PARÍS – Se puede perder y sonreir. Se puede perder tras tener dos match points a favor y estar feliz. Es lo que le pasó a Gabriela Sabatini en París. No pudo ganar la final del Torneo de las Leyendas junto a Gisela Dulko, pero pareció que era ella la campeona del single femenino en lugar de la polaca Iga Swiatek.
Se puede estar a las puertas de un decimocuarto título en Roland Garros. Es decir, a las puertas de un delirio, de algo que hasta hace muy poco movía a risa, por imposible. Y se puede estar a las puertas de algo tan grande y sin embargo tener el ceño fruncido, el gesto preocupado. Es lo que le sucede a Rafael Nadal.
Claro, no se puede comparar un caso con el otro. Sabatini jugó el certamen de veteranas, que es básicamente una exhibición sin presiones, y Nadal está compitiendo en la historia grande, muy, muy grande, del tenis.
Él empuja los límites de la historia. Él es la historia.
Sabatini, hoy, es otra cosa.
«Gracias por hacernos sentir muy bien. Esto nos genera muchas emociones, cada pequeño momento que vivimos aquí ha sido un instante de felicidad. Quiero felicitar a Francesca y a Flavia, siempre las he seguido a lo largo de su carrera. Siempre me habían dicho que eran dos personas espléndidas dentro y fuera de la cancha, y estoy feliz de haber compartido este partido con ustedes», dijo la argentina tras la derrota ante las italianas Francesca Schiavone y Flavia Pennetta.
«No quiero llorar, y no sé qué más decir. La pasamos muy bien aquí. Hacía mucho que no jugaba, así que cada momento de esta semana fue especial para mí».
Sabatini, al igual que Nadal, fue un prodigio. A ella y a él los veían jugar a los diez, 11, 12 años y se les auguraba todo tipo de éxitos. A Sabatini le fue muy bien, pero no tanto cómo se esperaba. Tenía tenis para ganar más torneos de Grand Slam que el solitario US Open de 1990, tenía un tenis que justificaba el número uno del mundo que rozó, pero no alcanzó. A los 26 años dijo adiós.
Nadal, a los 36, busca su vigésimo segundo título de Grand Slam. Y si lo dejan, si encuentra cómo, seguirá compitiendo varios años más.
«Va a morir en una cancha de tenis», me dijo este sábado en París Ion Tiriac, que algo sabe de tenis.

One Reply to “La sonrisa de Sabatini y el ceño fruncido de Nadal – Carta desde París (14)”
Christian
Y hubo un Nadal más en esa final.
Qué lindo ver a John Mcenroe, al costado de Sabatini cantando, guitarra en mano como en sus viejas épocas de chico malo del tenis.
Sigan informando.
Muy buenas notas.