“Serena Williams quiere jugar un partido contra ti, cree que te puede ganar”. Al español Francisco ‘Pato’ Clavet, campeón de ocho títulos y número 18 del ranking mundial a principios de los noventa, le llegó una oferta muy extraña cuando estaba disputando el Open de Australia de 1998. Se la trasladó, de palabra, un trabajador de la ATP después de que Serena Williams diera una buena muestra de ese carácter tan desafiante que ya le acompañaba durante aquel verano australiano de 1998, cuando apenas tenía 16 años y acababa de debutar en un torneo de Grand Slam.
Pese a ser una promesa, un proyecto, Serena Williams estaba convencida de dos asuntos: el primero, que iba a ser la mejor tenista del mundo; el segundo, que era capaz de ganar a un tenista del top 100 de la ATP. El tiempo le dio la razón, y de qué manera, en la primera de sus convicciones. Ahí están sus 23 Grand Slam, sus 319 semanas como número uno o sus cuatro oros olímpicos. En la segunda, sin embargo, estaba equivocada. Lo que ocurrió en aquel enero australiano de 1998 es uno de los capítulos menos conocidos de la carrera de Serena Williams, pero ayuda a comprender el orgullo y el amor propio de la estadounidense y también conviene rescatarlo ahora que Aryna Sabalenka y Nick Kyrgios van a protagonizar este 28 de diciembre una nueva ‘Batalla de los Sexos’ en Dubái.
“Para mí este Sabalenka-Kyrgios es un partido marketiniano. Es algo preparado de cara al show, al espectáculo, pero si hablamos de lo puramente deportivo creo que no hay color. Si Kyrgios se pone a jugar y tiene la intención de ganar, es prácticamente imposible que pierda con Sabalenka”, dijo a CLAY el propio Pato Clavet. “En una situación normal, Sabalenka no tiene nada que hacer contra Kyrgios. Es verdad que Kyrgios es un jugador que se despista y que siempre está haciendo sus tonterías y sus jueguitos y aquí, como es un show, hará más todavía. Eso le da a Sabalenka la oportunidad de hacer más juegos que si se enfrentara a otro tenista de la ATP”.
“Pero si juega contra cualquier otro top 100… Te pongo el ejemplo de Jaume Munar, que es un jugador sólido. Si Munar o un tenista similar juega a no fallar, hay un cero por ciento de posibilidades. Y diría que no ganaría ni a un top 400 o top 500. Al final, hay un abismo. Y no es ni mucho menos por desmerecer a las mujeres ni a Sabalenka. Es una grandísima jugadora que pega unos palos tremendos, más potentes muchas veces que muchos hombres. Pero si tenemos en cuenta todo lo que es el tenis, no solo la potencia, la diferencia es abismal: hablo del físico, de las piernas, de la resistencia, de la velocidad, de la consistencia de los golpes…”
Clavet, que se retiró en 2003, coincide plenamente con las palabras que pronunció hace un par de semanas Garbiñe Muguruza. La exnúmero uno y doble campeona de Grand Slam afirmó en la Cadena Cope que incluso durante su mejor época habría perdido contra un júnior. Una persona que está en el puesto 1000 de la ATP o sin ranking puede ser muy superior a una mujer que es top ten. Aryna tiene un saque muy potente, tiene golpes muy potentes, pero si vas a larga distancia, tarde o temprano…”, señaló Muguruza.
Y a ojos de Clavet, la diferencia entre el tenis masculino y el femenino se ha mantenido invariable desde la época de Serena Williams hasta Sabalenka pasando por Muguruza. “El circuito ATP y el de la WTA han evolucionado de manera similar. Ahora todo es más potente,más veloz, más físico…Pero sigue habiendo la misma diferencia que cuando pasó lo de Serena en Australia”.
La derrota de las Williams tras el rechazo de Clavet
Pero, ¿qué es lo pasó realmente en Australia? ¿Por qué Clavet declinó el partido contra Serena? ¿Quién jugó contra la americana y cómo quedaron? La historia la explicó por primera vez Clavet en una entrevista con Relevo hace dos años. “Serena y Venus fueron a la ATP diciendo que querían jugar con un jugador de la ATP de entre los cien primeros y que ellas consideraban que podían ganar, que podían competir. Entonces a mí me llegó a través de la ATP. Fue Serena la que dijo: ‘Con Pato Clavet’. Debió pensar que era flojo…”, reveló Clavet.
El español, que en aquel Open de Australia ocupaba el puesto 32 del ranking ATP, no había sido eliminado todavía en el cuadro de singles y rechazó el ofrecimiento, convencido de que la idea de Serena era un auténtico disparate.”Yo me lo tomé como una cosa anecdótica, o sea, no sabía si realmente lo habían dicho serias, lo habían dicho en broma…”
Ante la negativa de Clavet, la ATP le buscó a Serena un rival algo más modesto, el alemán Karsten Braasch, entonces número 203 del circuito masculino. El germano, eliminado a las primeras de cambio en Melbourne, tenía unos días libres y aceptó. Braasch ganó 6-1 a la joven Serena Williams y después derrotó 6-2 a su hermana Venus. El alemán llegó incluso a decir que horas antes había estado jugando al golf y bebiendo unas cervezas. “Pegué golpes que habrían sido winners en el circuito femenino y él llegaba de forma fácil”, dijo Serena después sorprendida. “La próxima vez le voy a ganar, tengo que ganar un poco de peso”. Pero no hubo siguiente vez: aquel día Serena descubrió que incluso ella tenía límites.
