PARÍS – Mientras Rafael Nadal miraba al suelo como queriendo encontrar respuestas imposibles, la pantalla gigante del estadio Philippe Chatrier mostraba a decenas de fans esperando por hacer una foto con su estatua, a unos cuántos metros de la pista principal.
Roland Garros es su predio, pero en la tarde soleada del 29 de julio, vestida de Juegos Olímpicos, no pareció como tal. Ahí Novak Djokovic lo aplastó como nunca antes y le sacó en cara que ya no es el mismo que mantuvo con el serbio una rivalidad balanceada durante sesenta episodios, desde que se midieron en 2006 en esa misma arcilla.
Si había una instancia en la creían las chances de que Nadal, era en un partido como este: en arcilla, en la cancha en la que ganó 113 partidos de 117 disputados, y en unos Juegos Olímpicos, donde las reglas dicen que se juegan al mejor de tres sets, siendo los cinco sets una desventaja física muy grande.
Djokovic hizo lo que quiso con Nadal durante gran parte del encuentro. Drop shots a los que el español ni corría, golpes profundos que lo desestabilizaron, y el gran posicionamiento que tiene en la cancha que hacían parecer que se esforzaba mucho menos que su oponente.
El desequilibrio fue notable y Nadal lo pagó caro. Djokovic sigue camino a su obsesión dorada tras el 6-1 y 6-4 ante su némesis deportiva.
«¡Rafa, Rafa», gritaba el público, queriendo levantar a su campeón. Tribunas muy nadalistas, aunque para nada hirientes con el serbio como había sido la última vez que se enfrentaron, en este mismo estadio en Roland Garros 2022.
Al favorito de París, lograron darle vida. Estuvo hundido hasta la mitad del segundo set y logro salir a flote para rescatar buenas sensaciones, y regalarle las emociones extraviadas al público: el partido que mostraba altos niveles de electricidad en el ambiente hasta los primeros juegos, se fue apagando con tantos errores no forzados del español. Para la suerte de muchos, sí tuvo esa dosis del Nadal versus Djokovic de antaño, aunque no duró demasiado.
La diferencia del estado físico entre ambos fue demasiado notoria. Tanto el serbio como el español, luciendo heridas de guerra. Djokovic con una faja en la rodilla tras ser operado de los meniscos, y Nadal con el vendaje aparatoso en el muslo derecho que lo tuvo en duda hasta último minuto.
Ya lo averiguará Nadal si la decisión de haberse apuntado también al singles fue la correcta y si su cuerpo no pagó las consecuencias de un desgaste que quizás lo dejó en una situación más complicada. Y no solo en lo físico, si no también en lo mental. Junto con Alcaraz mostraron ser serios candidatos al título, a menos que esta experiencia genere consecuencias.
Porque ser aplastado por el archirrival, en la cancha que mejor conoce y donde más éxitos ha conseguido, y habiendo mostrado una versión tan alejada a la de quien construyó una de las carrera más exitosas de la historia, es algo difícil de digerir.