LONDRES – Nick Kyrgios, sumido en la tristeza tras haber perdido una final que comenzó ganando, reflexionó varias veces frente a los periodistas sobre el desgaste y la presión que conlleva ser un campeón de Grand Slam.
“Que ocho personas hayan ganado Wimbledon desde el año en que nací (1995) te muestra que físicamente es una cosa, y que mentalmente es otra locura”.
Luego condujo el análisis a lo que ocurre fuera de la cancha.
“Todo con lo que tienes que lidiar es diferente. Muchas cosas negativas se te cruzan, pero incluso si es apoyo, es demasiado. Que todos te apoyen, eso también es una carga mental muy grande», apuntaba Kyrgios.
«La presión de jugar la final de Wimbledon… ¿Lo voy a hacer bien? Jugar con Djokovic de por sí ya es muy complejo. Siento que perdí el partido, pero me saqué un peso enorme de mis hombros. Es como mejor me he sentido en esta quincena. Tanta ansiedad y tanta presión por conseguir metas», comentaba.
Esa presión y ese desgaste durante 14 días pasó por Djokovic en 32 ocasiones. Con lo de hoy, ganó en 21. Rafael Nadal vivió de principio a fin un Grand Slam 30 veces (grabó su nombre en la copa en 22 ocasiones). Y Roger Federer, 31 experiencias completas, con 20 títulos.
Es simplemente alucinante.
En los últimos 20 años, tres tipos ganaron el 80% de los torneos más grandes del tenis. En los que verdaderamente se escribe la historia. Han sido tan increíblemente dominantes, que nos tienen mal acostumbrados.
Es una era fantástica que ni en mil años, cuando el tenis se juegue quizás cómo, volverá a suceder. Disfrutemos a los ídolos. Sepamos apreciar su grandeza dentro de su humanidad. Valoremos sus triunfos cuando ya le probaron todo a todos una y mil veces.
«Con lo que deben lidiar Federer, Djokovic y Nadal… debe ser una locura, y es lo que para mí lo que muestra que son unos campeones. La habilidad para rendir con todo lo que los rodea», complementaba Kyrgios.
En esta era dorada, los campeones nos encandilan con sus habilidades supremas, y a veces las instituciones nos llevan a taparnos la cara con las manos.
El All England Lawn Tennis Club (presionado por el gobierno británico) y los entes reguladores de los circuitos se equivocaron rotundamente.
La medida de vetar a los rusos, jóvenes que nada tienen que ver con la guerra y que se han pronunciado en su contra, resultó lamentable, y la respuesta de la WTA y la ATP, absurda.
Djokovic ganó por séptima vez Wimbledon, y aparecerá mañana en el séptima posición del ránking mundial. No es ni siquiera top ten en la Carrera al Masters de fin de año.
Elena Rybakina (¡Qué ironía que haya nacido en Moscú, por favor!) fue la mejor entre las damas, y saldrá del top 20, y Cristian Garin ya no es top 50 pese a haber hecho cuartos de final, su mejor presentación histórica.
Una realidad totalmente distorsionada.
Cosas del tenis. Cosas del deporte y la política. Cosas del mundo que está loco.
Llegamos al fin del newsletter de cada día desde la Catedral del tenis. Volveremos con el ritmo diario desde Nueva York, pero hasta entonces y a partir de mañana, retomamos el ritmo más pausado, con la calidad de siempre. Ya saben dónde encontrarnos ante cualquier comentario o sugerencia.
Un abrazo y muchas gracias desde Wimbledon. Sin dudas, el mejor torneo del mundo.