LONDRES – Era la única oportunidad que le quedaba a Novak Djokovic para ganar un Grand Slam en 2022, y no la desaprovechó: comió césped, como hace cuando gana un título en el grande de Londres.
El serbio, muy fuerte mentalmente, conquistó su séptimo Wimbledon y volvió a ponerle picante a la sabrosísima carrera por ser el tenista masculino con más Grand Slam en la historia.
Ante un escenario inesperado, el jugador de 35 años llegó como favorito a Londres con la presión de que Rafael Nadal no se le fuera a escapar por tres. El español ya había sacado ventaja importante ganado el torneo favorito del serbio tras el escándalo de la visa en Australia, y había ratificado en Roland Garros.
Considerando que antes del arranque en Gran Bretaña, Djokovic había tirado a la basura el US Open, no ganar Wimbledon le significaba un gran problema en dicha competencia.
Nick Kyrgios al frente. El underdog de la tarde, como llaman los anglosajones al competidor que las apuestas otorgan opciones menores. A quien lo odien o lo amen, no lo pueden ignorar.
La pista Central, testigo de una tarde soleada y calurosa, juntó a un tenista invicto ahí por 27 partidos, y otro que jugaba su primera final grande.
Fue el australiano el que tomó el liderato del partido a punta de martillazos con su servicio. Se llevó un primer set donde sólo cedió 5 puntos con su saque y lució su repertorio de trucos y tiros planos que mordían la línea de fondo. Djokovic no conseguía la profundidad en las devoluciones que sí hallaría en los restantes sets.
Periodos en los que Kyrgios fue el comentarista de su propio partido, mientras el serbio se mantenía con la cabeza fría como el hielo, dejando que el australiano se enredara con factores externos, como acostumbra.
“¡Tiene 700 tragos encima!”, reclamaba frustrado al juez a propósito de una espectadora que le gritaba mientras el 40 del mundo servía. La distracción casi le cuesta un juego importante. Djokovic en tanto, se mantenía demasiado concentrado, encerrado en su propia cabeza.
No quitaron a la supuesta mujer borracha, que sí se calló. No lo hizo Kyrgios, que le subió la intensidad al monólogo con su box, luego de desperdiciar cuatro break points. Luego en el cuarto, llegaron a un tiebreak donde el serbio fue implacable.
El marcador se cerró un minuto pasadas las tres horas, por 4-6, 6-3, 6-4 y 7-6(3). Así Djokovic se sumó a Bjorn Borg, Pete Sampras y Roger Federer en el club de los tenistas masculinos que ganaron Wimbledon cuatro veces seguidas.
Nadal sigue liderando, por ahora 22-21, en la estadística principal que define al más grande de todos los tiempos, si lo limitamos a los números.
“Oficialmente es un bromance”
La ceremonia de premios, con la duquesa de Cambrige entregando los reconocimientos y Sue Barker, ex tenista británica de entrevistadora, rompió los moldes de los discursos.
“¿Quedas con hambre de triunfo después de esta campaña?”, preguntó Barker.
“Absolutamente no. Estoy exhausto”, replicó Kyrgios, que recibió el plato de vicecampeón con su gorra roja, rompiendo a placer el código blanco tradicional del torneo.
Djokovic declaró como oficial el “bromance”, con el australiano, a quien tendrá que invitar a cenar, como apostaron que haría el ganador, en la previa a través de Instagram.
«Pero Nick propusó y a una disco y volverse locos», le comentó Barker.
«Yo no respondí a eso. Estaba mi señora al lado. Dejémoslo en una cena y ya veremos», dijo Djokovic, con el trofeo dorado en sus brazos. El mismo que le permite seguir cerquita de Nadal. Por lo menos hasta Nueva York.