«Un espectro recorre Europa», escribieron Carlos Marx y Federico Engels a fines del siglo XIX: el fantasma era el comunismo, y terminaría recorriendo todo el mundo.

El «Manifiesto Comunista» no es, seguramente, una lectura que haya pasado por las manos de Carlos Alcaraz, pero el español debe ser ya consciente, a esta altura, de que ejerce de revulsivo sistémico. El «espectro Alcaraz» recorre ahora Estados Unidos, pero en pocas semanas saltará a Europa, como ya lo hizo antes en Sudamérica y, dentro de nueve meses, en Australia.

Un recorrido en el que genera cada vez más admiración y convierte a cada vez más amantes del tenis a su religión. Si el «alcarazismo» no existe aún, en breve será todo un fenómeno.

Porque Alcaraz no es un jugador más, no es como los demás. Es más que Jannik Sinner, más que Stefanos Tstsipas, más que Alexander Zverev. más que Daniil Medvedev, más que todos los demás.

Ya cerró 2022 como número uno del mundo, y ahora que recuperó esa posición, con Miami por delante y la gira europea a tres semanas de distancia, Rafael Nadal y Novak Djokovic ya lo saben: el prodigio de 19 años es mucho más peligroso que Roger Federer. Les alcanza con ver lo que hizo en los últimos días en Indian Wells.

¿En qué sentido es más peligroso Alcaraz que Federer? Tenista irrepetible, Federer dijo adiós en septiembre de 2022, pero en realidad había dejado de ser un factor ya desde hacía unos años.

Aquel Wimbledon 2019 que debió ganar y entregó a Djokovic en medio de un llamativo apuro para jugar los dos match points marcó el final anticipado. Habría chispazos luego, pero Nadal y Djokovic jugaron los últimos cuatro años sin que el suizo los inquietara. Y, en paralelo, la nueva generación estaba todavía demasiado verde para mirarlos de igual a igual. Eran Rafa y Nole, Nole y Rafa. Y un par de escalones más abajo, el resto.

Sí, Medvedev logró cambiar eso en 2021 para arrebatarle a Djokovic, en el vigésimo octavo escalón, en el último suspiro, la hazaña de la conquista del Grand Slam. Pero fue un momento, no fue una constante, alcanza con ver lo sucedido en 2022: dos títulos de Grand Slam para Nadal, uno para Djokovic, uno para Alcaraz. Y otro más para Djokovic en Australia 2023.

La gran ventaja de Alcaraz en la comparación con Federer -con el crepuscular, pero también con el pletórico-, es que el español golpea con arrasador ímpetu juvenil a las puertas de dos jugadores a los que inevitablemente les llegará el declive. Aquel Federer, en cambio, se medía a hombres con ímpetu (y tenis) similares, o incluso superiores en términos de juventud. Hay un desfasaje generacional que beneficia al español, el mejor de los «new kids on the block».

El duopolio Nole/Rafa venía funcionando sin apuros mayores, pero eso se terminó. Alcaraz, que juega con una potencia, plasticidad, talento, confianza y desparpajo que obligan a frotarse los ojos, está en llamas, y promete sumar más temperatura en las semanas por venir.

Este lunes 20 de marzo de 2023 que muestra a Alcaraz en la cima del ranking nuevamente, marca un hito en otro aspecto, la salida de Nadal del «top ten» tras casi 18 años sin interrupciones en ese círculo de privilegio. Ingresó el 25 de abril de 2005, con 19 años y en medio de un brutal «rush» de éxitos, y no se fue hasta esta semana, que lo muestra en el puesto 13.

Nadie, nunca, había estado tanto tiempo entre los diez mejores sin interrupciones.

Sí Alcaraz pretende superar ese récord de Nadal, deberá seguir en el «top ten» hasta el 24 de octubre de 2039. Suena irreal, se ve irreal, casi como la foto que acompaña esta historia, una imagen saturada de fucsia segundos después de que Alcaraz sellara su 6-3 y 6-2 sobre Medvedev.

Pero no, no es irreal. Lo irreal es, en el fondo, darse cuenta de que si alguien es capaz de lograr eso, es él.

Porque Alcaraz es ya capaz de todo: pregúntenle a Nadal y Djokovic. Ambos han visto ya al espectro.