PARÍS – Hace 12 años, en 2012, Ion Tiriac ordenó lanzar sal sobre las flamantes canchas de arcilla azul con las que el torneo de Madrid pretendía sorprender al mundo. Lo hizo en la noche previa al inicio del certamen, apelando a un «truco» que compacta la superficie cuando hay humedad, pero que no funciona en la seca Madrid. Aquellas canchas de maravilloso azul cobalto se convirtieron en pistas de patinaje. La sal, suelta, era un peligro. Doce años más tarde, quien patinó fue Novak Djokovic, que resbaló y cayó varias veces en el estadio central de Roland Garros.
«No sé qué han hecho», dijo el número uno del mundo al filo de la medianoche del martes tras un increíble 6-1, 5-7, 3-6, 7-5 y 6-3 sobre el argentino Francisco Cerúndolo en cuatro horas y 39 minutos.
El serbio dio una larga explicación de lo que le sucedió en un partido que tenía perdido, y vale la pena leer sus comentarios, porque pocas veces se habla en el circuito tan en detalle acerca de algo que es fundamental: la superficie de juego.
Y todo se reduce, al final, a un pulso entre el tenista más exitoso de la historia y los organizadores de uno de los torneos históricos del tenis. El tenista pedía que se barriera y «acomodara» el polvo con más frecuencia de lo habitual. Y los organizadores le decían que no. A partir de ese desacuerdo se disparó una historia que, dice el propio serbio, podría terminar con su retirada del torneo por lesión.
«Las condiciones o el tipo de circunstancias meteorológicas que hemos tenido este año son bastante inusuales. Tuvimos mucha lluvia, mucha humedad, mucho barro, condiciones muy duras en la pista que afectan a la pista, afectan a la humedad y a todo, que afectan a la superficie que es una superficie viva, ya sabes, como la hierba. Pero en hierba no puedes hacer mucho. En pista dura es como es. Pero la tierra batida es la superficie a la que puedes afectar de alguna manera con algo de trabajo y cuidado del suelo. En cuanto a la calidad de las pistas de tierra batida, Roland Garros es, con diferencia, la mejor del mundo».
Hasta ahí, los elogios de Djokovic al templo de la arcilla. Pronto llegaron las críticas, la frustración ante la máquina burocrática francesa de impedir que se instaló en uno de los estadios emblemáticos del tenis mundial.
«Con la salida del sol después de largos días de lluvia, he notado que ha afectado a la pista, sobre todo a las capas superiores de la tierra batida. No sé qué han hecho exactamente. Parece que han quitado parte de la arcilla, así que hoy había muy poca, casi nada de arcilla en la pista. Las condiciones más secas, el sol y el calor afectan a la tierra batida de tal manera que se vuelve muy resbaladiza».
La lesión de rodilla que sufrió en el inicio del segundo set, y que lo llevó a recibir atención médica en dos ocasiones durante el partido, tuvo que ver con esa extraña condición de la superficie, aseguró.
«Conozco al personal de mantenimiento desde hace muchos años y he tenido una gran relación con ellos, y de hecho hoy he hablado con uno de ellos cuando estaba calentando en la pista central unas horas antes de mi partido sobre, ya sabes, barrer la cancha cada segundo, tercer cambio, dándole un poco de un cuidado extra. La lesión que he tenido hoy en la rodilla ha sido exactamente por eso, porque me he resbalado, y yo me resbalo mucho. Todo el mundo resbala en la tierra batida, pero yo resbalé demasiadas veces. Es bastante inusual. Claro que sí, porque tengo un tipo de movimiento agresivo, cambio dinámico de direcciones. Es normal para mí, he resbalado y me he caído en la tierra batida muchas veces en mi vida, y en la hierba también, pero hoy han sido demasiadas veces».
Cuando el serbio quiso apelar a la flexibilidad de la autoridad se encontró con una palabra que se escucha con mucha frecuencia en Francia: «Non». No.
«He tenido una conversación con el juez de silla y le he preguntado si sería posible barrer la pista. No esperar a que termine un set, sino cuidar la pista con un poco más de frecuencia. Ella dijo que lo comprobaría, y habló con el personal de mantenimiento o el supervisor, el supervisor con el personal de mantenimiento, y la respuesta fue no. Pedí al supervisor para tener una conversación, y yo sólo pedí una explicación. Yo no estoy señalando con el dedo, (…) sólo estoy tratando de entender en todo este proceso lo que es el daño a la cancha al barrerla, que de todos modos, lo hacemos con los pies. Antes de servir, muchos jugadores lo hacen, o bien limpian la línea o el espacio delante de donde vas a botar la pelota o detrás. No veo por qué eso es perjudicial para la pista».
«Algunos de los miembros de mi equipo también están teniendo una conversación con la gente de Roland Garros, sólo tratando de entender. Estoy tratando de entender por qué es tan complicado hacerlo y por qué es que la respuesta es constantemente no. No lo entiendo. No podemos tratar estas condiciones como condiciones comunes. No son comunes. Ya sabes, tuvimos lluvia. Tuvimos muy mal tiempo durante días, incluso una semana. Así que eso ha afectado a la propia cancha».
Djokovic, fiel a sí mismo, apeló al dramatismo: «Hoy me he lesionado. Sí, sobreviví. Gané el partido. Estupendo. ¿Pero podré jugar el próximo? No lo sé. No sé la gravedad de la lesión. ¿Pero podría haberse evitado esta lesión? Posiblemente, si, ya sabes, si sólo hubiera un poco más de cuidado frecuente de la cancha durante el set».
La experiencia indica que el miércoles, cuando Djokovic juegue por el pase a semifinales con el noruego Casper Ruud, en lo que será una reedición de la final de 2023, el serbio estará en condiciones.
La situación de la pista central de Roland Garros es un enigma, las críticas de Djokovic a la organización, un acierto. Pero hay un error también, un error en el que el serbio es reincidente: su obsesiva necesidad de ser querido y aplaudido.
A partir de esa necesidad evidente desde hace años es que Djokovic exagera y se pasa de la raya. Hace pocos meses se lamentó de no haber logrado ser amigo de Rafael Nadal y Roger Federer. Seguramente sabe que ni el suizo ni el español arengarían una y otra vez al público pidiendo, casi exigiendo, ser alentados, ser apoyados en detrimento del rival. Ni Nadal ni Federer festejarían con ese énfasis y esos gestos exagerados hacia la tribuna puntos en los que la suerte tuvo tanta influencia como el talento y el esfuerzo.
El mismo Djokovic admite que sus lesiones y recuperaciones milagrosas generan confusión en el rival, en este caso en Cerúndolo: «No es fácil jugar contra alguien que no se está moviendo a su mejor nivel durante dos sets y de repente empieza a moverse genial y a jugar genial. Por supuesto que entiendo que no es una situación perfecta, ideal para él. La razón por la que continué es porque yo realmente quería ver si un extra de anti-inflamatorios y medicamentos me iban a hacer efecto y realmente me ayudaban a reducir algunas de las limitaciones. Y eso es lo que pasó».