Era una costumbre que hoy ya no existe: a los periodistas se nos permitía el acceso a los vestuarios de los jugadores. Así, varias entrevistas se hicieron con el deportista desde la ducha. Sucedía en especial en Estados Unidos, o en el fútbol argentino.
Yo no entraba en esos espacios tan seguido, porque no soy cholulo (lamebotas), no me interesa ser amigo de los jugadores ni meterme donde no me incumbe. Cuando empecé, naturalmente fui amigo de varios, porque jugaba contra ellos. Con Ilie Nastase, Zeljko Franulovic y Manolo Santana compartí una cancha. También competí contra Guillermo Vilas, José Luis Clerc, Jaime Fillol y Pato Cornejo. Entonces, a los 32 años, cuando partí en el periodismo y había muy pocos periodistas, entraba a los torneos como ex jugador.
Hoy ni se me ocurriría entrar a un vestuario. No nos dejan, pero aunque pudiese, ¿qué voy a ir a hacer a un vestuario? Yo no hago nada que a los jugadores les moleste.
A mí me molestó ver a Mariano Ink en la conferencia de prensa de no sé quién en el ATP de Buenos Aires. Él es el dueño del Córdoba Open y representante de jugadores. ¿Qué está haciendo ahí? ¿Está inspeccionando lo que nosotros preguntamos? Los managers no tienen que estar en la sala de prensa, a menos que sean ellos los entrevistados. Así como yo no tengo nada que hacer en un vestuario, que es un espacio para los tenistas y sus entrenadores, él no tiene por qué entrar como Pancho por su casa a una sala de entrevistas a controlar qué le preguntamos a sus representados.
Benito Pérez-Barbadillo era de los que controlaba qué le preguntábamos a Rafa. Hace un tiempo, publiqué algo sobre Nadal, y Benito me dijo que no le gustó lo que escribí. “Qué lástima”, le puse yo. Lo siento. Siempre escribí lo que pensé. Respeto a Rafa, lo quiero a Rafa. Le hice una entrevista cuando varios de los que van a leer esta columna no existían. Ni Rafa existía. Tenía 15 años y no entendía por qué lo quería entrevistar. Yo digo lo que se me ocurre. Le guste a quien le guste.
Otra cosa que no me gusta, muy alejada de la función del periodista, son los aplausos. Y se ve cada vez más seguido. ¡No se aplaude a los jugadores! Ni en la cancha, ni mucho menos en la sala de prensa. Tampoco se los tiene que felicitar.
“Felicitaciones por el triunfo”. ¡No! Nosotros tenemos que decir si jugó bien o mal, hacer buenas preguntas, contar historias. Algunos lo escriben, otros como yo lo decimos por radio y televisión. No trabajamos para los jugadores, trabajamos para la gente. Entonces, ¿qué tenemos que aplaudir al jugador o felicitarlo? Eso lo tiene que decir y hacer el público. Si un periodista lo quiere hacer, es su problema, ¿eh? No es que está cometiendo un pecado el que aplaude o felicita, pero considero que el periodista está para otras cosas.
Es que hay muchos periodistas aduladores. Que van y chupan las medias al jugador. Qué quieren ser amigos, que se mueren porque los saluden. Yo nunca me siento adelante en las conferencias de prensa. Vine a la conferencia de prensa, no vine a ver a un amigo. Me impresionó tanto Federico Coria como Tomi Etcheverry, que cuando se iban me vinieron a saludar. Cosas que yo no hago. Otra cosa es cuando es una entrevista privada. El comentario es porque me parece que los de esta generación son chicos muy educados.
No pido favores, ni me gusta que me los pidan. No molesto a los jugadores y no quiero que ellos se entrometan conmigo. Yo digo lo que quiero, cuento lo que veo y lo que reporteo. Siempre de buena fe.