PARÍS – No les hubiera venido mal el dato a sus rivales a lo largo de dos décadas: la kriptonita de Rafael Nadal sobre la arcilla naranja de París no había que buscarla raqueta en mano, sino apuntando a su corazón. Vestido de chaqueta en el estadio Philippe Chatrier, algo sin precedentes, el español tuvo al fin la despedida del tenis que se merecía.
«Me han hecho sentir como un francés más aquí», dijo ya, agotado de tantas emociones, en una tarde que lo vio abrazado a Novak Djokovic, Roger Federer y Andy Murray un 25 de mayo de 2025 en Roland Garros, notable aniversario de otro 25 de mayo, este de 2005, en el que jugó por primera vez el Grand Slam que ganaría 14 veces.
Del Nadal hercúleo, potente e inabordable que a lo largo de dos décadas ganó 112 de los 116 partidos jugados en el Abierto de Francia no quedaba nada: el español era este domingo una hoja al viento, frágil y tembloroso, vulnerable como nunca antes.
No era para menos, ¿o quién sería capaz de agradecer en francés, inglés y español a la familia, los amigos, la esposa, el equipo técnico, el tío-entrenador, quién haría eso sin quebrarse?
Nunca se había escuchado a Nadal hablar tanto francés en público, aunque fuera un discurso leído y preparado con cuidado. Y nunca se había advertido que ese corazón que le ayudó a ganar tanto también tiene límites si lo entibian al nivel que lo enviaron este domingo, el de su último tango en París.

El mensaje a Toni, su tío-entrenador durante la mayor parte de su carrera, fue a corazón abierto y sin concesiones: nada de palabras azucaradas, para el que quisiera leer entre líneas, la historia de un vínculo tan exitoso como estresante e imposible de sostener sin magulladuras.
«Toni, eres la razón por la cual estoy aquí, gracias por haber dedicado una gran parte de tu vida a mí. Haciéndome sufrir, reír, y también llevándome al límite. Lo que hemos vivido no siempre ha sido fácil, pero sin dudas ha valido la pena. Quiero que sepas que mi gratitud por haber sacrificado tanto por mí es infinita. Has sido, sin ninguna duda, el mejor entrenador que jamás habría podido tener».
O el mensaje a su esposa, María Francisca, embarazada: «Espero poder hacerte feliz igual que tú a mí. Los dos sabemos que este último año y medio no ha sido fácil».
Aunque, claro, el plato fuerte llegaba a las 18:40, con una potente puesta en escena: Dkjovic, Federer y Murray ingresando al unísono al estadio para dar pie a una catarsis colectiva.
Todo era ya un mar de lágrimas. Se mezclaban las de Federer y Nadal en la despedida del suizo en septiembre de 2022, exhibidas en pantalla gigante en el estadio, con las de Federer, Nadal, Djokovic y Murray en el mayo francés de 2025.
Nadal, ya improvisando y sin leer, le dedicó unas palabras potentes al único de los cuatro que aún compite, campeón en Ginebra este fin de semana y jugador más exitoso de todos los tiempos.
«Novak, lo hemos conversado con Roger un par de veces: cuando dejas de jugar las cosas cambian», dijo Nadal a Djokovic, que tantas veces habló en los últimos tiempos de lo difícil que fue para él ser «el tercer hombre», el invitado no querido a una fiesta que debía ser de dos.
¿Qué falta entonces para darle sentido a las palabras de Nadal? El retiro de Djokovic. Cuando se despida, las líneas volverán a trazar un triángulo con vértices en Londres 2022, París 2025 y el sitio y momento que el serbio decida. Quizás entonces aparezca también una kriptonita oculta hasta hoy.