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Guillermo Salatino y el final de una fabulosa saga de 45 años y 147 Grand Slams: «El tenis me ha alimentado el ego bueno»

LONDRES – No es el retiro de un enorme tenista, pero es el punto final para una gran estrella del tenis. Tiene 76 años y se pasó los últimos 45 viajando por el mundo para enhebrar 147 Grand Slams. El primero fue en Wimbledon 1977 y el último, Wimbledon 2022. Si un Guillermo, Vilas, popularizó el tenis en Argentina, otro Guillermo, Salatino, fue decisivo para que aquellos que amaron a Vilas, Gabriela Sabatini, José Luis Clerc, David Nalbandian, Guillermo Coria o Juan Martín del Potro entendieran qué pasa en ese rectángulo que a veces es anaranjado, otras veces verde y tantas otras azul.
«El tenis me ha tratado muy bien, me ha alimentado el ego bueno», dice Salatino durante un diálogo a fondo con CLAY en el All England Club (AELTC), sede de Wimbledon, de la despedida de incontables colegas que se acercaron a abrazarlo y de un homenaje que le llegó al alma, el trofeo que le entregó la International Tennis Writers Association (ITWA), de la que fue vicepresidente y miembro fundador. Lo recibió en la noche del miércoles, aplaudido por altos responsables del torneo y colegas de todo el mundo.
«Salata», como tantos lo llaman en el tenis, está emocionado por estos últimos días de tenis en torneos de Grand Slam, pero también porque, inevitablemente, surge el recuerdo de Alejandro, su hijo, que murió en mayo de 2010 de un cáncer, un tumor ubicado detrás de un ojo. Hubo un antes y un después para Salatino. No dejó de trabajar, pero no volvió a ser el mismo.
«Si me decís si lo lloro, te digo que no. Porque hablamos todas las noches. Todas las noches sueño que estamos los dos juntos jugando al golf».
La tragedia golpeó a toda la familia, pero al padre de Alejandro con especial dureza.
«Cuando Alejandro pierde el ojo yo tengo un infarto, cuatro stents. Y cuando muere, al poco tiempo tengo otro infarto. Pero a mí mujer, María Angélica, se le cayó un tren encima».
Salatino no deja pasar un día sin pensar en su hijo. «Lo tengo tan presente, estoy tan orgulloso de lo que él dejó, de sus amigos, que pasan los años y me siguen llamando para el cumpleaños de él. Yo no sabía quién era él profesionalmente, porque en casa estaba prohibido hablar de trabajo, pensamos muy distinto y nos peleábamos».
«Al día siguiente de su muerte yo tenía que transmitir un torneo de tenis, iba detrás de la transmisión de la Fórmula 1, de la que Alejandro  era el productor ejecutivo, y que estuvo dedicada a su memoria».
«‘¿Vas a poder hablar?’, me preguntó Gustavo Luza, con el que compartíamos la transmisión. Yo saqué fuerzas y lo hice, sentí que era lo que él hubiera querido que hiciera».
Afortunadamente, la vida le sonrió en muchos otras sentidos a Salatino, que a sus 30 años se rebeló: dejó el negocio de importador y despachante de aduana de su padre, se dedicó a estudiar periodismo deportivo y aprovechó las oportunidades que le dieron dos pesos pesados del tenis argentino como Mario Posse Romero y Fernando Marín. Salatino había jugado al tenis en muy buen nivel en el Buenos Aires Lawn Tennis Club (BALTC), uno de los clubes más tradicionales del país. Llegó incluso a ganar el dobles mixtos del Abierto de la República junto a Beatriz Araujo.

 

Foto Guillermo Salatino

El autor de este artículo entregándole el reconocimiento de la ITWA a Guillermo Salatino / SEBASTIÁN VARELA NAHMÍAS

 

A Salata le brillan los ojos cuando recuerda el giro que dio su vida. Hoy podría vivir una cómoda jubilación tras haber heredado la empresa del padre, pero está, con ese espíritu juvenil y la pasión por el tenis recorriéndole las venas, en el bar de la prensa en Wimbledon. Es su Wimbledon número 43: «Son 43 Wimbledon, 43 Roland Garros, 43 US Open y 18 Australia». Al All England solo faltó en 1982, por la Guerra de las Malvinas, y dos años por la pandemia de covid-19.
«Viejo, no vengo más», le dijo en 1976 a su padre al anunciarle que abandonaba ese día a día en la Aduana que detestaba, entre otras cosas porque el trabajo incluía como sobreentendido el soborno a los empleados.
«¡Estás loco, tenés dos hijos!», le dijo Salatino senior.
«Voy a ganar mucha más guita (dinero) que acá y voy a hacer lo que me gusta. Me voy», zanjó Salatino junior.
«Y me recibí tres años después en el Círculo de Periodistas Deportivos junto con periodistas como Alejandro Fabbri, Luis Vinker, Oscar Pinco…».
Salatino no puede negar que tuvo suerte. Su primer torneo fue Wimbledon 77, pero el segundo, el US Open de ese año, fue escenario del título de Vilas. Y él estaba ahí para contarlo, al igual que otra leyenda del periodismo especializado en tenis, Juan José Moro.
«Fue mi primera transmisión vía satélite, hicimos 52 puntos de rating en diferido».
¿En diferido?
«Sí, había un solo satélite, y como los argentinos hacemos siempre todo a último momento, el viernes decidimos transmitir semi y final y no se pudo. Me dijeron que yo gestionara todo. Pero el domingo que Vilas jugaba la final, a la misma hora jugaban Boca y Cruzeiro, y Galíndez, gran boxeador, peleaba por el título».
«Había un programa que se llamaba ‘300 millones’, y ellos tenían el satélite. Así, con Vilas set iguales y 3-0 arriba ante Jimmy Connors, cortaron la transmisión. Grabamos y lo pasamos a las once de la noche. Yo no pude ir a los festejos de Vilas porque tuve que ver que todo llegara bien a Buenos Aires».
Salatino dice tener la tranquilidad de ser «conocido, pero no famoso», y se ríe cuando se le menciona que, dados sus constantes viajes por el mundo, mucha gente lo cree un «bon vivant».
«Vos si que sos un bon vivant… Me río. Les digo que lo soy porque vivo en mi casa como un rey, pero que cuando viajo trabajo 12 o 13 horas por día. En Flushing Meadows me he ido a las cuatro de la mañana en los años que escribí para la agencia DPA, por seguir las actuaciones de Rafael Nadal».
Su estancia en Wimbledon tiene, hay que admitirlo, muy poco de lo que se esperaría de un «bon vivant».
«En mi último torneo estoy compartiendo no ya un departamento… ¡Estoy compartiendo cama! Alquilamos un departamento por airbnb con mi colega Daniel Miche y descubrimos que había una sola cama.. ¿Qué íbamos a hacer? Termino mi carrera viajando en clase económica y compartiendo la cama con un hombre. En los tiempos en que me mandaban como enviado especial, mi exigencia en el contrato era volar en business».
Salatino, un hombre alto y corpulento que difícilmente entra en los asientos de la clase turista, hizo un culto de viajar por el mundo cuidando al máximo los gastos. Eso lo llevó a compartir incluso de a cuatro una habitación de hotel, en la que siempre había un aparato que viaja con él por todo el mundo y le regula la respiración mientras duerme.
«En Roma estuve alojándome por 15 años en la Pensione Erdarelli. Una puerta chiquitita, entrás por un pasillo, una casa chorizo, te recibe una pareja de más de 70 años… Habitaciones con techos de cinco metros, de cuatro por cuatro, enormes y sucias, se caían de despintadas. Claro, fantásticamente ubicado a 150 metros de la Piazza Spagna, pero de una miseria que cuando llegabas a la habitación te decían ‘buonasera’ las cucarachas».
«Aunque es cierto, he estado alojado también en grandes hoteles, como el Mauna Lani Bay de Hawaii, que tenía un tiburón nadando en el lobby».
Si se mira a sí mismo, ¿qué ve? ¿Quién cree ser Guillermo Salatino?
«A mí me llamó poderosamente la atención que el 90 por ciento de la gente me diga maestro. ¿Por qué? Debe ser porque soy un tipo grande, tengo aspecto serio, aunque no me conocen. Soy un viejo gruñón con sentido del humor».
«Yo intenté que la gente entendiera más de tenis, creo que lo logré, aunque me siento mucho más reconocido en América Latina que en Argentina. No dejó de llamarme la atención que Fox se fuera del tenis y no me llamaran de ESPN. ¿Seré tan malo?, me dije. A lo mejor pasé de moda, habrá que modernizarse…».

 

Guillermo Salatino, en Wimbledon 2022, su último torneo de Grand Slam / SEBASTIÁN VARELA NAHMÍAS

¿Es el final? ¿Nunca más se escuchará a Salatino hablando de tenis?
«Nooooo… Esto es un retiro de los viajes, pero voy a seguir comentando tenis. El día que deje de trabajar me muero. Esto me mantiene activo. No soy un viejo jubilado, aunque en realidad lo sea. Y si me llaman para hacer televisión, lo haría».
«Pero no quiero viajar más. Por la familia. La pandemia me ayudó. Uno es un poco como los deportistas, el miedo al retiro, al día después. Yo veo Australia, Montecarlo, Roma, torneos a los que ya hace unos cuantos años que no voy, y me digo que tendría que estar ahí. Vi Wimbledon y Roland Garros por televisión durante la pandemia y me di cuenta de que estaba cómodo, muy bien. Mi mujer está grande, yo estoy grande, mis hijas no quieren que viaje más».
«La ambición por ser mi mejor versión hizo que yo descuidara a mi familia. He tenido viajes de dos meses y medio. Mi consejo a los jóvenes es que hay que cuidar la familia, nunca irse más de 15 días de la casa. Cuando Aejandro cumplió 18 años le pregunté que quería que le trajera de Europa, y él me dijo ‘te quiero a vos, viejo’. Me desarmó».
No hace falta preguntarle por Gabriela Sabatini ni pedirle que la describa. «Es de otra categoría», resume.
Pero tiene otros nombres muy cerca de su corazón, entre tantos y tantos tenistas que siguió por el mundo.
«Mercedes Paz, Mariano Zabaleta, Guido Pella… Y a Gaudio lo he querido mucho. Es mucho mejor persona de lo que la gente cree. Pero es muy especial. Y Coria es otra gran persona. Hay otros que los quise mucho y me han decepcionado. Estuve muy cerca de De la Peña, cuando él empezó».
Hubo también peleas, peleas sonadas.
«Me he peleado con muy pocos, pero lo hice con los tres mejores de Argentina. Con Vilas, Del Potro y Nalbandian, pero los tres por culpa de ellos. Con los tres me arreglé. Guillermo fue el que mejor me habló cuando murió Alejandro. Estuvimos 20 años sin hablarnos.
Nalbandian se enojó por una crítica en TV y Del Potro me dejó colgado para un programa de televisión, Sin Anestesia, en el que habíamos acordado una entrevista».
Salatino hace una pausa, piensa un rato y larga la frase: «Creo que el golfista es mejor que el tenista. Es menos egoísta, cuando gana otro se pone contento. El tenista, muy rara vez. En el tenis jugás contra otra persona; en el golf, contra la cancha».
¿El mejor partido de tenis que vio en su vida? «Becker versus Sampras en el Masters de 1996. Lo vi por TV, yo estaba en Nueva York por el retiro de Gaby (Sabatini). Creo que es lo mejor que he visto en la vida».
Menciona a Sabatini y no puede contenerse.
«Nuestros dos mejores tenistas no fueron número uno y los dos fueron los mejores. Que duda cabe de que Vilas fue el mejor ganando 16 títulos, dos de Grand Slam, jugando la final de un tercero, ganando el Grand Prix en el 77… Aunque los números digan que en el 75 estuvo más cerca, el 77 fue su año».
«Y Gabriela estuvo dos años sin perder con Graf y dando cátedra a Seles, que era la número uno. Estuvo en Berlín y en Wimbledon a dos puntos de ser la número uno. No puede ser que Dinara Safina haya sido número uno y que Bartoli sea campeona de Wimbledon… Suena muy injusto».
«Pero por otro lado, Gabriela jugó en la mejor etapa del tenis femenino. Eran muchas y muy buenas».
«Cumplí con el objetivo», resume al volver a enfocarse en su carrera. «Pero colaboré con mis tres hijas para que cada una comprara su casa. Económicamente tengo que seguir trabajando».
«Pero cumplí con el objetivo -insiste-, creo que soy alguien en el periodismo internacional. Más que en el argentino. Estoy en la élite del periodismo del tenis del mundo. Pero jamás me invitan para una entrega de los (premios a la televisión argentina) Martín Fierro. Elegí no ser cholulo ni alcahuete (obsecuente)».
Salatino recuerda al legendario periodista italiano Gianni Clerici, muerto hace pocas semanas a los 91 años.
«Gianni me venía a buscar en los torneos para ver dobles. Era con quien más hablaba de tenis. Un día me dijo, yo no conozco a nadie con tu memoria, si no escribes un libro, cuando mueras diré que ha muerto un gran egoísta. Por eso escribí un libro, ‘El séptimo game'».
Salatino, dice, es un «top five» en cuanto a cobertura del tenis, que se mide, al igual que la batalla de Rafael Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic por la historia, por cantidad de torneos de Grand Slam cubiertos.
«Por encima de mi está Richard Evans en cantidad de Grand Slams. Gianni tendría 200, Rino (Tommasi) tenía muchos, me debe haber pasado Ubaldo (Scanagatta), Zubi (Miguel Ángel Zubiarraín), quizás. Pero algunos mienten».
«A mí me llena de orgullo tener mi asiento en la central de Wimbledon desde 1977. Es un premio por haber venido 40 años seguidos. A mí, la verdad, me han tratado muy bien en el tenis, me han alimentado el ego bueno».
¿Hay un sucesor? Salatino se queda pensando. Y la respuesta se convierte en un largo debate sobre medios, tenis, y periodismo. Es decir, en un debate sobre su propia vida.
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Ex jefe de Deportes de DPA y de La Nación, ex presidente de la International Tennis Writers Association (ITWA). Autor de "Sin Red", un viaje por el mundo siguiendo a Roger Federer y Rafael Nadal, y de "Enredados", sobre el equipo argentino de Copa Davis. Cubrió más de 60 Grand Slams y entrevistó a los principales protagonistas de la escena del tenis en los últimos 30 años.

Comentarios (5)

  • Daria kopsic

    Felicitaciones, excelente entrevista. Un recorrido de grandes recuerdos con Salata , es parte de la esencia del ADN del Tenis Argentino.
    Un gran embajador como periodista y muchos recuerdos que lo hacen presente en momentos importantes de la Historia del Tenis.
    Felicitaciones me encantó.
    Daria Kopsic

  • roberto saporiti

    Hola Seba! Más qué merecido está nota a Salata un GRANDE en todos los sentidos. Abrazo Grande.

  • Margarita Isse

    Emociona su historia personal y laboral. Merece un lugar en el mundo del tenis. Feliz comienzo!

  • Margarita Isse

    Muy buena reseña de su carrera, pronto lo veremos compartiendo sus conocimientos en los medios.

  • María Laura Frutero

    Una nota SIIN DESPERDICIO!!! No me agrada el tenis, pero me encantò esta recopilación!! Me quedé con ganas de seguir conociendo a este excelente -y poco reconicido aquí- periodista argentino.

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