El tenis es de las pocas industrias en las que el empleado manda sobre el empleador, porque es el tenista el que contrata a su entrenador, y o al revés.
La ecuación es muy complicada, lo sabe Elena Rybakina. Ella es la que paga el sueldo, pero Stefano Vukov es el que manda, el que lleva todo al territorio del peligro.
Goran Ivanisevic olió ese peligro. Él fue un jugador campeón. Es un entrenador exitoso y una gran persona, correcto y de buena fe. Ivanisevic ha visto muchas cosas durante varios años en el circuito. Y lo que vio en Rybakina no le gustó y se apartó.
Vukov insultaba a Rybakina, la trataba de estúpida, la llevaba más allá de sus límites físicos y la humillaba y manipulaba diciéndole que sin él no sería nadie, que seguiría en Rusia recogiendo papas.
Me recuerda al caso de Conchita Martínez. Su entrenador, el holandés Eric Van Harpen, la maltrataba. Conchita era muy amiga de la argentina Gabriela Castro. Vinieron hasta mi casa a contarme la historia.
Él le pegaba, la trababa pésimo. Con un método muy duro, le sacó personalidad a Conchita.
Mariana Pérez Roldán la pasó muy mal. Me tocó ver ese caso de cerca. Raúl Pérez-Roldán, su padre, es de lo peor que yo he visto. A su hija la hizo jugar con la rodilla fracturada y le dijo que un Pérez-Roldán nunca abandona. La exigió tanto que no pudo jugar nunca más. Se retiró muy joven por culpa de su padre y entrenador.

Ni hablar de lo que hizo con su hijo Guillermo. Historia conocida y muy escalofriante: el tipo lo golpeaba. Yo mismo fui testigo.
Cuando Guillermo perdió la final de Roma contra Iván Lendl, 6-4 en el quinto set, fui al vestuario para felicitarlo porque había jugado un partido sensacional. Cuando entré allí vi como Raúl lo insultó y le pegó. No hice nada porque no me podía meter.
Pérez-Roldán padre era un violento. También le hizo mucho daño a la tenista argentina Graciela Pérez. Una vez la sacó de una cancha porque había perdido y le pegó un cachetazo. La mandó al vestuario llorando.
Hay un montón de historias similares de entrenadores nefastos. También han sufrido Mary Pierce y Jelena Dokic.
No sabemos si Rybakina sigue soportando esas barbaridades, pero sí nos damos cuenta de que no quiere deshacerse de Vukic. O no puede.