Y no hay duda que la USTA lo crea así. El statement es parte del show yankee y tiene todo el sentido de lo que allí se está viviendo. Twitter implantó un emoji de una cabra jugando tenis junto al hashtag con su nombre. El comercio ambulante asecha a los fanáticos que fueron a despedirla, con ropa estampada con la cara de Williams y la hoy tan repetida sigla. Distintos niveles de distinción. Oficiales. Virtuales. Populares.
¿Qué pensará Steffi Graf en Las Vegas cuando ve que a una tenista con 58 semanas menos al tope del ranking WTA que ella, es señalada como mejor? Seguramente sigue durmiendo bien por las noches al lado de su marido André Agassi, otra leyenda a la que el estadio más grande del tenis vitoreó en su adiós. No debe ser un debate que tanto le interese, pero no es para darle en el gusto a ella, que la conversación aquella se deba justificar mejor.
¿Qué dirá Margaret Court respecto de quien nunca pudo igualar su récord de 24 Grand Slams? Hoy está más preocupada de proclamar la palabra de la biblia en Perth, donde es pastora. En ese rol, ha discriminado a minorías, ha criticado a otras tenistas como a la propia Martina Navratilova por su opción sexual, y ha sido una férrea opositora al matrimonio entre personas del mismo sexo. El clamor popular hacia su figura es nulo y su faceta ultra conservadora hace que estos tiempos, el título de la mejor, ni se le acerque
«No se pueden comparar, ya que los tiempos eran totalmente distintos», dice Norma Baylon, tenista argentina que destacó en los 60: «Margaret jugaba con raquetas de madera, entrenamientos y comidas distintas. Sería injusto decir que una fue mejor que la otra».
«Es difícil para mí medirlo y hablarlo objetivamente porque jugamos bajo mediciones diferentes. Los Grand Slams se volvieron un gran factor de medición a partir de los 90», opinaba Navratilova, voz importante en la lucha por los derechos de la comunidad LGTBIQ+, y primera súper estrella del deporte abiertamente gay.
¿Qué opinará hoy la checa-estadounidense con la carrera de Williams ya cerrada? A pesar de compartir era con un gran porcentaje de las tenistas que ocupan un puesto en mejores de la historia -Graf, Mónica Seles, Chris Evert-, Navratilova anotó su nombre en 18 grandes, y contra esas cuatro rivales perdió nueve finales. Williams no puede decir que estuvo en tiempos tan competitivos.
«Durante los mejores años de Serena en sus 30, no tenía rivales formidables que la llevaran al límite; no es su culpa, pero sí un factor», comenta al New York Times el historiador Steve Flink.
“Gente dice que no soy la GOAT porque no pasé el récord de Court, el cuál ella alcanzó antes de la Era Open. Mentiría si dijera que no lo quería, pero ya no pienso en ella, a menos que juegue una final de Grand Slam. Quizás lo pensé demasiado y eso no ayudó. Tuve chances después de mi embarazo, pasé de estar internada por una embolia pulmonar a una final de Grand Slam. Jugué mientras amamantaba, jugué tras sufrir depresión post-parto. Pero no llegué ahí”, reflexiona Williams en las páginas de la revista Vogue, donde anunció entre líneas su retiro. Sus logros son extraordinarios, reconoce ella misma.
Navratilova, Williams y Evert en la premiación del US Open 2014 //MIKE SEGAR, REUTERS
Para medir a la más grande, algunos postulan que hay que balancear las cifras con el impacto en la población, el aporte al tenis a nivel masivo y la influencia cultural. En esto último, Williams no tiene competencia: la californiana se ha levantado como un icono racial y feminista que ha inspirado a su género como no ha hecho ninguna otra. Una campeona negra en un deporte predominantemente de blancos, una quebradora de estereotipos, y una atleta referente en la moda, que liberó los deseos de las mujeres a expresarse con su vestimenta. Y es muchas cosas más allá de la cancha.
Williams cambió su deporte. Trascendió durante cuatro décadas. Si fuera por el reconocimiento de la gente, la discusión se acaba. Pero hay que ver los números. Ahí, las otras anotadas en esa carrera, la superan en varios apartados.
Graf ganó un mínimo de cuatro veces el Grand Slam de carrera, e hizo algo que ningún otro ser humano ha conseguido: el Golden Slam. En 1988, la alemana fue dueña de todos los majors y del oro olímpico en Seúl. Jugó una década menos que Williams, y se anotó con un total de 22 grandes. Acabó el año ocho veces como número uno (tres más que Williams) y en títulos individuales también la supera holgadamente.
Williams y Graf se enfrentaron en la final de Indian Wells 1999
Navratilova, en tanto, es la número uno de ese ránking: 167 coronas como singlista (177 en duplas). 157 los de Chris Evert. Muy lejos de los 73 de Williams, quien generalmente privilegió un calendario enfocado en los eventos grandes, lo que explica también su extensa carrera. Navratilova fue más dominante en su época. Por ejemplo, entre 1984 y 1988 perdió solamente 14 partidos. Williams, en tanto, ha sido más irregular: tuvo periodos hundida fuera del top 100, como en 2006.
Hay muchas otras estadísticas donde Williams no es la “GOAT”. Por eso hay que poner las cosas en su contexto. El presente es el éxtasis por Serena. La actualidad la considera la mejor. Puede serlo. Puede no serlo. De lo que no hay dudas, es que entra en la discusión.  Ese debate no puede tener una ganadora. Es lo lindo del tenis, del deporte, de la vida. No hay una sola goat. Digámoslo: es un rebaño de cabras.

Acuarella: Andrea Galdámez / @magnifique_galda

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