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Pedro Cachín, o cómo mirar a los ojos y seguir soñando en el tenis cuando el éxito todavía no llegó a los 27

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PARÍS – En el tenis, un mundo hipercompetitivo cruzado por la desconfianza y la ambición, no es muy habitual encontrarse con un jugador que habla pausada y reflexivamente con la prensa y revela sus temores y límites mientras mira a los ojos a su interlocutor. Tampoco con alguien al que a los 27 años el éxito todavía no le llegó, pero que se siente con fuerzas y optimismo para comenzar con lo que podría definirse como el primer año del resto de su vida tenística.
Ese alguien es Pedro Cachín, un jugador argentino que esta semana, con el puesto 152 del mundo, alcanzó el mejor ranking de su carrera, pero que tras llegar a la segunda ronda en Roland Garros -el primer torneo de Grand Slam de su vida- estará en breve dentro de los 140 primeros. 
«En enero de 2021 estaba 400, hoy 140. Tengo que estar contento», dice Cachín tras ser eliminado por Hugo Gastón, un verdadero huracán francés, 6-4, 6-2 y 6-4 en el estadio Suzanne Lenglen, el segundo en importancia del complejo de Roland Garros.
Un estadio demasiado grande para lo que está acostumbrado, admite Cachín.
«Es muy difícil jugar ante semejante magnitud de cancha y público», explicó, al tiempo que trajo el recuerdo de lo hecho por su compatriota Sebastián Báez el miércoles, cuando tuvo match point ante el alemán Alexander Zverev, número tres del mundo, y no dio la más mínima señal de sentirse intimidado por jugar a sus 21 años en la cancha central. Por el contrario, se lo vio feliz y energizado por estar en el Philippe Chatrier. 
«Lo que hizo Báez ayer a su edad es muy impresionante. Yo no lo supe hacer, y no me considero mal tenista. Jugar en canchas tan grandes… me toco jugar en la central del Godó con 18, 19 años y no supe pararme, me quedó gigante. Cambia la perspectiva, ves la red más alta, no sabia donde pararme…».

Años después, la Suzanne Lenglen, que es más grande que la central del Real Club de Tenis Barcelona, desequilibró también a Cachín.
«Hoy era lindo donde estaba, pero muy grade. Si hasta tenés menos tiempo entre saque y saque porque la toalla te queda más lejos…».
Jugar en uno de los dos escenarios más importantes del torneo tiene también sus beneficios. La cadena hotelera Accor le da a los jugadores una suma de dinero por vestir su logo en las mangas, ya que la exposición es muy grande si se juega allí. A Cachín le vino maravillosamente bien. 
«Yo hoy no tengo sponsor de ropa. Te ofrecen eso en la central, y a mí el dinero no me viene mal», admitió el argentino, que se va «contento» de París. Pese a caer en la segunda ronda de la clasificación, ingresó al torneo como «lucky loser» y fue capaz de ganar la primera ronda.
«Esto me cambia muchísimo, es un torneo de una magnitud muy grande, cambia a nivel plata, a nivel reconocimiento. Y subo mucho en el ranking».
Cambia, claro. El haber llegado a segunda ronda le garantizó 86.000 euros a Cachin, más que los 89.000 dólares que había sumado hasta ahora en un 2022 en el que conquistó dos torneos challenger.
«Hoy tengo un ranking que puedo gestionar el calendario como yo quiero. Elegís cuando jugar y descansar. Ahora voy a poder viajar con entrenador y con fisioterapeuta», se alegra Cachín, que deja una definición muy interesante de lo que es la vida del tenista, probablemente de cualquier deportista: «El tenis se trata de competir en los días malos, porque los buenos son los menos». 
El argentino recuerda una conversación que tuvo el año pasado con «un joven tenista» de 21 años que estaba «quemado», que no encontraba ya camino ni futuro en su profesión.
«Yo le dije: con 27 años me siento mucho más joven que vos de cabeza. Ser Alcaraz o Báez es muy difícil. Hoy, por suerte, a ese jugador le está yendo bien».
Hace ya muchos años, en 2014, Cachín se instaló en Barcelona por cuestiones familiares. No le fue nada sencillo, pero tuvo la suerte de ser adoptado tenísticamente por el español Alex Corretja, ex número dos del mundo, campeón del Masters 98 y dos veces finalista de Roland Garros. 
«Cuando me vine me vine inconsciente, no recuerdo haber tomado la decisión y decir, sí, me voy de Argentina. Le salió una oportunidad a mi familia, me costó dos años, dos y medio adaptarme, saber que los domingos iba a estar solo, aunque Alex siempre estaba ahí».
Pero vivir en Europa tiene sus ventajas: «Yo mañana voy a estar en casa a las 14.30, Camilo (Carabelli) no puede hacer eso tras tantos días de emociones y desgaste. Seguramente se quedará jugando torneos, no podrá ir a su casa. Y eso marca una diferencia».
Ahora que empieza a acercarse a una carrera exitosa, ¿qué le depara el futuro a Cachín, cuanto tiempo más quiere jugar?
«Me quedan por lo menos cinco años si los resultados y las lesiones me acompañan».
Lo dice convencido, mirando a los ojos.
+Clay  El más australiano de los griegos - Carta desde Melbourne (2)

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