MADRID – Tantas veces lo imposible fue posible, que Rafael Nadal y quienes lo rodean terminaron creyendo que las cosas son siempre así. Se puede ganar Roland Garros 14 veces, se puede volver al número uno del mundo tras lesiones y pausas que enviarían a la mayoría al retiro, se puede gritar «¡vamos!» y cambiar por completo la historia de un partido, bien lo sabe Daniil Medvedev.
Se puede, pero no siempre. Lo demostró el resultado de la decisión de retirarse en las finales de la Copa Davis en Málaga, un final injusto y amargo para la carrera del deportista español más grande de la historia, uno de los más grandes de todos los tiempos a nivel mundial.
Roger Federer le envió una carta de despedida que fue casi una declaración de amor, y a Novak Djokovic, tras asegurar que estaría en Málaga para asistir a la despedida del hombre que lo hizo mejor tenista, no se lo vio. Quizás el serbio y el suizo esperaban, al igual que Nadal y que el resto de los españoles, que la despedida fuera el fin de semana, y no en el debut ante Países Bajos.
Las especulaciones en los días previos acerca de si Nadal jugaría el individual no tenían sentido. ¿Qué otra opción tenía el capitán, David Ferrer? ¿O acaso la despedida de Nadal se daría en un dobles?
Sí, puede decirse que el dobles sería ante Países Bajos y que ya en semifinales llegaría el individual. Pero los españoles eran conscientes de que el debut escondía sus dificultades, de que quizás esa era la única oportunidad de que el mallorquín se despidiera jugando. Y si no lo hacía antes Botic Van de Zandschulp, 80 del ranking mundial, ¿con quién lo haría?
«Soy un privilegiado», dijo Nadal varias veces en su emotivo discurso de la noche del martes en Málaga. Es un privilegiado, sí, pero un ser humano como cualquiera, también. Sufre, se emociona, se siente presionado. Y la despedida en la Copa Davis era en realidad una trampa: a la responsabilidad profesional que siempre mostró Nadal se le sumaba la responsabilidad de no fallarle a su país, a la camiseta de España.
Demasiada presión para un tenista que apenas pudo competir en los últimos dos años y medio. Exactamente lo opuesto a lo que eligió Federer para su despedida, una Laver Cup que es una exhibición, un dobles junto a Nadal, su gran rival, y asegurándose de que todas las figuras del tenis estarían allí para aplaudirlo. Como guinda del pastel, la foto del suizo y el español tomados de la mano y llorando.
En Málaga, los mensajes de sus rivales en el video conmovieron a Nadal hasta lo más profundo, tanto como la entrega y el cariño del público, también. Muy extraño, sin embargo, fue lo sucedido este miércoles, cuando dos de los diarios más importantes de España no le dieron espacio en su portada al adiós de Nadal. ¿Quizás porque Málaga fue una trampa? Difícil celebrar el trago demasiado amargo que se vio obligado a tomar un deportista que merecía otra cosa.
