PARÍS – Hay entrevistas que deberían hacerse junto a un diván: toda una paradoja en el caso del chileno Nicolás Jarry, porque está viviendo el mejor momento de su carrera. O quizás no lo sea tanto, ya que el gran presente de Jarry existe porque en algún momento se encontró en medio de una tormenta importante. Y buscó el diván.
«Tuve que abrirme, tuve que aprender de mí, pasar caminos duros. Eso es lo que me ha hecho lo fuerte que soy hoy», dijo el chileno de 27 años durante una entrevista con CLAY en París.
Jarry viene de cumplir en Roland Garros su mejor actuación en un torneo de Grand Slam, los octavos de final, una semana después de haber alzado en Ginebra su segundo título de la temporada.
«Me voy de París habiendo logrado estar en la segunda semana, competir en este estadio central que es bien especial, bien grande. Lo hice de buena manera, me voy con la experiencia de haberlo dejado todo», destacó satisfecho un hombre al que el tenis le devuelve hoy la sonrisa que le quitó en 2020, cuando estuvo 11 meses sin jugar por un doping que se comprobó involuntario: contaminación con ligandrol y estanozolol en el laboratorio brasileño que producía los suplementos.
Entrevista a Nicolás Jarry
– ¿Se definiría como cerebral?
– Bueno, ambos… Soy muy emocional y sensible, pero también cerebral. Trato de ayudar a todas mis emociones con mi costado racional.
– Cuando sucedió aquello del doping imagino que jugaron ambos aspectos, que fue ambas cosas: cerebral y emocional. Debió manejar algo muy complicado.
– Sí, sí. Tuve que abrirme, tuve que aprender de mí, pasar caminos duros. Eso es lo que me ha hecho lo fuerte que soy hoy.
– ¿Qué aprendió? ¿Lo hizo solo, lo ayudaron?
– Aprendí a abrirme, a conocerme. A tener más perspectiva de las cosas. A veces la vida te tira cosas difíciles y hay que aceptarlas, son parte de. A cada uno le puede tocar cualquier cosa difícil, y esta fue la mía.
– ¿Se sorprendió de sí mismo? ¿Había dentro suyo más de lo que sabía y conocía sobre su propia persona?
– Ufffff… (piensa un largo rato) No… Yo creo que todos sabemos lo que tenemos dentro, nuestros deseos, nuestros miedos. La cosa es que uno es tan bueno ocultándolas, que tras tanto tiempo ocultándolas, esas mentiras terminan siendo parte de uno. Y es trabajo revertirlas, pero todo el mundo sabe cuando hace algo correcto, cuando no lo hace o cuando se excusa por equis motivo.
– Usted es parte de una dinastía del tenis en Chile, los Fillol. ¿Eso le genera presión o alegría?
– Las dos cosas. Uno quiere hacer las cosas bien, uno tiene toda la historia que te pesa inconscientemente, pero hay que saber que cada uno es diferente, cada uno tiene su propio camino, su problemas a resolver y hay que enfocarse plenamente en eso. La historia del pasado fue de otra persona. Te lo puedes tomar de mala manera, pero también de buena manera tratando que te ayuden en tu camino.
– Con su abuelo Jaime, ¿tiene una relación diaria en lo tenístico, le comenta cada partido?
– No, no. Con mi abuelo a veces comentamos, pero yo tengo mi propio equipo.
– No es entonces una situación en la que tras cada partido le escribe elogiando algo o planteando que corrija alguna cosa.
– No, no. No llega a eso. Sí es cierto que trata de estar lo más involucrado posible, pero tiene todas sus cosas, trabaja, está ocupado.
– ¿Sería tenista de no haber existido él?
– No, ninguna posibilidad. Al final, desde chico que viajé con él, mi mamá jugaba. Es difícil que un pintor o un arquitecto de familia de arquitectos no salga arquitecto. Uno está tan metido en el mundo que es imposible eso de si no hubiera tenido esos papás, no serías la persona que eres.
– ¿Nunca fantaseó con otro deporte?
– No, siempre jugué al tenis. Soy poco de fantasear, soy muy de trabajar.
– En Chile es hoy una figura muy importante. Chile, deportivamente, es un país bastante exitista. Está en la mira de todos, vuelvo con la palabra presión. ¿Cómo la maneja?
– De la misma forma que comentábamos al principio. Con mi trabajo, con el foco en mis cualidades, en lo que yo quiero mejorar, en lo que tengo que aprender, en no darle importancia a eso.
– Nadal quiere volver a jugar. ¿Puede?
– Es imposible dar de baja a un jugador tan exitoso como él, con tantos logros, tantos obstáculos que ha superado. Es de las personas que cuando se proponen algo lo logran.
– No ha podido enfrentarse a ninguno de los integrantes del «big three», Nadal, Djokovic, Federer.
– Eso es una frustración, me hubiera encantado.
– Le queda la posibilidad de jugar con Djokovic aún.
– Al final uno quiere jugar con los mejores, medirse con los mejores. Para eso estoy jugando, para tener la posibilidad de competir con ellos, además de ser un hito bonito que va a quedar en los recuerdos.
– Wimbledon es el próximo gran desafío, ¿cómo se siente allí?
– He jugado, me gusta, lo paso bien, ahí gané mi primer partido de Grand Slam. Espero que me siga yendo bien. Para la gira previa de césped la idea es jugar todo, tengo muchas ganas de entrar al pasto, el año pasado me lo tuve que saltar. El plan es jugar las tres semanas antes de Wimbledon: en Stuttgart, en Halle y en Eastbourne.
– En estos días, espectadores en Roland Garros comentaban que, por su envergadura, alcance y potencia, su juego es parecido al de Juan Martín del Potro. ¿Lo ve así?
– No soy de compararme con otros jugadores altos. Yo intento conocerme a mi, ver mi fortaleza y mejorar mi juego. En comparación con Juan Martín, él juega mucho más plano que yo, sobre todo en la derecha, somos un poquito diferentes. Me encantaría llegar a ser como él, tener los títulos que tiene él. Voy a seguir concentrado en mi trabajo para seguir escalando.
– En los años ’80 se puso muy de moda en el tenis, en especial en los Estados Unidos, el concepto de estar «en la zona». Implica estar jugando muy bien, sí, pero sobre todo que los golpes y el juego fluyan con facilidad, con naturalidad, casi sin pensarlo. ¿Se sintió «en la zona» estas últimas semanas?
– Yo creo personalmente que la zona se busca y uno puede entrar en esa zona justamente cuando uno está positivo y hace las rutinas y no se enfoca en el resultado. Si uno mantiene la cabeza tranquila, dándolo todo también. Si uno no lo da todo, uno se queda con un pequeño remordimiento dentro y no puede estar tranquilo. Pero si uno logra esa aceptación, esa buena energía, uno está en la zona. Luego, ganar o perder son solo resultados.