RÍO DE JANEIRO – Gustavo Kuerten se toma el brazo y dice: «Tengo la piel de gallina». Habla de Joao Fonseca. Y Kuerten abre los ojos, sonríe y afirma sin dudar: hubiera sido incapaz de ganar Roland Garros en 1997 enfrentándose al mundo que se enfrenta hoy Fonseca.
«¡Seguro que no ganaba ese torneo!», dijo Kuerten durante una entrevista con un grupo reducido de medios en Río de Janeiro, entre ellos CLAY.
Kuerten tenía 20 años y era el número 66 del ranking mundial cuando, en junio de 1997, sorprendió al mundo: no había ganado ningún título en el circuito de la ATP, pero alzaba la Copa de los Mosqueteros, se convertía en campeòn de Roland Garros casi desde la nada tenística.
Con Brasil viviendo la «fiebre Fonseca», Kuerten, hoy de 48 años, se tomó su tiempo en un sótano refrigerado, mientras en la calle ardía el barrio carioca de Leblon. Se tomó tiempo para recordar lo que vivió hace casi 28 años y lo que está viviendo hoy con la aparición del tenista de 18 años, Fonseca, al que él mismo ve en condiciones de ser número uno del mundo.
Aquel Roland Garros 1997, en el que derrotó al bicampeón español Sergi Bruguera en la final, tiene poco que ver con el tenis que se vive hoy en los Grand Slams y en el circuito en general.
«Lo de hoy es muy difícil. El nivel de contención que tuve en 1997…», comienza a decir, antes de mencionar a una persona clave en aquellos días parisinos: Diana Gabanyi.
Gabanyi lo acompañó en aquel torneo como jefa de prensa, algo inusual para un número 66 del ranking, pero que fue todo un acierto de cara a una carrera que lo llevaría a ganar otras dos veces Roland Garros y a cerrar la temporada 2000 como número uno del tenis mundial. Hoy, Gabanyi, figura clave también en el Río Open que se está jugando esta semana, cumple una función similar, aunque ampliada, con Fonseca.
«Fue un éxito tremendo haber sumado a Diana con nosotros, me ayudó mucho. ¿Te acuerdas de que en medio del torneo llegaron desde la Copa Confederaciones un montón de periodistas brasileños? Imaginate todos los pedidos, vídeos para el amigo, el hermano… No estábamos preparados para lidiar con eso. Claro, tampoco existía, quizás hubiésemos tenido un protocolo a seguir».
Sí, aquella fue la Copa Confederaciones que se jugó en Francia en simultáneo con Roland Garros, como preparación para el Mundial de Francia 98. En aquella Copa Confederaciones, Roberto Carlos anotó un gol de tiro libre a Francia, en Lyon, a 32 metros del arco rival. Un tiro con un efecto casi imposible, uno de los mejores goles de todos los tiempos.
Kuerten vuelve a pensar, se ríe, y afirma sin dudar: «No creo que aguantaría hoy, no se siente nada bien, es mucha la presión de la tecnología hoy».

«En aquel Roland Garros de 1997 yo me quedaba en los video games hasta 30 minutos antes de preparar el partido. Hoy eso es imposible. Cuando veo la rutina hoy agradezco mucho la época que viví, tenía mucha más libertad».
«Claro que hoy los tenistas ganan mucho más dinero, 50 veces más que entonces, no tiene nada que ver con mi época. Pero la presión y las consecuencias hoy son más fuertes».
Kuerten tiene una enorme confianza en el futuro de Fonseca, número 68 del ranking mundial tras conquistar la semana pasada en Buenos Aires su primer título en el circuito mayor de la ATP. Un torneo, el Argentina Open, que el propio Kuerten ganó en 2001, cuatro meses antes de su tercer y último Roland Garros.
Sobre los argentinos bromea también Kuerten: la isla en la que vive, Florianópòlis, en el sur de Brasil, vive una invasión turística de los «irmaos» (hermanos), como llaman los brasileños a los argentinos.
«¡Están a full!», dice Kuerten asombrado y apelando al argot argentino. «En verano, mi español mejora mucho, escucho ‘argentino’ por todas partes», añade, antes de volver a analizar lo que significa Fonseca para el tenis brasileño.
«El potencial de João en la cancha es evidente para nosotros desde hace más de dos años, y es el resultado de un trabajo bien diseñado, mucho más allá del chico que simplemente le pega a la pelota y empieza a pegarle a todo. Es lo que me pasó a mí, o incluso más: hay trabajo, esfuerzo y dedicación de varias personas que estuvieron ahí y que demostraron una habilidad de extraordinaria evolución».
«Joao es una fuerza a tener en cuenta, es maravilloso, es maravilloso, porque viendo todos los partidos en Buenos Aires y lidiando con las dificultades físicas y mentales, las diversas emboscadas que pasó, ganar el torneo a esa edad… Es hermoso, es admirable».
«El lunes tras la final yo estaba tan emocionado que me decía ‘vuelvo a las canchas’. ¡Qué emoción, qué divertido! Fue mi terapia, tuve un entrenamiento sensacional. Joao es muy motivador, muy inspirador».