Kyrgios, el Trump del tenis

MELBOURNE – Hace unos meses, Matthew McCounaghey le dio un consejo a Nick Kyrgios: ¿y si te enamoras del tenis, y si tomas la decisión consciente de enamorarte del tenis? Pero el australiano tomó otro camino: en palabras de Andy Roddick, se enamoró de los «likes».

Eliminado el lunes del Abierto de Australia por el británico Jacob Fearnley, 86 del ranking mundial, Kyrgios es lo más cercano que hay a un Donald Trump del tenis: provocador, vociferante e irrespetuoso, definitivamente ya mucho más cómodo en la virtualidad de las redes sociales que en el rectángulo de la cancha de tenis.

«A esta altura es un influencer del tenis. Vive para los likes, vive en la sección de comentarios», sintetizó Roddick en uno de los últimos intercambios que lo cruzó con el australiano.

El desencadenante fue Cruz, el hijo de Lleyton Hewitt, que a sus 16 años quedó a una victoria de atravesar la ronda clasificatoria y jugar el torneo: 16 años, los mismos que tenía su padre cuando ganó su primer torneo en el circuito de la ATP.

El joven Hewitt subió a sus redes sociales una foto junto a Jannik Sinner tras una sesión de entrenamiento que compartió con el italiano. Kyrgios hizo su entrada en escena en la sección de comentarios del post.

«Te amo, Cruz, pero esto es una locura», añadiendo emojis de jeringas.

También escribió «creí que éramos hermanos», con varios emojis de corazones rotos.

Roddick reaccionó en su podcast, Served: «Pero con lo que tengo un problema es con la hipocresía con la que elige cuándo juzgar a los demás mientras quiere que digieras el contexto de sus comentarios, el último hacia Cruz Hewitt, que practicó con Jannik Sinner».

Nadie atacó a Sinner con más dedicación que Kyrgios, obsesionado con el caso de doping del italiano, la gran polémica del tenis en los últimos meses. Pero Roddick cree que el australiano cruzó un límite serio.

«Cruz Hewitt tiene 16 años, es hijo de Lleyton, el rival más duro con el que he jugado en mi vida. (Cruz) va a entrenarse con el número uno del mundo en el Abierto de Australia. Es algo muy importante. Imagínate que un hombre de casi 30 años se enfrente a los comentarios de un chico de 16 años que es el mejor jugador del mundo».

Si crees que (Sinner) es culpable o inocente, sigue siendo un momento en el que puedes hacerlo. Es un gran momento, y simplemente publicar una foto y que este tipo entre en los comentarios y lo haga todo sobre sí mismo, (comentando) ‘Creía que éramos hermanos’. Todos defendieron que se trataba de una broma. Es ridícula la falta de conciencia que se tiene al meter a trolls y a todo lo peor de la afición al tenis en los comentarios de un chico de 16 años. Es ridículo».

Roddick tenía atrapada a su presa, que se sacudió y escapó por una vía inesperada.

“¡Era una bromaaaaaaaa, jajajaja!», escribió.

Lo cierto es que llama la atención que Kyrgios se haya convertido en una especie de medidor de conciencia del tenis, en el hombre que dictamina lo que está bien y lo que está mal. ¿Quién le dio ese poder, qué lo habilita a tenerlo?

¿Su carrera tenística? Ganó siete títulos, llegó a ser 13 del ranking mundial y jugó una final de Wimbledon. Nada mal, pero muy lejos del potencial de su tenis. Está claro que no lo espera un lugar en el Hall de la Fama de Newport.

¿Su comportamiento en la cancha? Pregúntenle a Rafael Nadal por aquel pelotazo en el pecho que le lanzó Kyrgios en Wimbledon 2019. Y recuerden la respuesta del australiano cuando le preguntaron si se disculpaba: «Le apunté, sí, quería pegarle directamente en el pecho, sí. Y no voy a disculparme».

¿Su comportamiento fuera de la cancha? Roddick se encargó de recordar que Kyrgios admitió ante la justicia haber aplastado a su entonces novia, Chiara Passari, contra el piso en medio de una fuerte discusión. Aquello fue un 10 de enero de 2021, hace solo cuatro años.

«Pura hipocresía», sintetizó el estadounidense.

Y tiene razón, aunque Kyrgios se saldrá con la suya. Dice que jugará los restantes tras Grand Slam del año y la Copa Davis, aunque su derrota en Australia mostró que es ya un ex tenista. Lo espera la televisión (otra vez), enamorada de su incontinencia.

¿Y Matthew McConaughey? Lo intentó, pero no pudo. Lean sino este intercambio entre el actor estadounidense y el en breve ex tenista australiano.

Kyrgios: Eres mi entrenador, esta es la charla que me das en el vestuario antes de mi regreso al tenis en el Abierto de Australia. Dame como 20 segundos de lo que me estás diciendo.

McConaughey: Mira, tú nunca has tenido entrenador. No voy a venir aquí y decirte que hagas algo que no quieres hacer. Hablemos de esto. Todavía tienes margen para amar este juego.

Kyrgios: Eso es verdad.

McConaughey: Te gusta. Tienes talento para ello. Eso es conectar los puntos. ¿Qué tal si nos abrimos para ir a ese lugar?

Kyrgios: Tal vez me encante.

McConaughey: ¿Qué tal si te abres a amar este juego y a amar ese talento que tienes y que no mucha gente tiene para jugar este juego? ¿Cuánta gente tiene la capacidad de jugar a este juego?

Kyrgios: Me siento muy motivado.

McConaughey: Hacemos algo cuando lo sentimos en mente, cuerpo y espíritu y hay alegría en ello. Aunque no sigas jugando durante diez años. A partir del Abierto de Australia, piensa que es algo más que una aventura. ¿Y si te casaras con el tenis?

Kyrgios, el Trump del tenis

Un diálogo revelador: Kyrgios, bendecido con un talento poco común, nunca se casó ni se casará con el tenis. Ni siquiera es seguro que se haya puesto de novio, mucho más probablemente se trató de un affaire, o de varios sucesivos affaires.

Es por eso que John McEnroe, al ver en la noche del lunes como Fearnley liquidaba al Trump del tenis, se hizo una pregunta en medio de la transmisión: «¿Hay alguna forma de que puedas volver a poner la cinta de la sugerencia de Matthew McConaughey?».

Demasiado tarde, ya no tiene sentido.

Y nunca lo olviden: Kyrgios es el que dijo que el saque del tres veces campeón de Wimbledon Boris Becker era peor que el suyo. Y que no recordaba haber visto al alemán en la (tan olvidable) serie de Netflix ‘Break Point’. Kyrgios, un genio. Dentro y fuera de la cancha.