El tenis comenzó a agarrar tanto interés en las primeras décadas del siglo XX, que el viejo Wimbledon estaba quedando chico. Así, en 1922 el torneo abandonó las instalaciones de Worple Road – que lo vieron nacer en 1877 – para trasladarse unas cuadras más al norte, en el All England Club, donde en un tiempo récord de nueve meses, se levantó Centre Court.
Fue en un Middle Sunday que lució diferente. La tradición dictaba, hasta ahora, que no se jugaba durante el primer domingo desde que arrancaba la competencia y el club se cerraba para los espectadores. El único Grand Slam que se tomaba esa pausa.
Algunas tradiciones jamás se tocarán. Otras están para interrumpirse si los nuevos tiempos exigen cambiar, y la demanda de los fans por ver el tenis dominical, movió los hilos. Así, la acción deportiva coincidió con la ceremonia por el centenario de la pista, de alta carga emotiva.
Y a propósito del año especial y de la conversación de los nuevos tiempos con los pasados, el museo de Wimbledon exhibe un cuarto inédito que celebra la diversidad. Diversidad racial, sexual y social. El tenis no ha sido la excepción de un mundo que ha discriminado, ocultado y dañado a las minorías. En ese espacio se reconocen esas falencias y se mantiene vivo el recuerdo de quienes lucharon por un deporte (y un planeta) más tolerante, usando la Central como plataforma amplificadora de sus historias.
Como Althea Gibson, norteamericana que rompió las barreras raciales en los 50. La primera campeona afroamericana de un Grand Slam, quien ganó Wimbledon en 1957 y 1958. Gibson despachó una frase que en estos días parece impactante: “Atravesé un largo trecho hasta estrechar manos con la reina de Inglaterra, desde estar forzada a sentarme en la sección de color del bus en Carolina del Norte”.
La australiana aborigen Evonne Goolagong, no podía pagar nada cuando tuvo que viajar a competir. Ni la ropa, ni las maletas. Todo se compró entre la gente del su pequeño pueblo del interior de New South Wales. Fue campeona en el ’71 y el ’80.
En tanto, el mítico Fred Perry, último campeón de nacionalidad británica antes de Andy Murray, provenía de la clase trabajadora y debió volverse profesional después de su tercer título en Wimbledon en 1936 para hacer dinero con el tenis. No pudo volver a competir en The Championships tras seguir ese camino.
Y fue icónica la participación de las belgas Alison Van Uytvanck y Greet Minnen en 2019, al convertirse en la primera pareja homosexual en jugar en equipo el cuadro de dobles femenino.
En el tenis, las mujeres son quienes han forjado el camino de las minorías sexuales. Por el lado de los hombres, existe todavía una ausencia de tenistas abiertamente gay.
Nos leemos mañana con más historias de tenis… y que van más allá del tenis.