PARÍS – ¿Es la última temporada, es el último episodio? No hay que descartarlo. El partido número 60 entre Rafael Nadal y Novak Djokovic llega en una situación insólita, una segunda ronda, y con ambos en momentos muy diferentes: mientras el serbio pasó parte del domingo relajado y viendo a la selección de voleibol de su país, el español luchó para ganar con lo justo y luego admitir que no sabe si será capaz de ofrecer este lunes el nivel que necesita.
«Soy precavido, yo no sé al nivel que puedo estar de competitivo. No sé al nivel que puedo llegar a jugar. Voy a intentar esforzarme al máximo para realmente crearle problemas», reconoció el español, que ganó 29 de los 59 partidos que lo enfrentaron el serbio.
«Es un poquito incierto lo que vaya a pasar», insistió de cara al duelo olímpico.
No sería sorprendente que el gran highlight de Nadal en París 2024 haya llegado en realidad antes de la competición, que el mejor recuerdo que se lleve de sus cuartos Juegos Olímpicos sea el hecho de haber recibido el fuego olímpico de manos de Zinedine Zidane y desfilado triunfal y orgullosamente con él.
Esa imagen, Nadal como estrella de la ceremonia inaugural, no pasó inadvertida para Djokovic.
»Como jugador de tenis me sentí muy orgulloso de que un tenista reciba ese tipo de reconocimiento», dijo el serbio, descolocado luego por una pregunta de CLAY: si Nadal desfiló en París gracias a los 14 Roland Garros que conquistó, ¿aspira Djokovic a hacer lo mismo en Brisbane 2032 tras sus diez títulos (o más) en el Abierto de Australia?
«Esa pregunta no me la esperaba», admitió el serbio, que bromeó con que para entonces, con 45 años, seguirá en activo. «¡Voy a seguir jugando!».
Lo cierto es que ni Djokovic ni Nadal han ganado un título en lo que va de la temporada, algo sin precedentes. Djokivic viene de jugar nada menos que la final de Wimbledon pocas semanas después de operarse de la rodilla, en tanto que Nadal tuvo como principal logro la de Bastad, un torneo menor que le sirvió para sumar ritmo de juego.
Más allá de las circunstancias, Djokovic está convencido de algo: «Jugar con Nadal aquí es jugar una final».
Y el recuerdo más inmediato no es positivo para el serbio, que sin dudas tendrá presente el 31 de mayo de 2022, uno de los momentos más amargos de su carrera.
Fue en los cuartos de final de aquel Roland Garros, Nadal había ganado en enero el Abierto de Australia, pero llegaba con serias dudas físicas al partido con Djokovic.
Lo que se vio fue una lección táctica magistral de Nadal, que puso en cada tiro todo su corazón y cabeza para enloquecer tenísticamente al serbio. Con la muy importante colaboración del público, que tenía tantos deseos de ver ganar a Nadal y de que cayera Djokovic, que celebraron alegremente sus dobles faltas.
Claro, el contexto era muy diferente al actual: aquel Djokovic venía de protagonizar un escándalo sin precedentes, expulsado de Australia en enero tras mostrar un certificado de covid positivo que no convenció a las autoridades. Nadal ganó ese Abierto de Australia que Djokovic no pudo jugar, el vigésimo primero de sus 22 títulos de Grand Slam.
Y cuando Djokovic dice, como lo hizo este sábado, que un partido en Roland Garros ante Nadal es una final sabe bien lo que dice. De las 59 veces que jugaron desde 2006, 28 fueron finales, entre ellas nueve de Grand Slam, con ventaja de 5-4 para el español. Pero esta vez, Djokovic también lo sabe, el favorito no es Nadal, más allá de que el partido se juegue en un escenario que es lo más parecido a la casa del español fuera de casa.