NUEVA YORK – La voz se le quebró a Taylor Fritz cuando en el estadio Arthur Ashe, intentó expresar con palabras lo que estaba sintiendo: «Es un sueño hecho realidad, estoy en la final del US Open».
Su colega y compatriota Cristopher Eubanks -en el rol de comentarista y entrevistador- lo anunció en la pista como si Fritz no lo supiera, antes que las emociones superaran al 12 del mundo: es el primer local que jugará por el título de singles masculino del US Open en 18 años.
Fritz ha sido el tenista número uno de la actual generación estadounidense, pero era el único de los que hace un par de años habitan en el top 20 que no había podido llegar a instancias decisivas en un torneo de Grand Slam. Se anotaron en semifinales Tommy Paul, Ben Shelton y Frances Tiafoe. Fritz perdió cuatro veces en cuartos de final. Contento por sus amigos a quienes conoce desde los tiempos de juniors, esperó con humildad y trabajo su momento, hasta llegar en 2024 a Nueva York.
«Creo que la forma en que lo manejaba mentalmente era, bueno, cada vez que llegaba a los cuartos de final, jugaba contra Djokovic. Una forma de proteger mi ego», dijo entre risas a los medios en Flushing Meadows.
En efecto, el serbio fue su techo dos veces en Grand Slams. Antes, fue Rafael Nadal en Wimbledon 2022. Hasta en julio pasado, cuando en el All England Club se cruzó con Lorenzo Musetti
«Tuve una donde jugué contra Musetti y me dominó completamente. Ahí que dije que la excusa antigua ya no valía, que lo de Rafa y Novak ya no servía», afirmó.
La noche del viernes venció a su amigo de adolescencia Tiafoe por 4-6, 7-5, 4-6, 6-4 y 6-1, y se convirtió en el elegido para pagar el domingo la deuda del tenis estadounidense, que atraviesa una sequía importante de éxitos en relación a su poderosa estructura en el deporte, desde los tiempos de Andy Roddick.
El nombre del ex número uno del mundo es el que ronda una y otra vez entre los actuales tenistas norteamericanos: último campeón masculino de Grand Slam (2003), último finalista en Nueva York (2006), último finalista en cualquiera de los cuatro torneos grandes (Wimbledon, 2009).
Una sequía en gran parte explicada por la dictadura de Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, y también porque por varios años no apareció ningún fuera de serie de la talla de John McEnroe, Jimmy Connors, Pete Sampras, Andre Agassi o Roddick.
Fritz sabía que la ventana se estaba abriendo cada vez más. Eso dijo en una entrevista con CLAY, dos años atrás, cuando el retiro de Federer se avecinaba, y las lesiones empezaban a demoler a Nadal, aunque Djokovic se mostraba igual de sólido que siempre.
«Los majors son mucho más ganables que antes. Me entusiasma, porque siento que conseguir estos títulos ya no es tan difícil. La puerta ya se está abriendo poco a poco y ya se puede ver: han habido muchos más ganadores de Masters 1000 en los últimos dos años que probablemente en toda la vida. Cuando yo tenía 18, 20 años, básicamente sólo cuatro o cinco personas podían conseguir grandes eventos».
Así, Fritz aprovechó un US Open simbólico en lo que al fin de la era se refiere, sobre todo con el desgaste del serbio, quien ha sido su pesadilla deportiva y a quién nunca ha podido vencer.
«Es una situación estresante la de jugar por ser ‘el’ primer estadounidense en la final después de tanto tiempo», dijo a la prensa.
Fritz no piensa en Roddick, ni en los años sin grandes conquistas de una nación tan poderosa. Saldrá el domingo a plantarse frente a Jannik Sinner, con el head to head empatado con una victoria por lado, y cediendo el favoritismo al italiano.
Lo dijo en aquella entrevista: «La presión que siento es la que me pongo yo mismo». No parece ser distinto.