NUEVA YORK – La cuarta jornada del US Open se cerró con la sorpresa más grande del torneo: Carlos Alcaraz se despidió en la segunda ronda del último Grand Slam del año. «Mentalmente no estoy bien, no estoy fuerte. Ante los problemas no sé controlarme, no sé como gestionarlos», dijo.
La derrota por 6-1, 7-5 y 6-4 a manos del holandés Botic van Zandschulp, lo mostró vulnerable. El español no concretó tiros ganadores en el primer set y durante todo el partido su derecha estuvo extraviada. Las sonrisas estuvieron muy escasas, y la frustración se apoderó de su ánimo cuando no podía levantar cabeza.
«Fue una lucha contra mí mismo. Hoy jugué contra mi oponente y también contra mí mismo en mi cabeza. Hubo muchas emociones que no pude manejar», reconoció luego en conferencia de prensa.
La recuperación de Alcaraz no llegaba nunca y los rostros de su equipo lo decían todo. Juan Carlos Ferrero, su entrenador; Albert Molina, su manager; y David Ferrer, el capitán de Copa Davis de España evidenciaban el sentimiento de intranquilidad. No habían muchas respuestas desde allí que pudieran sacar al campeón de la edición de 2022 del laberinto en el que se estaba perdiendo.
No igualará a Rod Laver y Rafael Nadal, quienes en 1969 y 2008 respectivamente ganaron Roland Garros, Wimbledon y el US Open. Son los únicos dos hombres que lo hicieron en una misma temporada.
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Así, Alcaraz deja la gira Norteamericana del segundo semestre con un registro negativo. La derrota ante van Zandschulp en la Arthur Ashe se suma a la caída contra Gael Monfils en el debut de Cincinnati, lo que él mismo calificó como «el peor partido» de su vida.
«En temas de cabeza he dado pasos para atrás y no entiendo por qué. Venía de un verano espectacular, después de Roland Garros y Wimbledon salí de ahí sintiendo que había avanzado, que estaba más duro de cabeza», confesó el número tres del mundo.
Ahí en Ohio ocurrió la tan mediática destrucción de su raqueta, cosa por la que posteriormente pediría perdón. Quizás en el ruidoso estadio de Queens le habría venido bien desahogarse, a ver si cambiaba el murmullo constante de la pista por gritos intensos del público neoyorquino.
No fue así para Alcaraz, y gracias a su versión irreconocible no pudo extender a 16 triunfos consecutivos en Grand Slams. Estará antes de lo esperado sentado en un avión de vuelta a casa. Tendrá tiempo quizás para jugar al golf y resetear su mente: «Llegué a Nueva York con menos energía de la que esperaba».
Valencia espera para recibirlo a él junto al equipo de Copa Davis español, después de una semana de vacaciones que no estaba en su calendario.
