Si hay un presidente que sabe aprovecharse políticamente del deporte, ese es Donald Trump. Y este domingo el US Open, que no recibía la visita de un presidente estadounidense desde hacía un cuarto de siglo, será testigo de ello.
La lógica indica que cualquier acto masivo en Nueva York, una ciudad con mayoría de votantes del Partido Demócrata, es desfavorable para Trump. Pero los tiempos cambian, la reacción del público en 2025 podría ser diferente a la que tuvo con Trump la última vez que pisó el estadio Arthur Ashe, en 2015.
Lo dejó en claro el sitio “Político” en un reciente artículo en el que destaca que 2025 no es 2017, cuando hasta el fútbol americano se enfrentaba a Trump, liderado por el quarterback de los San Francisco 49ers, que, al sonar el himno estadounidense, hincaba una rodilla en tierra en señal de protesta contra Trump.
“Los hombres de la generación Z, que no solo constituyen una gran parte de los aficionados al deporte, sino que ahora también son atletas profesionales, votaron de forma decisiva a Trump en las elecciones de 2024 y se están alineando más con los republicanos que con los demócratas en medio de una brecha de género cada vez mayor (…). El 45 % de los hombres de la generación Z aprueban la actuación de Trump, frente al 24 % de las mujeres jóvenes”.
Ese cambio de rumbo de los más jóvenes y del mundo del deporte contribuyó a la victoria de Trump sobre Kamala Harris en las elecciones de noviembre de 2024, una situación que sintetiza el ambiente de la UFC: el mundo de los “bros”, hombres jóvenes felices y a salvo de las críticas en su burbuja, hombres disfrutando de la “manosfera”. Un mundo que incluye también a la NFL y al NASCAR y se conecta con los “tech bros”.
Tras su salida de la Casa Blanca en 2021, la UFC se convirtió en un importante refugio para Trump, que venía cortejando al mundo de la lucha, la testosterona y la “manosfera” hacía ya varios años. Eso era evidente en cada aparición suya en un combate, recibido con euforia por un público joven y predominantemente masculino, y también lo fue en los festejos por ganar las elecciones.
El tenis, se supone, es un deporte mucho más internacional y sin estética ni ambiciones “bro”, pero si Trump vuelve al US Open diez años después de haber sido abucheado, es por algo.
Ya lo vivió Gianni Infantino, el presidente de la FIFA: cualquier límite se diluye en presencia del inquilino de la Casa Blanca.
“¿Me lo puedo quedar?”, dijo Trump con una semi sonrisa mientras apretaba el trofeo de la Copa del Mundo de fútbol. Un trofeo que, para todo el mundo, salvo para los Estados Unidos, es junto a los anillos olímpicos el gran símbolo del deporte.
Infantino salió del paso como pudo, improvisando la justificación de que los presidentes pueden tocar el trofeo, pero Trump ya había lanzado el mensaje: el Mundial de 2026 es de Estados Unidos. Es suyo. Lo de México y Canadá como coorganizadores es sólo un detalle. Aquella idea de un 2026 “United” que sumaba a toda Norteamérica quedó tan lejos como las ambiciones de Harris de ser presidenta.
La presencia de Trump en grandes eventos deportivos es cada vez más habitual. Este año se convirtió en el primer presidente en asistir al Super Bowl, pero también estuvo en otros hitos del calendario anual estadounidense, como las 500 Millas de Daytona, el campeonato masculino de lucha libre de la NCAA y una pelea de la UFC en Miami. Y cómo olvidar su imagen en el festejo del Chelsea en el Mundial de Clubes junto a los desconcertados jugadores del equipo británico.
Días después de la final del US Open entre el español Carlos Alcaraz y el italiano Jannik Sinner, Trump estará en el partido de los New York Yankees contra los Detroit Tigers, que se celebra en el 24 aniversario de los atentados del 11 de septiembre. Y a finales de mes irá a la Ryder Cup, emblema del golf, su deporte predilecto.
¿Qué le aporta el deporte a Trump? Refuerza su imagen de “hombre fuerte” y conectado con lo popular. Con las pasiones del estadounidense medio, sí, pero también con su base ideológica: una de sus primeras decisiones tras asumir el 20 de enero fue firmar una orden ejecutiva bajo el título “fuera los hombres del deporte femenino”. Y en julio otra llamada a “salvar el deporte universitario”.
En trazos muy gruesos, emblemas de su lucha contra el “mundo woke”, ese al que también se enfrentan líderes de otros países como la italiana Giorgia Meloni o el argentino Javier Milei.
Pero el deporte internacional, también en trazos muy gruesos, coincide con la visión “woke” que Trump, Meloni y Milei detestan. Puede decirse que el Comité Olímpico Internacional (COI) se hizo “woke” en los 12 años de presidencia del alemán Thomas Bach: la agenda olímpica, desde la sensibilidad ante el cambio climático hasta la política de igualdad de género, pasando por la integración cultural y el apoyo a los inmigrantes, es todo lo que a Trump no le gusta.
Kirsty Coventry, de Zimbabwe y ex campeona olímpica en natación, debe lidiar con Trump si quiere que los Juegos Olímpicos de Los Angeles 2028 sean un éxito. Infantino ya dio señales de que su política para el Mundial 2026 será la de mantener feliz a Trump. ¿Qué hará Coventry, que tiene un desafío mucho más complejo que el de Infantino?
Tener feliz a Trump es también lo que quiere la Federación de Tenis de Estados Unidos (USTA). Según el sitio “Bounces”, la organización del Grand Slam de cierre de la temporada pidió a las cadenas de televisión que no muestren eventuales abucheos al presidente: “Pedimos a todas las emisoras que se abstengan de mostrar cualquier alteración o reacción en respuesta a la asistencia del presidente en cualquier capacidad”.
Semejante instrucción podría servir para lo contrario, para avivar el fuego.
¿Y qué piensa el mundo del tenis de Trump, que se instalará en un box invitado por Rolex? El deportista suele ser prudente, incluso a veces cobarde, a la hora de hablar de política. En un deporte que es altamente individualista se puede presumir que el líder estadounidense cuenta con más simpatías de las que se creería. Entretanto, ¿qué duda cabe de que figuras como Martina Navratilova o Nick Kyrgios ven a Trump de manera casi opuesta?
¿Y Novak Djokovic? Probablemente más cerca de Trump que de otra posibilidad. ¿Y Carlos Alcaraz y Jannik Sinner? No le pidan tanto a la nueva generación. Ellos juegan al tenis.





