Carlos Alcaraz tricampeón de Wimbledon hubiera sido una gran historia del tenis, pero habría arruinado quizás el futuro inmediato del circuito masculino.
Jannik Sinner campeón de Wimbledon por primera vez, en cambio, relanza y potencia una rivalidad que estaba en observación desde la histórica final de Roland Garros ganada un mes atrás por el español.
“Creo que el mayor esfuerzo fue emocional, porque tuve una derrota muy dura con Carlos en París”, dijo el italiano mientras abrazaba el trofeo más deseado del tenis y bromeaba con su gran rival. “Bueno, ¡tú ya tienes dos!”.
Alcaraz y Sinner son el Nadal – Federer de la tercera década del siglo XXI. Para que la rivalidad se sostuviera era importante que Sinner mostrara que era digno de ella. Llevaba cinco derrotas consecutivas con el español, al que no vencía desde octubre de 2024 en Pekín.
Hubiera sido demasiado para Sinner una nueva derrota en otra final de Grand Slam, tras perder la de Roland Garros pese a haber tenido match points para grabarla.
El tenis se juega en un rectángulo de césped, arcilla o cemento, pero se juega sobre todo en la cabeza. La de Sinner necesitaba una victoria sobre Alcaraz en una final de Grand Slam para volver a creer.
“Estoy muy feliz por poder construir esta gran rivalidad”, fue una de las primeras cosas que dijo Alcaraz tras la derrota. Y tiene razón: la gran rivalidad goza de buena salud. Sinner le hizo un importante favor al tenis.