Schneider le respondió lo evidente: solo intento tener tu versión de los hechos. Pero el brasileño no parece estar entrenado en el trato con la prensa ni saber en qué consiste realmente el periodismo.

Hay varias cosas que Seyboth Wild no sabe o entiende y que alguien debería explicarle. Una de ellas es que el periodista no lo estaba atacando, sino todo lo contrario: le estaba dando una oportunidad, le estaba haciendo un gran favor.

Cuando un deportista salta al primer plano por una hazaña deportiva, como es el caso de Thiago Seyboth Wild, y en tres segundos de búsqueda en Google lo que surge es una noticia profundamente negativa sobre él, lo inteligente es afrontar el tema y decir lo que se tiene que decir. Enojarse con el periodista, descalificarlo y negarse a hablar del asunto solo hace crecer la bola de rumores e informaciones erróneas.

Otra cosa que alguien debería explicarle a Seyboth Wild es que la sala de prensa es un territorio de los periodistas en el que se puede preguntar sobre lo que se quiera. Y el protagonista tiene derecho a decir que no quiere hablar sobre eso, pero no a descalificar al periodista, mucho menos decirle que esa es una pregunta que no debe hacer. Lo que se dice es importante, pero a forma en que se lo dice, también. En las dos cosas falló el brasileño.

Seyboth Wild era el héroe del día, un hombre admirado por todos. ¿Qué mejor oportunidad para dar un paso al frente y hablar con claridad? Al no hacerlo, la noticia en las horas posteriores no fue solo la de su gran triunfo. No, el éxito sobre Medvedev compartió espacio con una historia confusa y un enojo más confuso aún. Muchísimos medios de todo el mundo destacaron eso.

Una captura de pantalla de la información en el sitio TennisMajors

Bien asesorado, Seyboth Wild se podría haber evitado ese tropiezo de imagen. Fue su gran error en su gran día.

En 1997, hace ya 26 años, otro brasileño, Gustavo «Guga» Kuerten, sorprendió al mundo con un éxito increíble en Roland Garros. Su agente, al igual que hoy lo es de Seyboth Wild, es el peruano Jorge Salkeld, vicepresidente de Octagon.

Una lectora brasileña comentó el artículo de CLAY este martes diciendo que era «exagerado» afirmar que, tras el gran éxito en la Philippe Chatrier, Seyboth Wild tenía derecho, al menos por ese día, a llevar el apodo «Guga».

La opinión de CLAY es que no, que no era una exageración: Thiago Seyboth Wild desplegó un tenis eléctrico, potente y colorido en uno de los grandes escenarios del deporte. Lo mismo que hizo en su momento Kuerten. Bien valía, entonces, apodarlo «Guga» durante el martes 30 de mayo de 2023. Más adelante, ya se verá.

Es cierto, sin embargo, que el «Guga» original tenía otro talante, otra actitud. Tras cada uno de los siete partidos camino al primero de sus tres títulos en Roland Garros, con apenas 20 años, se enfrentó también a preguntas complejas de la prensa. Una que se reiteraba era la de la muerte de su padre mientras arbitraba un partido de tenis como juez de silla. Otra, la situación de su hermano Guilherme, afectado por una parálisis cerebral. Ese hermano de Kuerten moriría en 2007.

Durante extensísimas ruedas de prensa en inglés, portugués y a veces otros idiomas, Kuerten nunca mostró un mal gesto, nunca maltrató a un periodista. Aunque no le gustara la pregunta. O estaba muy bien asesorado o entendía naturalmente cosas que cualquier deportista profesional debe entender. No es el caso de Thiago Seyboth Wild, que cuenta sin embargo con una ventaja: es joven aún, puede aprender, está a tiempo de ser bien asesorado. Y este jueves, tras su partido por la segunda ronda del Abierto de Francia, tiene una nueva oportunidad.