Año 2024, Rafael Nadal regresa al tenis. Parece una historia nueva, y lo es, aunque también es vieja: lo de quedar fuera del circuito y luego regresar (y hacerlo con éxito) es algo que el español ha hecho muchas, demasiadas veces. Alcanza con un dato para tomar idea de la dimensión del asunto: de 21 años en el circuito profesional, Nadal estuvo cinco sin jugar.
¿Entiende Nadal el significado de la palabra «no»? Quizás haya sangre aymara en sus venas.
Antes de la llegada a América de Cristóbal Colón, los aymara estaban asentados en lo que hoy es Bolivia y el norte de Argentina. La palabra «no» era una ausencia en su vocabulario, porque el «no» se asimilaba a la muerte. Es así que aún hoy a muchos descendiente de aymaras les cuesta decir no.
No es posible ser diestro y jugar al tenis tan bien con la zurda.
No es posible tener un pie roto desde 2005 y competir por ser el mejor de todos los tiempos.
No es posible lesionarse una y otra vez y volver una y otra vez en un nivel tan alto que te lleve a ganar títulos de Grand Slam.
No es posible haberlo ganado todo, estar casado, ser padre, tener más dinero del que se puede gastar en 50.000 vidas y querer volver al circuito camino a los 38 años.
No es posible… a menos que seas Nadal.
Brisbane, en enero, Nadal regresa al tenis, para luego continuar en el Abierto de Australia, el mismo torneo que lo vio lesionarse en 2023. Un torneo cruel con él, en el que perdió semifinales y finales que no debía perder y sufrió lesiones de gravedad. Un torneo que fue escenario de su gran pelea con Roger Federer, un extraño momento entre dos jugadores que construyeron una relación de admiración y respeto.
Con Novak Djokovic imparable, Carlos Alcaraz en la disputa por lo más grande y una nueva generación cada vez más hambrienta y confiada, la reaparición de Nadal es pura disrupción en un circuito que comenzaba a acostumbrarse a seguir sin él. No será así, Nadal está de regreso.
¿En qué condiciones, hasta cuándo? Imposible decirlo, lo único que sabemos es que para él, «es tiempo de regresar». Parece que solo entiende una palabra: «sí».