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Raquetas y bates en Queens – Carta desde Nueva York #7

NUEVA YORK – Cae la tarde en Nueva York mientras se echa a andar el operativo de limpieza en la Louis Armstrong, la segunda cancha en importancia del Billie Jean King National Tennis Center. Acaba la sesión de día y hay poco tiempo para dejar el estadio impecable antes de la jornada nocturna, así que el staff avanza en bloque quitando la mugre entre los asientos.
Un asiento por la noche tiene su boleto aparte y da derecho a entrar a uno de los dos principales colosos, por lo que los espectadores que siguen dando vueltas dentro, son expulsados a los gritos, y las multitudes se agolpan entre las inmediaciones, intentando dispersarse de a poco: el US Open es el Grand Slam donde por varios momentos no se puede caminar por la cantidad de gente que copa el recinto. Esa multitud lleva batiendo récords y los norteamericanos muestran las estadísticas orgullosos.
Hora de limpiar el estadio // SEBASTIÁN VARELA
La credencial sirve de protección para deambular tranquilo dentro del estadio y poder apreciar la vista hacia el lado norte de Queens, aguardando que la salida se libere un poco.
Ahí otro gigante: el Citi Field de los Mets, uno de los equipos más grandes del béisbol de las Grandes Ligas. Entonces, un mismo día se puede ver el mejor tenis del mundo, y luego una partida de pelota base para entender un nuevo deporte.
Fue el año pasado que me encontraba en Nueva York. Estaba allí cubriendo el vigésimo aniversario del ataque al World Trade Center y me cayó de regalo una entrada para ver la final masculina: Novak Djokovic buscaba ganar el Grand Slam de calendario, es decir, adueñarse de los cuatro majors un mismo año. No pudo emular lo que sí hizo Steffi Graf en 1988 (además de un oro olímpico). Uno de los tantos logros que sitúan a la alemana como la merecedora del título de la mejor de todos los tiempos.
Daniil Medvedev necesitó sólo de tres sets para decirle al serbio que no. Y como la noche era joven aún, dio tiempo para cruzar el puente peatonal que conecta con el Citi Field y alcanzar a ser testigo del clásico de la ciudad: Mets versus Yankees.
En la década de 1920, el metro se convirtió en la forma más importante de transporte público en la ciudad de Nueva York que conectaba a los estadios de los equipos neoyorquinos y así, las confrontaciones entre ellos adoptaron el nombre informal de «Subway Series», que luego pasó a usarse oficialmente a principios de milenio.
Citi Field // Shutterstock
El deporte que se vive ahí es una pieza más de la experiencia de la entretención total. La gente va a comer, a hacer vida social, a beber cerveza. A coquetear con la kiss cam, o quizás intentar atrapar una camiseta del equipo disparadas con bazookas por personas en un corpóreo de la mascota del equipo. Y a ratos miran el béisbol. Los niños sueñan con agarrar una de las pelotas tras un home run (o cuando los jugadores les lanzan las bolas luego del calentamiento), y las fotos luciendo esas manos gigantes de espuma, no fallan.
Es la cultura norteamericana en torno al deporte. Otra manera de vivir la pasión. Lo disfruta John Mcenroe, un apasionado del espectáculo.
Parecido a cómo se vive el US Open. Aunque el tenis no lo exagera tanto.
¡Nos leemos mañana, en las grandes ligas de la raqueta!
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Reporteando el tenis alrededor del mundo desde hace 10 años. Ha colaborado con medios como La Tercera, Cooperativa, Infobae, y Racquet. Fundador del ex programa de radio Tercer Saque. Pluma & Lente es su espacio personal donde cuenta sus viajes y aventuras.

Comentarios (2)

  • Miguel Ángel Ortiz

    Excelente reportaje Sebastián!

    Estuve hace exactamente 10 años en US Open viendo la última semana completa, incluyendo la final (Murray ganó su primer GS).
    Los estadounidenses hacen un espectáculo muy entretenido. Viven el deporte a su estilo el cual, entre cervezas, música y el show propiamente tal, es muy entretenido.

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