RÍO DE JANEIRO – Los niños se agolpan contra el vidrio, abren bien grandes los ojos y preguntan entusiasmados, vociferantes: «¿Cómo va Fonseca, cómo va el partido?».
Es el domingo 16 de febrero de 2025 en Río de Janeiro, esos niños, decenas y decenas de ellos, están en el Jockey Club de la ciudad brasileña, sede del Rio Open, un ATP 500 que es el mayor torneo de Sudamérica. A casi 2.000 kilómetros está Joao Fonseca jugando la final del Argentina Open, en Buenos Aires, un partido eléctrico, caliente, en el que termina derrotando al argentino Francisco Cerúndolo.
Es el primer título de Fonseca, de 18 años, en el circuito de la ATP, y el inicio de una nueva era en el tenis brasileño. Esos niños que gritan a través del vidrio a los periodistas, que pueden seguir la final por televisión, están desesperados por saber cómo va Fonseca. Porque aman el tenis, y porque todos ellos sueñan con ser Fonseca.
Al día siguiente, lunes 17 de febrero de 2025, cuando Fonseca pisa el Jockey Club, todo se revoluciona. Centenares de personas se agolpan ante las canchas de entrenamiento, elevan sus teléfonos móviles e intentan grabar, captar al menos un fugaz instante de un día en el que sienten que está pasando algo grande.

En Sao Paulo, camino al partido de su equipo, centenares de hinchas del Palmeiras se agolparon ante el televisor de un bar para seguir la final en Buenos Aires.
Brasil, que tuvo grandísimos jugadores como Maria Esther Bueno y Gustavo Kuerten, está viendo revivir su tenis. En la misma semana en que Fonseca apareció en el número 68 del ranking de la ATP, otros dos jugadores -Thiago Seyboth Wild y Thiago Monteiro- figuraban entre los cien mejores, algo que no sucedía desde hacía siete años.
El momento recuerda, aunque con obvias diferencias, a la fulgurante aparición de Kuerten en 1997, cuando desde la nada ganó siete partidos para conquistar Roland Garros, torneo que ganaría dos veces más, en 2000 y 2001. Aquella vez, hace ya 28 años, una improvisada batucada desfiló por las instalaciones de Roland Garros, dándole al torneo parisino un ambiente muy diferente al habitual.

Fonseca no ganó Roland Garros, claro, apenas un ATP 250, aunque en una de las ciudades con más pasión y conocimiento del tenis que hay en el mundo. Pero el efecto que genera, la potencia del fenómeno hacen recordar al impacto de Kuerten.
Y el hecho de que haya perdido en el debut en la noche de este martes 6-1 y 7-6 (7-4) ante el francés Alexandre Müller no cambia nada: Fonseca estaba cansado tras la intensa semana en Buenos Aires y claramente tenso por la responsabilidad de jugar ante su público. Un aprendizaje, que es lo que hay que hacer a los 18 años, cuando se tiene toda una carrera por delante.
«Sabía que iba a tener que enfrentarme al nerviosismo y no pude hacerlo. No pude jugar el partido, no pude ser yo mismo en la cancha, mi forma alegre, mi forma feliz de jugar, no pude encontrar esas formas, no pude jugar con el público. Creo que esa fue mi frustración hoy. No pude ser yo mismo en la cancha», admitió un Fonseca con la mirada humedecida.
Claro que está pasando algo grande, dice a CLAY Luiz Carvalho, director del torneo de Río, un delicioso evento enmarcado por los morros tropicales y la selva subtropical de una de las ciudades más fascinantes del mundo.

«Es un momento único para el tenis brasileño, un momento muy especial. Estamos viendo de primera mano el nacimiento de un ídolo, posiblemente un ídolo mundial».
Carvalho está asombrado por la madurez de Fonseca.
«Lo que más nos impresiona es la forma en que se las arregla para lidiar con toda esta expectativa sobre él. Y estar tranquilo, y estar feliz y siempre riendo, con una energía muy liviana. Incluso estaba hablando con Sasha (Zverev) ayer, que hizo una declaración en su conferencia de prensa muy interesante, dijo que se está poniendo mucha presión sobre Fonseca. Así que le dije, Sascha, deberías hablar con él sobre tu experiencia, tú has pasado por muchas cosas así, tú también empezaste a ganar cosas a una edad muy temprana, y estoy seguro de que en Alemania también te ponían mucha presión».
Es muy cierto que Fonseca no necesita nada para asegurarse la vida, porque el dinero sobra en su familia. Podría, entonces, ser un flojo, levitar y vaguear por la vida. Por el contrario, es un deportista de alma, alguien que acepta y busca el sacrificio, alguien con pasión por lo que hace y sueños de campeón. No es lo habitual, ni en el tenis, ni en la vida.
«Es millonario, su familia tiene mucho dinero, pero tiene hambre, tiene ganas, tiene disciplina y es muy educado», dijo a CLAY en Río un socio del Jockey Club que conoce a la familia Fonseca y sigue la evolución de la nueva estrella del deporte brasileño.
Christiano Fonseca Filho, conocido como «Crico», es el padre de Joao y fundó «Inversor Profesional» (IP), la primera gestora de activos independiente de Brasil, en 1988.
Según datos de Anbima, la asociación de gestoras brasileña, IP gestiona actualmente 2.500 millones de reales (unos 440 millones de dólares) en fondos de clientes. Christiano Fonseca paga la formación y el equipo que apoya al tenista. que en 2024 decidió dedicarse profesionalmente al tenis en lugar de estudiar e intentar jugar en una universidad de Estados Unidos, según destacó recientemente el diario deportivo «Lance».
Roberta Fonseca, madre de Joao, le dio a su hijo la genética de atleta, añade el periódico. Roberta jugó en el equipo juvenil de voleibol del Flamengo a principios de los 80 e incluso lo hizo con la ex estrella de la selección brasileña Dulce Thompson y Karin (medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000). Hoy, Roberta sigue jugando a alto nivel al voleibol en un equipo de veteranas.

Esa combinación de sabiduría financiera y de experiencia deportiva quizás explique que Fonseca sea mucho más maduro que Roger Federer a su edad, incluso que Novak Djokovic y Rafael Nadal. Juega un tenis caliente, de derecha devastadora y ambición constante, pero razona con una cabeza fría.
«El otro día le dije a los chicos que me pedían autógrafos. ¡pero si tú entrenas conmigo por las mañanas!», se reía el carioca esta semana, un tanto impactado por la cantidad de mensajes y la gente que le escribió tras alzar el trofeo en Buenos Aires, en una semana en la que derrotó a cuatro argentinos, todo un dato entre dos países que mantienen una gran rivalidad deportiva..
«Es un honor. Jugadores que son ídolos nacionales y mundiales. Neymar, Vinícius Júnior, Ronaldo… Son ídolos para mí, gente que yo consideraba intocable. Me felicitan y saben quién soy. Es sensacional. Creo que algunos niños dicen que soy un ídolo para ellos y yo digo que hace dos años veía a otras personas como ídolos, yo era más un fan. Han cambiado muchas cosas, como he dicho, y estoy muy contento con todo lo que está pasando…».

Desde la cancha central Gustavo Kuerten se observa en las noches la figura iluminada del Cristo Redentor, símbolo de Río y de Brasil, la novena economía del planeta. La visión es imponente, y el futuro del torneo es prometedor también.
«Nuestros teléfonos no paran de sonar, es gente que quiere venir a ver a ver jugar a Joao, gente que probablemente antes no estaba interesada en el deporte y ahora sí», certifica Carvalho, que también está asombrado por la efervescencia de los más pequeños.
«Es uno de los puntos que estamos analizando. Aún no tenemos datos, pero esta nueva generación, y hablo de João, pero también de (Jannik) Sinner y (Carlos) Alcaraz, han atraído a más jóvenes a este deporte. Aquí en el club es visible porque ves muchos niños, llevamos once años haciendo este torneo, y nunca he visto tantos niños detrás de los jugadores, ni siquiera cuando jugaba Nadal».