PARÍS – Rafael Nadal es feliz en París, y eso no debería ser noticia, al fin y al cabo es el dueño de 14 títulos en Roland Garros. Pero detrás de las sonrisas, las bromas y las ironías que desplegó este martes en el Court Central Philippe Chatrier hay también algunos nubarrones, algunas dudas enquistadas en la mano izquierda del español.
«No estoy bien», le dijo un sudado Nadal vestido de blanco Wimbledon a su compatriota Anabel Medina, capitana de la Billie Jean King Cup, mientras le mostraba los dedos de esa mano.
Todo transcurrió en la inmensidad del estadio más importante en la historia del deporte español. Además de Nadal, dueño de esos 14 títulos, estaban Carlos Moyá, campeón en 1998, David Ferrer, dos veces finalista, y Carlos Alcaraz, campeón el mes pasado.
Nadal le preguntó a Medina si había agua. Y la había, claro, pero no en las botellas de plástico tan habituales en el circuito de la ATP.
Se necesitaba una cantimplora y llenarla desde un bidón colocado dentro de una nevera en la cancha central. Nadal demoró un par de minutos en hacerlo, no podía abrir el grifo, Medina lo ayudó.
«¿Queda algo de pegamento?», volvió a preguntar Nadal a su médico Ángel Ruiz Cotorro mientras se ajustaba por enésima vez las vendas en sus dedos.
La tarde incluyó otras frases como «tengo que descansar» o «no me he recuperado». Del otro lado de la red, su entrenador, Moyá, y el capitán de la Copa Davis, Ferrer.
Nadal es, una vez más, un enigma. En un 2024 en el que jugó apenas seis torneos y 17 partidos tras un 2023 en el que casi no pisó un certamen oficial, el español tiene como objetivo hacer unos buenos Juegos Olímpicos. Claro, en su caso eso significa mucho, ya que fue oro en individuales en Pekín 2008 y en dobles en Río 2016.
Pero el paso por Bastad, donde llegó a su primera final en 25 meses, profundiza las dudas: la contundente derrota en la final ante el portugués Nuno Borges, un jugador ante el que en condiciones normales es impensable que pierda, permite preguntarse en qué forma llega Nadal a París 2024.
Ruiz Cotorro tuvo trabajo: Nadal frenó con frecuencia el entrenamiento para ajustarse las vendas en su mano izquierda, mientras bromeaba con el médico acerca del «pegamento caducado en 1972» con el que estaba tratando de acomodar esos vendajes.
¿Qué le pasa en la mano a Nadal? En el final del entrenamiento, Ferrer sonrió ante la pregunta de CLAY.
«Nada, nada, ¡está mejor que nunca!».
Ante la insistencia, el capitán de la Davis dejó la broma de lado: «Tape caducado, nada más».
Nadal abrirá dudas acerca de su juego, pero nadie puede negarle el buen humor que exhibió a lo largo de su entrenamiento. Cuando, ya en el final, se acercó a saludar a Alcaraz, su compañero en el dobles olímpico, el mallorquín sacó a la luz un asunto clave, el de las modestas condiciones de alojamiento en la villa olímpica.
Las estrellas del tenis no están acostumbradas a dormir en camas de cartón ni a tener la cantidad justa de toallas. Nadal le propuso a Alcaraz una solución.
«No se si en el vestuario no deberíamos coger unas toallas», dijo el 14 veces campeón.
«¡Hacemos un atraco de toallas!», respondió divertido el reciente campeón.