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Nadal y Arabia Saudí

«¡No vayas, Rafa!» – Nadal y Arabia Saudí, una alianza complicada, pero que puede llegar lejos

¿Era necesario? ¿Era necesario que Rafael Nadal cerrara una alianza con Arabia Saudí?
Nadal cree que sí, que es un paso correcto. Pero muchos de los que lo siguen creen que no, que traspasó un límite que nunca debió atravesar.
«Por donde mires allí, lo que encuentras es crecimiento y progreso», dijo Nadal en el comunicado en el que anunció su fichaje como embajador de la Federación de Tenis Saudí.
La frase llamó la atención. ¿Crecimiento y progreso? Sí, el país se ha transformado aceleradamente siguiendo la «Visión 2030», un plan de desarrollo del reino del desierto, impulsado por Mohammed Bin Salman (MBS), el heredero al trono.
El problema es que Bin Salman es también señalado como la persona que ordenó en 2018 el asesinato y descuartizamiento de Jamal Kashoggi, un periodista saudí crítico con el régimen, columnista del «Washington Post». Y el problema del régimen saudí en general, aunque haya hecho algunos progresos claros en los últimos años, es que sigue siendo esencialmente una dictadura.
Desde la discriminación contra las mujeres hasta la pena de muerte impuesta con generosidad y por razones impensables en Occidente, pasando por la censura y la persecución política, hasta el trato cruel e inhumano a los inmigrantes fuera de la ley, Arabia Saudí no es un país con la mejor de las reputaciones.
No importa: los saudíes están decididos a ser un poder decisivo en el tenis, como ya lo son en el golf y, crecientemente, en el fútbol y la Fórmula 1. Parecido a lo que hizo China hace ya décadas: y nadie cuestionó a Nadal por jugar en China, otra dictadura. O a Roger Federer por tener residencia oficial en sus años de jugador en los Emiratos Árabes Unidos, otra dictadura.
Manuel Jabois, columnista del diario español «El País» y reciente entrevistador de Nadal, intentó poner las cosas en perspectiva en una columna titulada «¡No vayas, Rafa!».
«No, Rafa Nadal no puede ser el primer centinela puro de las libertades occidentales y estudiar caso por caso las deficiencias de cada país para negarse a tener vinculación con él».
Así y todo, el acuerdo es cuestionable, cree Jabois.
«¿Qué lleva a una figura como él a anunciar un acuerdo con Arabia Saudí? ¿En qué momento no cree que él, o (Jon) Rahm, o Cristiano (Ronaldo), o (Karim) Benzema, no son felices instrumentos con aspiraciones legitimadoras de la tercera dictadura del mundo que más aplica la pena de muerte, uno de los países que más asfixia la libertad de expresión, la libertad sexual, los derechos humanos? Si no es dinero (insértese emoji de obviedad), ¿por qué elige ese país y no otro, en el que haya tantos niños, seguramente menos recursos, y su rostro y su nombre no sirvan como propaganda de una dictadura ultrarreligiosa en la que es insoportable vivir si uno no se parece a Rafa Nadal?».
Nadal decepcionó a Jabois. Es, dice, «un tenista que siempre hizo alarde de su aversión a los extremos, y ha terminado publicitando el peor de todos».
«No se está blanqueando ninguna dictadura», aseguran a CLAY desde el entorno íntimo de Nadal. «Y tampoco es un contrato millonario, como piensa la gente».
¿Para qué se alía entonces Nadal con el régimen saudí?
«La prioridad de Nadal es la academia, en la que quiere difundir los mismos valores que en las sedes de Manacor y Kuwait».
¿Y qué valores propugna la Rafa Nadal Tennis Academy? «Los valores de la competición y el comportamiento que están asociados a la vida normal».
La «vida normal» es un concepto notablemente elástico, difícil de definir. En todo caso, lo que se pretende decir desde el «nadalismo» es que el jugador no se involucrará en temas extra deportivos.
La academia que fundó en Manacor y que ya tiene una sucursal en Kuwait y Arabia Saudí en marcha, se expandirá por Asia, Norteamérica y Latinoamérica. ¿Esto implica ganar dinero? «Sí», es la respuesta obvia.

Rafael Nadal, el ministro de Deportes saudí, Abdulaziz bin Turk Al Salud, y la presidenta de la Federación Saudí de Temis, Arj Mutabagan

Por ahora no está previsto que Nadal dispute una exhibición en tierras saudíes como la que jugaron el serbio Novak Djokovic y el español Carlos Alcaraz el 27 de diciembre. Y es con Alcaraz, precisamente, que Nadal jugará una exhibición el 3 de marzo. Una exhibición hipercapitalista, organizada por Netflix y con las Vegas como sede.
La alianza de Nadal con los saudíes tuvo consecuencias también con gente cercana al tenista: en este caso, su biógrafo.
«Me siento engañado y me siento tonto. Un tonto útil», escribió en una reciente columna en «La Vanguardia».
«Con la excepción de mi querido amigo Benito Pérez Barbadillo, su jefe de comunicación, pocos habrán hecho más propaganda a favor de Rafa que yo a lo largo de los últimos 14 años. No solo con el libro, traducido a no sé cuántos idiomas, sino a través de las cien entrevistas o más que me han hecho sobre él en todos los continentes», escribió John Carlin, co-autor de «Rafa, mi vida», la biografía autorizada de Nadal publicada hace más de una década.
Carlin, que ya criticó en 2022 a Nadal por su postura en la Guerra de Ucrania, dice haber hablado siempre bien del español.
«La pregunta más frecuente siempre fue, “¿es tan buena persona Nadal como parece?”. Nunca dudé en la respuesta. “Sí, incluso mejor de lo que la gente piensa”».
«Somos muchos, sospecho, los que pensamos que (Nadal) ha manchado su reputación, la parte inmortal de su ser, de manera irremediable. Habrá otros, quizá más adaptados a nuestros tiempos, que se encogerán de hombros. “Bah, todos tenemos nuestro precio”, dirán. O, “Es su vida, ¿no?”».

«Sí, es su vida. Pero la de Nadal no es una vida cualquiera. Es un personaje público, uno de los más famosos del mundo, alguien que siempre ha presumido, a diferencia de Messi, de ser un ejemplo no solo deportivo sino moral».

Carlin no piensa volver a trabajar con Nadal.

«Llámenme anticuado, o mojigato, o soberbio, si quieren, pero si Carlos Costa me volviese a llamar hoy para proponerme hacer el volumen dos de Rafa, mi historia le respondería igual que a Bin Salman cuando me pidió hace seis años que hiciera su autobiografía. No. Muchas gracias, pero no».

Diga lo que diga su entorno, la alianza de Nadal con los saudíes es un paso mayor en su carrera, una decisión con consecuencias y que va mucho más allá del deporte.

Los saudíes ya son «dueños» en el fútbol de Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Neymar, mientras que en el golf acaban de cerrar un acuerdo con el español Jon Rahm, hoy número tres del mundo, pero ex líder del ranking mundial. Aramco, la compañía petrolera saudí, es dueña en la Fórmula 1 de la legendaria escudería Aston Martin, en la que corre el español Fernando Alonso, bicampeón mundial de la categoría. El boxeo, el Rally Dakar y los Juegos de invierno de Asia también cayeron en las redes saudíes.
Ahora le llegó el turno al tenis, un deporte de altísimo perfil internacional, extendido por todo el planeta. El Next Gen, el torneo que cada final de año reúne a los ocho mejores tenistas sub-21 del circuito, se juega en Jeddah. La ATP muestra en su sitio oficial su entusiasmo por la creciente presencia saudí en el tenis y «The Times» publicó recientemente que la meta saudí, en conversaciones con la ATP, es ser sede de un Masters 1000 a partir de enero de 2025, antes del Abierto de Australia. Andrea Gaudenzi, el presidente de la ATP, está en conversaciones desde hace tiempo con los saudíes.
Aunque la apuesta podría ser mayor: Arabia Saudí ya le ganó el pulso a la PGA estadounidense, la meca del golf, al organizar un circuito paralelo que repartió millones a niveles nunca vistos. Al final, la PGA debió avenirse a una alianza con el LIV, el circuito de golf saudí por el que apostó, por ejemplo, Rahm.
Las presiones en el tenis femenino son fuertes para que la WTA no se entregué al poder saudí. Martina Navratilova y Chris Evert acaban de pedirlo por carta. El precedente más cercano hace pensar que las dos leyendas podrían no tener éxito. Steve Simon, el jefe de la WTA, admitió en 2023 que su apuesta por retirar los torneos de China ante la extraña situación de la jugadora Peng Shuai fracasó.
¿Y si el objetivo saudí no es un torneo, sino el circuito, tal como sucedió con el golf? ¿Y si ese circuito contempla algunas de las ideas de Nadal, que lleva veinte años protestando por cómo está estructurado el calendario de la ATP?
¿Y si Nadal tiene un plan? Los próximos meses prometen novedades. Y más sorpresas.
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Ex jefe de Deportes de DPA y de La Nación, ex presidente de la International Tennis Writers Association (ITWA). Autor de "Sin Red", un viaje por el mundo siguiendo a Roger Federer y Rafael Nadal, y de "Enredados", sobre el equipo argentino de Copa Davis. Cubrió más de 60 Grand Slams y entrevistó a los principales protagonistas de la escena del tenis en los últimos 30 años.