El tenis de las últimas cuatro décadas sería distinto de no haber existido Nick Bolletttieri, que murió este 4 de diciembre de 2022, a los 91 años.
A la hora de mantener una conversación sobre tenis, Bollettieri era una de las personas más interesantes que uno podía encontrarse. Sabía mucho, muchísimo, pero además lo contaba con pasión y alegría.
Esta entrevista, inédita, fue hecha en febrero de 2019 en Río de Janeiro, durante el Río Open.
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El estadounidense necesitó apenas una frase para que se entendiera el secreto de su éxito: «La edad son números, solo números. Para mí, yo soy un muchacho joven».

«¡Del Potro es como la Estatua de la Libertad!», dijo durante un tramo de la entrevista en el torneo brasileño. La conversación fue un verdadero repaso por el tenis de los ’80 y los ’90, sus épocas de mayor influencia. En la entrevista, Bollettieri reveló algunos secretos de la fórmula que le permitió llevar al éxito a tantos y tantos jugadores, desde Andre Agassi y Anna Kournikova a Marcelo Ríos y Boris Becker, pasando por Jim Courier, Monica Seles, Maria Sharapova o las hermanas Williams.
El eternamente bronceado Nick hizo una broma acerca del fuerte calor brasileño: «Estuve diez minutos al sol y tuve que irme… ¡Es la primera vez en mi vida!».
– El mundo del tenis se pregunta: ¿Qué hace Bollettieri, por qué sigue trabajando a los 80 años?
– Si pagaras todas las cuentas que tengo que pagar yo seguirías trabajando… (ríe). ¿Por qué? Porque la edad son números, solo números. Para mí, yo soy un muchacho joven. Amo trabajar, no pongo excusas. Tenemos con mi mujer dos niños adoptados de Etiopía. Y uno de mis hijos le preguntó una vez a mi esposa por qué me miraba tanto en el espejo. «Porque papá se ama a sí mismo», respondió. Estoy, además, muy orgulloso de haberme convertido, dos años atrás, en el primer blanco en ser nominado para el Salón de la Fama Negra. Así es que mi hijo etíope me dice: «¡Papá, tienes que trabajar un poco más en tu bronceado!».
– Son ya muchos años en el tenis… ¿Qué es lo que le gusta del deporte hoy?
– Lo que me gusta es que hoy se vuelve a atracar en todos los puertos, no hay una única manera de jugar. El revés a una mano está de regreso, ves más saque y volea. El tenis de hoy te obliga a ser capaz de hacer un poco de todo. Y si tienes una debilidad mínima, el rival la va a explotar hasta ganarte.
– ¿Y qué es lo que ve y ya no puede soportar?
– A veces veo jugadores que están perdiendo 6-0, 5-0, 40-0 y pienso que no está terminado hasta que se haya acabado. Con la cantidad de dinero que se reparte en el tenis hoy, deberías rendir siempre, en especial pensando en gente que paga entradas caras y viaja desde lejos para ir a los torneos. Lo que se espera entonces de los jugadores es que lo den todo, que firmen autógrafos a los niños que esperan por horas, que participen en chats… Fuera de eso, creo que el deporte goza de buena salud. Podría ser mejor, sí, siempre se puede ser mejor. Pero hay que darle todo al tenis, le debemos mucho.
– Acaba de mencionar el revés a una mano, pero usted se hizo famoso por formar jugadores que le pegaban con las dos. ¿Es que le gusta en realidad el revés a una mano?
– Si me preguntan, creo que el revés a dos manos tiene más beneficios. Pero vean a Tommy Haas, ¡qué revés a una mano tan hermoso! Y piensen en Jimmy Arias: si su padre me hubiera dejado formarlo con revés a dos manos cuando Jimmy era un niño, con esa derecha tan poderosa que tenía habría ganado mucho más. Cuando trabajas con jugadores jóvenes no hay que decirles si es a dos o a una mano, hay que ver lo que hacen naturalmente.
– Lo que sí tenía siempre un jugador de la factoría Bollettieri era una derecha poderosísima. ¿Por qué?
– Porque esa es el arma que yo creo que debes tener. Cuando Jimmy Arias llegó al Colony Beach Hotel a finales de los ’70 era un niño diminuto de Nueva York. Lo puse a jugar en la cancha 3 con un grandote. ¡Cómo le pegaba, cómo saltaba! Me dije: esa es una derecha de Bollettieri. Y Jimmy abrió una nueva era de potencia en el tenis. Los grips (empuñadura de la raqueta) son totalmente diferentes hoy, un jugador no puede tener éxito con una derecha con empuñadura eastern. Necesitas una que va de western a semi western. La eastern o continental es para el slice, el drop o el saque, pero para una buena derecha necesitas una empuñadura fuerte.
– Federer y Nadal… ¿son eternos?
– A Federer se lo explica por el lado de que él es un campeón en todo lo que hace. La solidez de su familia, lo que hace por el deporte… Todo. Y Nadal… Nadal es… ¡un animal! Un animal… Lo que hay que respetar de él es que, no importa dónde esté la pelota, él va a llegar y va a pegarle.
– ¿Le gusta la derecha de Nadal? No es exactamente la del modelo Bollettieri…
– No, no lo es. ¡Pero mirá los resultados! Los entrenadores no deberían hacer que todos los jugadores jueguen igual. Fíjate en Brad Gilbert, sus golpes eran tan horribles que tenía que ponerme los anteojos. Y así y todo: número cuatro del mundo, vencedor de Boris Becker y Andre Agassi. Puede ser que el juego no fuera estético, pero Gilbert era un jugador increíble.
– Tuvo la experiencia de trabajar durante unos meses con Marcelo Ríos. ¿Cómo fue aquello?
– (pierde, por primera vez en la entrevista, cualquier atisbo de sonrisa) Muy, muy diferente. Tenía el talento más grande que le haya visto a un jugador en 60 años de carrera como entrenador. Trabajaba duro en el gimnasio, duro en la cancha, pero no respetaba el juego, no respetaba a los niños, no les dedicaba tiempo. No hacía mucho por el deporte fuera de la cancha, y eso era una pena.
– ¿Respetaba al entrenador?
– (piensa) Sí, era correcto en la cancha. Respetaba al entrenador y trabaja mucho en lo físico.
– Pero su actitud fuera de la cancha no le gustaba.
– No, no me gustaba. Y, en realidad, esa actitud lo dañaba a él. Seguramente debería haber tenido más respeto por los jugadores del circuito, por los niños que lo esperaban por horas para que firmara autógrafos. Creo que eso fue malo para su carrera, creo que, con una actitud diferente, Marcelo Ríos podría haber sido número uno por muchos años.
– El problema estaba entonces en su actitud.
– Estaba directamente aquí (se señala la cabeza). En la forma que encaraba la vida.
