PARÍS – El viernes por la noche, tras la muy sufrida victoria sobre el taliano Jannik Sinner en semifinales, Carlos Alcaraz escuchó una pequeña crítica durante la cena con su familia y su equipo.
«¡Carlos, es que no te has reído hasta el quinto set! Ni una sonrisa hasta entonces…».
El joven de 21 años, que estaba a 44 horas de alzar el trofeo de Roland Garros, dio una explicación, pero su interlocutor insistió en esa mesa parisina: «Si la sonrisa no llega, hay que buscarla. La sonrisa te instala en un círculo virtuoso».
Es lo que funciona para Alcaraz, porque pedirle a otros jugadores que sonrían durante sus partidos sería inviable. No es el caso del español, que se ha hecho conocido, además de por su tenis repleto de chispa, imaginación y fuerza, por la amplia sonrisa que muestra con enorme frecuencia.
Busca los golpes geniales, los puntos espectaculares. Y si lo logra, sonríe. Y sonríe en muchas otras ocasiones. Eso, en el tramo final de una Roland Garros que le generaba una presión psicológica muy especial, se vio menos, aunque en la final volvió a ser en muchos tramos el sonriente Alcaraz.
Quizás sonría también el español cuando lea lo que su entrenador, Juan Carlos Ferrero, le dijo a un grupo reducido de medios, entre ellos CLAY, tras la victoria en cinco sets sobre Alexander Zverev en la final del Abierto de tenis de Francia. Este fue el diálogo.
– Con 21 años solo le queda ganar el Abierto de Australia para haber conquistado los cuatro…
– Es que es una broma. ¿Ya estamos pidiendo otro? Bueno, bueno, nosotros también se lo pediremos. Yo creo que hay que seguir mejorando. Obviamente, los Grand Slams son un objetivo. Creo que donde va Carlos, pues, ya se le tilda de favorito. Hay que conseguir esa soltura para que el favoritismo no pese y jugar su tenis, que es maravilloso.
Ferrero estaba especialmente emocionado, porque el título de Alcaraz en París tiene connotaciones especiales para él. Antes de que Rafael Nadal iniciara en 2005 un cuasi monopolio que se extendió hasta 2022, el último español en ganar el trofeo de los mosqueteros había sido él, en 2003.
Alcaraz campeón de Roland Garros
Que 21 años después le pasara simbólicamente el testigo desde las gradas al jugador que construyó hasta llevarlo al número uno del mundo y a ser el más joven ganador de tres grandes en tres superficies distintas es algo que toca a Ferrero en lo más profundo.
«Es un torneo muy especial. El haber ganado aquí, poder transmitir la experiencia que he tenido yo al ganar aquí… Y, sobre todo, tener a tu pupilo que también lo ha podido ganar. Hoy, cuando nos hicimos la foto, le he dicho que era muy especial, que el haber ganado aquí los dos era una historia muy bonita y que teníamos que estar muy orgullosos».
