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Peque Schwartzman, ¿vale la pena? Hacé lo que te haga feliz – Carta abierta de Guillermo Salatino

Este lunes 29 de mayo de 2023 me alegré. Como el día que se retiró Gabriela Sabatini, que juré dejar de sufrir por el tenis.

Chicos, los quiero mucho, quiero que ganen. Lo digo de todo corazón. Pero basta.

Dos infartos y seis stents son suficiente. Aquel partido con Mary Jo Fernández en la ahora inexistente bella cancha  1 de Roland Garros. Aquel cilindro que me hacía acordar a la Cancha de Racing. Con un lugar para la prensa en donde sentíamos la respiración de los jugadores. Ahí dije basta. Gaby le ganaba por los cuartos de final a Mary Jo Fernández 6-1 5-0. Terminó perdiendo. Chris Evert me dijo:”es el mejor partido de damas que he visto en mucho tiempo”. La miré y le respondí: para mí fue el peor.

Ese partido que marcó el principio del fin de Gaby fue también el día que dije basta.

Y debo confesar que últimamente estoy sufriendo. Últimamente es desde hace casi un año.

Con “El Peque”, con Diego Schwartzman sufro. Pero no porque pierda un partido. Sufro porque imagino lo que debe estar sufriendo él.

Si fuera un irresponsable, si le diera lo mismo, si no se cuidara, si no se entrenara, vaya y pase. Pero no, se mata entrenando. Cambió de entrenador. No porque Alejandro Fabri  no fuera bueno. Debe haber pensado: tengo que hacer un cambio”. Obvio, toda escoba nueva barre bien.

Pero no contrató a cualquiera, no fue a un 4 de copas. Buscó al mejor posible, siguió con Juan Ignacio Chela como asesor para los grandes torneos, pero contrató a Mariano Monachesi, acaso uno de los dos o tres mejores entrenadores que podría haber elegido. Viaja con preparador físico. Hace todo bien.

Estuvo cerca de cinco años entre los 15 mejores del mundo. Fue top ten, le ganó a Nadal en Roma, fue semifinalista de un Grand Slam, tres veces cuartos de final. De haber perdido con Zapata Miralles se hubiese ido a 120 en el ranking de ATP.

Cuando comenzó el año estaba 25. No pasaron 5 meses. Este gigante de 1,70 le compitió mano a mano a las torres de 2 metros. Ninguno mide menos de 1,85. Un día llegó, creo que fue en broma, a subirse a una silla para saludar a Isner. Se lo ha tomado con sentido del humor. Eso es no tener complejos. Eso es saberte grande, pero…

Ahí está el problema. Hace un año es como si se le hubiera ensuciado el carburador. Creo que los autos modernos ya no sufren esos problemas, pero los tenistas, aun modernos, seguimos teniendo carburador. Solo que se llama confianza.

El Peque era un relojito. No tenía un saque tremendo, pero sí de gran porcentaje. Su derecha no era una escopeta, pero la manejaba. Su revés era muy bueno. Estaba en el podio de los devolvedores de saque. En la red se las rebuscaba. En las zapatillas tenía patines. Inteligente para la táctica y la estrategia. Y de pronto…

¿Qué pasó, Peque?

La derecha se queda en la red, el revés, aquel que manejaba a la perfección también. Ya no tira drop shots, ya no va a la red a definir. Falla bolas que para él eran sencillas. Baja la cabeza, piensa. De vez en cuando algún insulto, una calentura y sigue pensando.

«Cómo puede ser, si hago bien los deberes, me entreno, me mato, tengo un gran cuerpo técnico… ¿Por qué pasa esto?»

Así es el tenis, así es el deporte. Hay grandes goleadores que no la meten, que se les cierra el arco. Están los Palermo que lo hacen hasta pateando cayéndose y con las dos piernas al mismo tiempo y a River.

En el golf te dicen que el hoyo a veces parece de bolita y otras veces una olla. En el tenis también pasa.

Ay, esa palabrita, que palabrita, esa palabrota: confianza.

En París, en Roland Garros, en donde tantas veces brilló hoy dejó a todos perplejos. Dijo lo que nos imaginábamos, pero que no queríamos escuchar, pero que a la vez en el fondo queríamos.

Vuelvo a Gaby. A nadie quise más. Gaby se divirtió hasta aquella maldita cancha 1 de Roland Garros que hoy ya no está. A partir de aquel día contra Mary Jo, comenzó a sufrir.

Jugaba fenómeno hasta 5-2. El saque sin ningún problema. A partir de la hora de la verdad; doble falta. La estadística al final del encuentro marcaba 17 doble faltas.

Un buen día, un 13 de noviembre de 1996 estaba en Radio Continental y suena el teléfono, el fijo. Todavía no había celulares. Era el Ova Sabatini.

“Salata, Gaby me dijo que quiere que el viernes 16 estés en Nueva York”.

¿Es para lo que imagino?, le pregunté.

“No me dijo nada más. Ah sí, que te manda el pasaje”.

Gracias, le dije. Tengo el pasaje.

Era lo que me imaginaba, no quería que ocurriese y por otro lado sentí un gran alivio.

Tiene sentido cuando ya tenés 13 años de carrera, fuiste quien sos, estás hecha deportiva y económicamente. ¿Para qué seguir sufriendo?

Fui a Nueva York, estuve en el Madison Square Garden. Ella estaba radiante, feliz. Había dejado de sufrir.

El Peque hace casi un año que dejó de divertirse. Va a cumplir 31 años. Lleva casi dos décadas desde que comenzó a jugar en infantiles. Fue 8 del mundo. Le ganó a Nadal en polvo de ladrillo, la pasó bomba.

¿Se seguirá divirtiendo?

Yo creo que no. Todos te respetaban, muchos te admiraban. Ahora muchos piensan que venís sin confianza y se te animan.  A mí me da bronca, sufro viéndote sufrir.

¿Vale la pena?

El lunes en la conferencia de prensa la dejaste picando. «En algunos momentos pienso si tiene sentido seguir así».

Peque, hacé lo que te plazca. Hacé lo que te haga feliz.

Guillermo Salatino.

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Comentarios (2)

  • Gabriel Alejandro Amicone

    Un gran deporte, te levantas temprano, entrenas físico, luego canasto, peloteas, haces tácticas, todo con un grupo de gente. Pero a la hora de la verdad, estas solo en la cancha, con una red que te separa de tu rival, con la mente lista para poder potenciar tu trabajo y no dejar que tu oponente pueda hacerse fuerte con el suyo. Como la vida te juntas pero los logros son solo tuyos

  • Sonia Beatriz Gonzalez

    Salata, yo pienso igual que vos, sufro cuando lo veo jugar a Diego,cuando Gaby se retiró no lo entendía tengo su misma edad, y la amo, pero luego lo comprendí con el tiempo, saludos

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