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La trampa de Nadal y la leve esperanza de Argentina y Brasil

Rafael Nadal está en una trampa de la que es sencillo salir. Pero en realidad no, en realidad es extremadamente difícil hacerlo, porque Nadal es prisionero de un empate entre tres fuerzas que mandan en su ser, en su corazón y su armadura de tenista.
El tenis le dice que está en condiciones de seguir jugando y ganando.
El cuerpo le dice que es hora de retirarse, que ya no da más.
Debe desempatar la mente, que a lo largo de toda su carrera fue el gran diferencial de Nadal, el motor de su ambición, su tenacidad y sus victorias. Y su sentido común.
¿A qué le prestará atención la mente? ¿A las evidencias de un físico que lo traiciona con cada vez mayor frecuencia o al corazón y el alma de un campeón?
La mente está trabajando, pero aparentemente no está lista para decidir aún. Alcanza con leer los posteos de Nadal en la red social X. En dos ocasiones, mientras anuncia un pequeño desgarro muscular tras meses trabajando en recuperar y regenerar su cuerpo, el español habla de «buenas noticias» y de «no tan malas noticias». Es como si intentara convencerse a sí mismo de que no jugar el Abierto de Australia es un asunto menor.
Y la verdad es que no lo es, Australia era un gran objetivo. No se trataba de ganar el torneo, claro que no, pero sí de regresar a él y jugarlo. Se trataba de competir, que es lo que obsesiona a Nadal. Necesita competir, porque si no, ganar será imposible. Se trataba, ni más ni menos, que de jugar al tenis, de ser tenista.
Así, Nadal está en una situación muy compleja: no es competitivo porque no compite. Y no compite porque su físico hoy le dice que basta, que ya está. Su cuerpo, y es una enorme paradoja, le está impidiendo ser tenista.
«Rafael agotará sus posibilidades porque ama el tenis mucho más por todo lo que le da, que por todo lo que le quita», aseguró Toni Nadal, su tío y por muchos años entrenador, en una columna en «El País».
Pero a los 37 años y medio el final está cerca. «Esta vez la situación es bastante más complicada y que, probablemente, sea la última vez que lo veamos reincorporarse después de que su cuerpo le haya obligado a retirarse temporalmente. Las razones son muy claras. En los anteriores regresos, tuvo que competir con tenistas de su propia generación, mientras que en la actualidad sus rivales son mucho más jóvenes y desarrollan un nuevo tipo de tenis en el que una de las características más determinantes es la voluntad de golpear la bola de manera cada vez más rápida».
Queda una última apuesta, que es el gran objetivo que se había puesto el español: estar en forma y ser competitivo en la temporada de arcilla, la clave de bóveda de su carrera, las semanas que hicieron de Nadal una leyenda. Sin esos triunfos y esa confianza ciega logrados en la arcilla, Nadal no hubiera extendido por dos décadas su dominio a otras superficies y torneos.
Y antes de la primavera naranja en Europa aparece la tenue esperanza de los ATP 250 de Buenos Aires y 500 de Río de Janeiro, dos torneos que Nadal ganó en su momento. Jugar en Sudamérica para sumar partidos y confianza de cara a Europa y Roland Garros fue una buena receta tras otras  largas pausas.
En uno de los dos torneos reconocen a CLAY que la esperanza de contar con Nadal es real, aunque predomina la duda: «Va a estar sin jugar varias semanas, no sabemos si llegaría a la gira sudamericana».
Buenos Aires se juega entre el 12 y el 18 de febrero, en tanto que Río se disputa a la semana siguiente, del 19 al 25.
Ya se lo dijo Juan Mónaco, íntimo amigo de Nadal, a CLAY: «Él vuelve al circuito para ganar. Si no, no vuelve».
Hace un año, tras la lesión en el Abierto de Australia, el grupo técnico de Nadal habló de una pausa de cuatro semanas para luego retomar el circuito. Las cuatro semanas se transformaron en 50, en 11 meses.
«Nos vemos pronto», dijo Nadal en el mensaje en «X» en el que renuncia a Australia. Nunca una frase aparentemente tan banal significó tanto.
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Ex jefe de Deportes de DPA y de La Nación, ex presidente de la International Tennis Writers Association (ITWA). Autor de "Sin Red", un viaje por el mundo siguiendo a Roger Federer y Rafael Nadal, y de "Enredados", sobre el equipo argentino de Copa Davis. Cubrió más de 60 Grand Slams y entrevistó a los principales protagonistas de la escena del tenis en los últimos 30 años.