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“Mi miedo más grande como tenista era jugar para Brasil la Copa Davis en Argentina” – a fondo con Fernando Meligeni

Fernando Meligeni
Fernando Meligeni hoy, a los 54 años / SEBASTIÁN FEST
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SÃO PAULO – Nadie que haya visto jugar a Fernando Meligeni sería capaz de decir que tenía miedo en la cancha. Sin embargo, el semifinalista de Roland Garros 1999 tenía miedo. ¿Miedo de qué? De que el sorteo de la Copa Davis lo obligara a jugar para Brasil en Argentina.

“Si vos me preguntás cuál fue mi miedo más grande de cuando jugué al tenis, era que un día el sorteo de la Copa Davis diera Brasil-Argentina y yo jugar por Brasil en Argentina. Por suerte no se dio nunca, no sé cómo hubiera sido”, admitió Meligeni durante una extensa entrevista con CLAY en Sao Paulo.

Meligeni, de 54 años, fue número uno mundial juvenil representando a Argentina, su país de nacimiento, pero a los 18 años decidió representar a Brasil, el país en el que vivía desde los cuatro.

En la segunda y última parte de la entrevista con CLAY, el semifinalista de Roland Garros 1999 explica por qué en su momento creyó que Roger Federer era “malo” como tenista y revela detalles poco conocidos de su antipatía por Andrea Gaudenzi, jugador de su generación y hoy presidente de la ATP.

Entrevista a Fernando Meligeni

– ¿A qué edad se instaló a vivir en Brasil?

– A los cuatro años, en 1975.

– Pero jugó representando a Argentina como juvenil…

– Yo fui número uno del mundo juvenil, y a los 15 años me fui de Brasil para entrenar en Argentina, para hacer una experiencia allá. A los 18 decido que quiero jugar por Brasil. En Argentina yo era “el brazuca” y en Brasil “el argentino”. Estaba en el medio y no era nada. A los 14 fui a jugar un torneo en Argentina y no me dejaron hacerlo porque decían que no era argentino, pese a que tenía documentos argentinos. Fue Jorge Cano, de la Asociación Argentina de Tenis (AAT).

– ¿Usted presentó su DNI argentino y le dijeron que no era argentino?

– Me pasaba mucho. A los 15 o 16 años jugué un torneo en el Club Banco Nación, superé la clasificación, me tocó Diego Del Río en la primera ronda y me dicen otra vez que soy brasileño y no puedo jugar. Por suerte estaba mi vieja ahí, les mostró mi DNI y pude jugar. Gané el torneo. A los 18 el que no me dejó jugar el circuito sudamericano de la Cosat para Brasil fue el presidente de la Confederación Brasileña de Tenis. Argentina me dejó jugar y gané en Bolivia, Chile, Argentina, el Banana Bowl en Perú… Gané cinco torneos y me transformé en el número uno de Sudamérica. Luego, como número uno mundial juvenil, en Brasil no me dejaban jugar porque era argentino. Era así,  en Argentina no me dejaban jugar y tenía que mostrar el DNI por ser brasileñó y en Brasil no me dejaban jugar porque era argentino.

– ¿Y entonces?

– En un momento le dije a mi viejo que me iba a nacionalizar brasileño. Mi vieja se enloquece. Me dice, “no, estás loco, no te voy a ayudar, hacelo vos, es una decisión tuya”. Mi madre era más argentina que cualquier persona que puedas imaginar. Mi vieja, mi viejo, mi hermana… Nadie podía aceptarlo. Y claro, mis viejos se vinieron a Brasil con 40 años de edad, ellos no podían dejar de ser argentinos.

Fernando Meligeni
Fernando Meligeni en su época de jugador profesional

– Al querer nacionalizarse brasileño perdía la nacionalidad argentina, ¿correcto?

– ¡Ahí está la cosa! En ese momento no existía el Mercosur, tuve que hacer un montón de papeles para obtener la naturalización y debí entregar el documento argentino. Hoy no tengo documento argentino. Ni pasaporte, ni DNI. No tengo nada. Hay una anécdota divertida de cuando llevé a mi novia, después me casé, Carol, por primera vez a Argentina. Entrego mi pasaporte brasileño en el control de Migraciones y el tipo me mira y me dice, “¿argentino?”. Y yo le digo, “no, brasilero, soy naturalizado brasilero”. Insiste y me dice, “¿y los documentos argentinos?”. Y yo le digo “no tengo, yo soy brasilero”. Pero no lo estaba enfrentando, sólo estaba diciendo la verdad. Y me mira y me dice, mientras cierra mi pasaporte: “Pibe, entendé una cosa. Un argentino nunca deja de ser argentino”. Y yo le digo “sí señor, ok señor, ¡pero déjeme entrar!”

– En los octavos de final del Mundial de fútbol de 1990, cuando Argentina derrotó. Brasil, ¿por quién hinchaba?

– Siempre recuerdo que cuando Argentina ganó la Copa del Mundo en 1986, mi viejo tenía las fotos de Argentina y sus jugadores, y yo hinchaba… Creo que tendría que ser muy mentiroso para decir que en el fútbol salís de un lado y empezás a querer al otro. Si hoy me preguntas cómo veo al fútbol, te digo que de lejos, sin emoción.

– ¿Por qué? ¿Porque se mete en el tema de tus dos nacionalidades, de sus dos orígenes y entonces es mejor alejarse del fútbol?

– Sí. Lógico que yo quiero que Brasil gane, lógico que yo quiero que Argentina gane. Si van los dos, yo estoy mucho más para Brasil, lógico, porque hice toda mi vida ahora en Brasil. Es lógico, pero no tengo la locura que tiene un tipo que hinche por el fútbol.

– Y al mismo tiempo imagino que le seguirá generando algo.
– Mirá, si vos me preguntás cuál fue mi miedo más grande de cuando jugué al tenis, era que un día el sorteo de la Copa Davis diera Brasil-Argentina y yo jugar por Brasil en Argentina. Por suerte no se dio nunca, no sé cómo hubiera sido.

– ¿Cómo hubiera sido?

– A mí me putearon… No me olvido más. Jugando en Argentina, en la cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis contra Agustín Calleri. “Brasilleño botón, brasileño botón, sos un hijo de puta, la puta madre que te parió”. La mitad del estadio cantando eso. Eso dolía, te sentías mal. Porque el cariño por Argentina está. Yo soy brasileño, pero el cariño por Argentina nunca lo voy a perder.

– ¿No es más excesiva y fuerte la rivalidad del argentino con el brasileño que la del brasileño con el argentino?

– Ahora Argentina está ganando más en el fútbol, y así la rivalidad se transforma. Una cosa es tener rivalidad cuando estás siempre perdiendo y tu rival tiene cinco títulos mundiales, y otra es cuando empezás a ganar más. Yo soy un tipo que me peleo con todo el mundo cuando hablan mal de Argentina, es una cosa que no permito. Yo siempre digo que somos muy parecidos, siempre tenemos los mismos problemas, los mismos problemas políticos, los mismos problemas sociales. Son dos países distintos, Brasil muy grande, Argentina menor, pero tenemos los mismos problemas. Un tipo que tiene 50 y pico de años como tengo yo, ya vi Argentina de puta madre, Argentina mal, ya vi Brasil mejor, Brasil peor y nos peleamos por tonterías.

Fernando Meligeni, tras la entrevista con CLAY, posa en el estudio en el que se graba New Balls Please / SEBASTIÁN FEST

– Voy al tenis de hoy. Tuvimos la trilogía Nadal, Federer, Djokovic y ahora estamos en el Alcaraz-Sinner. Cuando ves a Alcaraz y Sinner ¿qué ve? 

– Veo un grandísimo nivel, pero veo una diferencia de los dos muy grande que hacía mucho tiempo no teníamos en el tenis. En la época en que nosotros jugábamos, la de Sampras y Agassi, veías el top ten y era mucho más duro que el que hubo con el “Big three”. Claro, son los mejores jugadores que existieron en la historia, puede ser que por eso se despegaron de los demás. Pero había diferencia con el cuarto, Murray, y mucha más con el quinto y el sexto. Hoy, la diferencia entre los dos primeros y el resto es enorme. Alcaraz y Sinner, si no tienen problemas, van a estar ahí por años. De cada diez finales van a estar en ocho. Al ritmo que van, van a amenazar el récord de 20-22-24 del “Big three”. Al ritmo que van… si tienen ganas de no hacer nada de su vida por 20 años, que es para mí el gran  triunfo de Nadal, Federer y Djokovic: los tres, además de jugar bien al tenis, aguantaron 20 años, vivieron para el deporte. Porque no nos vamos a mentir, tenés que vivir para el deporte, que es la discusión que plantea Alcaraz en [el documental] “A mi manera”.

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– ¿Qué opina de lo que dice Alcaraz?

– Yo creo que él dice “hasta acá voy, si esto me va a dar 20 Grand Slams o 15, este soy yo”. Y yo creo que Juanca [el entrenador de Alcaraz, Juan Carlos Ferrero], que es un tipazo, en un primer momento quiso ir a su manera y se dio cuenta de que para tenerlo a Alcaraz tiene que ir un poco a la manera de él también, a la manera de Carlos. Ser un gran entrenador es eso. Si mañana te entreno no te puedo imponer como a mí me parece que tenés que jugar, como a mí me parece que tenés que vivir, si tenés que salir a la noche, si tenés que tomar cerveza o no. Tenés que entender, y más con un pibe que no tiene ya 15 años, al que vos le decís y te responde todo con un “sí señor”. Con 17 te dice “sí, es verdad”, y a los 20 te dice “pero por qué, ¿me podés explicar?”. Y a los 22 te dice “no, no, no, coach, me parece que no, voy a hacer esto”. Y a los 25 te dice “callate, esto es lo que hago yo”.

– Bueno, el tenis es un deporte en el que el deportista es el jefe de su entrenador, incluso el que le paga. No es como el fútbol.

– Sí, pero depende también de la edad que tengas. Yo tuve eso con Ricardo (Acioly), mi gran entrenador y hoy gran amigo. Hoy nos reímos porque él me agarró cuando yo era 100 del mundo y no entendía aún mucho de tenis. Todo lo que me decía yo le respondía un “sí, Ricardo, ¡vaos, vamos!”. Y cuando llego a las semifinales de Roland Garros, al puesto 25 del ranking y gano tres títulos de la ATP yo cambio y tengo voz. Me decía que sacara a la derecha y yo le decía que no, que sacaba al revés. Y cuando me preguntaba por qué, yo le decía que él lo veía de afuera, pero que yo, adentro, sabía que lo correcto era sacar al revés.

– Es lógico, es un poco como el hijo cuando crece y le empieza a discutir al padre cosas.
– Eso, eso, eso. Entonces, lo que yo veo como Alcaraz es eso. Juan. Carlos lo agarró con 13 años de edad Era todo un “sí señor, sí señor, sí señor”. Y ahora no, ahora me quiero ir a Ibiza y chuparme todas, pero el lunes llego y me podés hinchar las pelotas si no cumplo.

 

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– ¿Ese “A mi manera de Alcaraz” se resume en fiesta? ¿O es más que eso? 
– Es más que eso. A ver. Ese “a mi manera” es el horario, es cuánto, es cómo. La verdad, el problema del jugador con el entrenador pasa por su compromiso, cuánto te vas a comprometer. Lógicamente, la noche y el chupi [el alcohol] son una de las cosas más importantes. Pero después está todo. ¿Cuánto va a participar la familia? La familia de Alcaraz está toda adentro. ¿Querrá Juanqui que el hermano de Alcaraz esté dentro del equipo? No lo sé.

– ¿Pero quién ganó esa guerra? ¿A mi manera o a tu manera?

– La ganó “A mi manera”. Y hoy lo tenés al pibe [el hermano de Alcaraz], lo tenés al padre. Y ahí tenés también una historia que para mí es muy grande que es la de (Albert) Molina, que es el manager de Alcaraz. Tenés que jugar este torneo porque te va a dar un millón de dólares. Y Alcaraz dice “no quiero”. Queriendo o no, le estás sacando 100 o 150.000 dólares a una persona, no sé cuál será el porcentaje que cobra Molina.

– Ganás más cuantos más torneos te acepte. 

– Sí. Porque vos sos una empresa. Jugás en Doha y te pagan un millón de dólares de garantía. De ese millón de dólares va no sé cuánto para Juan Carlos, no sé cuánto para el manager. Y si vos, como jugador, decís que no, nadie gana. El “a mi manera” es también eso, decir que no.

– De todos modos, Alcaraz está jugando bastantes exhibiciones.

– ¿A quién no le gusta el dinero? Andá y jugá que voy a ganar 100.000 dólares, andá y jugá que voy a ganar 50.000.

– Alcaraz, precisamente, se queja de que el circuito es muy exigente y el calendario muy largo, pero suma exhibiciones.

– Es que no es sólo la noche, es todo. Desde una garantía para jugar un torneo al calendario, el entrenamiento, las vacaciones, la novia, el salir a la noche… Tenés un millón de cosas, de decisiones, que el entrenador con el jugador, con el manager, están todo el día discutiendo.

– ¿Este tenis de hoy tiene la misma personalidad que aquel de los 90, los 80? ¿O están todos más formateados, de alguna manera?

– Es más profesional. Es mucho más profesional. Antes no había tanto dinero. Por jugar la primera ronda de un Grand Slam te llevabas 5.000 dólares, hoy son 110.000. Yo gané 120.000 dólares por aquella semifinal de Roland Garros, hoy cobran un millón, ocho o diez veces más. Cuando yo jugaba, volvía a Brasil y tenía una cena con alguno de mis sponsors. Hoy los jugadores tienen diez sponsors y veinte cosas para hacer. Entonces, la vida de un tenista hoy tiene que ser profesional. Antes jugábamos y volvíamos a Brasil a ver a la familia y los amigos, hoy los jugadores se llevan a la familia y los amigos a los torneos. Los jugadores son hoy una empresa, una gran multinacional. Nosotros éramos una empresa chiquitita.

– En su época de jugador, usted era extrovertido, jugaba mucho con el público, le gustaba hablar con los medios.¿Hubiese disfrutado y aprovechado bien esta época de las redes sociales?

– Sí, hoy sería divertido, hoy tendría mucha fuerza. Porque yo sabía hasta dónde podía ir. Yo siempre me llevé muy bien con los periodistas, siempre los traté de frente.

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– Le pregunté a Kuerten por esto mismo en febrero en una entrevista en Río de Janeiro y me dijo que, de haber existido las redes sociales a finales de los ’90, él no hubiera ganado Roland Garros.

– Porque a Guga nunca le gustó el embate, nunca le gustó la piña. Él no iba de frente a pelearse con las personas, siempre ponía alguien en el medio. Porque es su característica y hay que respetarlo. Yo siempre digo eso: respeten con quién estás hablando. ¡Ah, pero Guga podría!, dice la gente. Es que no sería Guga. ¡Pero Fernando debería! No sería Fernando. Es mi gran pelea en el tenis, en el tenis brasileño. Agarren a los pibes, todos los jugadores y exjugadores, y pídanles que den lo que ellos pueden dar. Si Guga te da 15 minutos de charla para los juveniles,  aplaudí y ponía todo el tenis en ese día para que lo escuchen a Guga. A mí me dicen todo el día que cuando voy a entrenar a alguien. Y yo digo, ¿por qué mierda voy a entrenar a alguien? No voy a tener un podcast, no voy a estar en la tele, no voy a escribir. Voy a vivir para el pibe al que entreno…

– Entrevisté a Cafú hace unos días y me dijo que se hubiera vuelto loco de haber tenido que lidiar con las redes sociales en su época de jugador. Usted parece una excepción en aquella generación.

– Es que yo sé hasta dónde ir. ¿Me viste hablar de política? No, ¿Me viste hablar de religión? No. Le pregunté una vez a una persona de ESPN muy conocedora del tema de las redes sociales. ¿Cuál es el límite de lo que tenemos que hablar en las redes sociales? Y me dijo esto: “Te voy a responder muy fácil, vos tenés que hablar sobre lo que vos hablás. ¿Cuántas veces en los últimos dos años hablaste de política?”. Y le dije que ninguna. Y ahí está la clave. ¿Para qué me voy a meter en redes con el problema de Bolsonaro y Lula? ¿Para qué te metés, si no es tu tema?

– Por la adicción al like…

– Por la adicción al like. Y te matan, te matan. Nunca hablaste de religión y te pones a opinar sobre Israel y Gaza. A favor o en contra.

– Ahí se pierde el aura.
– Claro. Si vos querés hablar sobre religión, empezá a hablar. Hasta un momento en el que siempre estás hablando y ahora vas a hablar sobre Israel y Gaza. Buenísimo, ahí vos tenés un motivo para hablar, vos podés hablar de política. Ahora vas a hablar de Lula y Bolsonaro. Bueno, querés hablar, hablá. Pero si vos apareces de la nada y empezás a hablar, sólo perdés, porque vos sos un outsider total. No hablo de política porque no es lo mío, aunque tengo mi opinión. Por mí metería a todos en una bolsa de basura, porque es un quilombo total en Brasil y en Argentina.

– Volvamos al tenis. ¿Qué es eso de que Federer era un mal jugador?

– Estábamos en Hamburgo y Peter Lundgren, el entrenador de Federer, nos pedía que jugáramos con él. Y nosotros no queríamos. “Federer no es bueno, Federer no juega tanto”. Y le decíamos que no.

– Sería el año 2001, 2002.

– Sí. Y yo jugué con él solo una vez, en dobles en contra. Yo jugaba con (Anthony) Dupuis, un francés. Y él jugaba con (Yves) Allegro. Fue en la segunda ronda del Australian Open y ahí ya te dabas cuenta que jugaba un pedazo [muy bien] [NdR: fue en la segunda ronda del Abierto de Australia 2003, la pareja suiza ganó 6-3 y 6-4].

Fernando Meligeni
Fernando Meligeni

– Cuando ustedes y sus colegas decían que Federer no era bueno, ¿por qué lo decían?

– Primero, porque rompía todo, era demasiado nervioso. El revés era bastante malo, flojillo. Y jugábamos en polvo, que él tampoco jugaba tan bien en polvo. Después empezó a jugar mejor en rápido y el polvo le vino después. Pero es típico. Cuando apareció Nadal, yo lo conocí con 15 años en Aix-en-Provence. Él llegó a la final, yo perdí en cuartos o semis y tuvimos una charla en el vestuario. Te dabas cuenta de que el pibe jugaba un pedazo [muy bien] y de que iba a ser muy grande. Alex Corretja nos decía, “este pibe va a ser número uno del mundo”. Seguro, seguro. Y cuando lo vi jugar lo supe: este pibe juega un huevo.

– ¿Qué diferencia, no? Porque se instaló la imagen de la perfección suiza de Federer y la de Nadal como latino apasionado. Y es mentira, porque Federer era el indisciplinado y Nadal el jugador formado prusianamente por su tío Toni.

– ¡Y es mentira! Nadal no lo hacía porque no lo dejaba. Es divertido eso. Charle una vez toda una tarde con Toni durante una visita suya a Brasil y te das cuenta de su mano severa, como lo fue Larry (Pasos) con Guga. Y como también creo que Juanqui (Ferrero) hace e hizo durante mucho tiempo con Alcaraz. La diferencia es que veo que Carlos quiere tener un mundo distinto al que tuvo Rafa.

– Es que son muy distintos. Alcaraz disfruta el show, juega con el show, lo promueve. Y te dice que su objetivo es ganar 42 torneos de Grand Slam y ser el más grande de todos los tiempos. Si Nadal decía eso, Toni le cortaba la cabeza.

– Es así. Son personalidades muy distintas.

– ¿Qué sucedió entre usted y Andrea Gaudenzi?

– Jugamos en cuartos de final en un torneo en México [NdR: en 1996]. Me ganaba 5-1 en el tercero. Siempre nos picábamos, nunca nos quisimos. Nunca.Y me dejó la pelota en el medio de la cancha y le pegué con una derecha en el pecho con toda la fuerza que tenía. La pelota le pegó en el pecho, me volvió y me volvió a la mano. Y agarré la pelota con la mano y se la tiré a la cabeza. Y le pegué también en la cabeza lanzándola con la mano.

– ¿Acertó a la cabeza de Gaudenzi?

– Sí. Y me cubrió de insultos, yo hice lo mismo y el árbitro me puso un warning. Lógico aunque tendría que haberme echado. Le gané 7-5 en el tercero. Salimos casi matándonos desde la cancha hasta el vestuario, y casi nos pegamos de vuelta.

– ¿Se han vuelto a ver en los últimos años? 

– Jugamos después otras veces, me ganó y yo le gané. Nunca nos llevamos bien. Ahora es presidente [de la ATP]. No sé qué hago, ¡de repente no me deja entrar [a los torneos]!

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